Humor y tragedia, de la mano

Publicado el 02 octubre 2014 por Elena Rius @riusele

Charles Chaplin, en "La quimera del oro". Una tragedia cómica

Resulta curioso que en un país con una literatura como la española, con tanta tradición en tomarse las tragedias con ironía -desde la novela picaresca hasta el esperpento- se aprecie tan poco esa misma postura cuando proviene de otras literaturas. Y si esas mezclas vienen sazonadas de algo que tenga que ver con el sexo y la muerte, más difícil todavía. Es verdad que una película como La quimera del oro o un libro como La conjura de los necios son popularísimos (prueba de ello es que la entrada que le dediqué a este último hace tiempo es de lejos la más visitada de este blog), pero sospecho que es porque en ellos la parte dura está sepultada bajo una sólida capa de humor. Cuando el humor y lo trágico corren parejos, es otra cosa. Por caminos que resultaría complicado detallar, me han venido a la mente dos autores que me da la impresión que casi nadie conoce  aquí (aunque su obra sí ha sido traducida), americanos ambos, que cultivan una literatura en la que se mezcla sin complejos la tragedia con el sexo, el humor ácido o la irreverencia. En esta categoría, me doy cuenta ahora, podrían entrar más; por ejemplo, Joseph Heller con su Trampa 22. Pero, bueno, yo quiero mencionar a esos dos que leí en su momento y que me sorprendieron por lo hábilmente que escondían su descarnado fondo tras un velo de humor en ocasiones grotesco, en ocasiones incluso escatológico. Los autores en cuestión son J.P. Donleavy y James Kirkwood, Jr. Del primero, podría hablar de la que se considera su mejor obra, The Ginger Man (El hombre de mazapán), pero confieso que su héroe, el borracho, mujeriego y bastante rastrero Sebastian Dangerfield no es demasiado santo de mi devoción; para humor negro, prefiero el de Cuento de hadas en Nueva York. Basta con leer lo que dice la contraportada para darse cuenta de por dónde van los tiros:
"Cornelius Christian regresa a Nueva York después de una prolongada estancia en Europa. Durante el viaje por mar muere su joven mujer. Para sufragar los gastos del entierro, el perplejo héroe se ve obligado a trabajar en la funeraria de Clarance Vine, árbitro de la elegancia mortuoria. Allí conoce a la señorita Mus y a Fanny Sourpuss, la bella viuda de un viejo millonario... A partir de entonces se inicia una serie de acontecimientos hilarantes; un vértigo de frustraciones, miedos, crueldades y encuentros eróticos que coinciden con impulsos de muerte"
O sea, abstenerse espíritus débiles o timoratos. Eros y Tánatos en estado puro.
La otra novela tragicómica que recuerdo con vividez es aún menos conocida: P.D.: Tu gato está muerto, de James Kirkwood, Jr. A lo mejor a alguien le suena la obra de teatro o la película (Por cierto, tu gato ha muerto, en la versión castellana) que se hicieron basándose en esta novela, pero también lo dudo (sobre todo, porque son bastante antiguas ambas).

Su protagonista, también, empieza sumido en la desesperación:
"Es Nochevieja en Nueva York. Tu mejor amigo murió en septiembre, te han robado dos veces, tu novia está a punto de dejarte, te has quedado sin trabajo... y te encuentras un ladrón en tu casa."
A partir de ahí, se suceden las situaciones complicadas, cómicas y un desenlace inesperado. Por cierto, Kirkwood se hizo famoso no tanto por esta obra -a pesar de su gran éxito en Estados Unidos-, sino por ser coautor del famoso musical A Chorus Line.
Kirkwood murió en 1989 y no sé si alguien le recuerda. Donleavy, por su parte, se hizo irlandés de adopción y ahora vive en una hermosa mansión con varias hectáreas de terreno, convertido en una especie de gentleman farmer. Hay que decir que no sólo vive de sus ingresos como escritor, sino que en un golpe de astucia -y después de muchos años de batallas legales- consiguió hacerse con el fondo del que fuera su primer editor, Olympia Press, una curiosa empresa editorial que, junto a pornografía pura y dura, se atrevió a publicar en los años cuarenta y cincuenta las obras de autores hoy consagrados que nadie había querido. Según el New York Times Book Review (1958):
"Tres cuartas partes de los libros que publica esta editorial son simple pornografía, el cuarto restante son libros 'buenos' o incluso 'magistrales'."
Entre los libros que Maurice Girodias, el propietario, consideraba sus libros 'buenos'  estaban nada menos que Lolita, de Nabokov, The Ginger Man, de Donleavy, Molloy y Watt, de Samuel Beckett y varios títulos de Jean Genet.

J.P. Donleavy (Foto: Kenneth O'Halloran)