HUMORISMO Y RETÓRICA, según PÍO BAROJA

Por Profeblog @Profeblog

    En HUMORISMO Y RETÓRICA, de PÍO BAROJA
DISTINGUIMOS    El humor es como el ave fénix que renace constantemente de sus cenizas, es un extraño pajarraco mal definido, que tan pronto parece gris como lleno de plumas brillantes y de colores. [...]     No es fácil siempre separar el humorismo de las especies literarias algo afines, el humorista se confunde muchas veces con el cómico, con el satírico, con el bufón y con el payaso. Como el camaleón cambia constantemente de color y estos cambios de color no lo confunden, sino que le caracterizan.    Entre el cómico antiguo y el cómico humorista moderno quizá no haya más diferencia que los nervios, la sensibilidad. Los antiguos tenían los nervios más duros que los hombres de hoy. Un QUEVEDO de nuestros días no mortificaría a su Don Pablos con tan constante saña y un CERVANTES actual no haría que a su Don Quijote le golpearan tanto. Desde la época en que se escribieron estos libros a acá nuestra sensibilidad se ha afinado. Los estúpidos dicen que eso es sentimentalismo.  [...]     No es fácil, seguramente, separar el tipo cómico clásico del humorista, tampoco lo es distinguir cierto tipo de humorista del satírico. Hay varias clases de humoristas. Hay el humorista de cepa amarga estilo SWIFT y el humorista de cepa predicadora estilo THACKERAY y la cepa agridulce de STERNE y la malvasía de DICKENS. Los primeros de cepas agrias se confunden con los satíricos; indudablemente entre ellos no puede haber más que ligeros matices que los separen.    Parece que el satírico juzga el mundo y los hechos teniendo como norma exclusiva la virtud, y que el humorista no tiene una norma tan definida y tan clara; el punto de vista del satírico es un punto de vista moral, el del hombre de humor es un punto de vista filosófico. Podría añadirse que el satírico tiene un ideal que aunque no esté convertido en máximas o en sentencias, no sería difícil convertirlo, y que el humorista, si tiene un ideal, debe ser un ideal un tanto vago y subjetivo. El satírico tiende a la corrección y al látigo, el humorista a la interpretación y al bálsamo.    Esto haría suponer que el satírico es hombre de espíritu lógico y el humorista es más bien un sentimental. El uno hombre de cabeza, el otro hombre de corazón.     El punto de partida de ambos no es tampoco idéntico.   El satírico parte de una irritación agresiva, ataca y tiende a hacer reír, el humorista siente una excitación no agresiva y tiende a hacer reflexionar. Respecto al tono, el satírico emplea un tono más elocuente y más retórico. No en balde la sátira es casi una invención de la Roma antigua.    El satírico es un ser razonable que cree en la razón, el humorista es un individuo razonable que duda de la razón (...). El satírico, desde el banco de los buenos, señala a los malos y a los locos; para el humorista el mundo tiene por todas panes algo de jardín, de hospital y de manicomio.    El humorista no puede tener la risa rencorosa de las gentes de mentalidad simplista [...].   Respecto a la cosa representada, hombres, sociedad, etc., el satírico tiende a dividir el mundo en buenos y malos o en gente de época buena y de época mala, el humorista menos aficionado a divisiones históricas y morales, tiende a encontrar bueno y malo, todo revuelto, en todos los hombres y en todos los países.    ¿No somos la mayoría de los hombres así, mitad buenos, mitad malos, medio cristianos medio paganos, mitad hombres, mitad bestias como los centauros? [...]    Que la sátira no es el humorismo, se comprueba con casos, por ejemplo el de VOLTAIRE, que siendo el mayor satírico de los tiempos modernos, no tuvo rasgos de humor. En él había demasiado ingenio para que se notase la naturaleza.    El ingenio y la ironía no se pueden identificar con el humorismo; la ironía es objetiva, más social, puede tener técnica; el humorismo es más subjetivo, más ideal, más rebelde a la técnica. La ironía tiene un carácter retórico, elocuente; el humorismo se inclina a tomar un carácter analítico y científico.
Fuente: BAROJA, Pío: La caverna del humorismo. Madrid, Caro Raggio, 1986, Pp. 63-75.