Al ingresar en la Unión Europea en 2004, para evitar que ocurriese lo mismo que con Reino Unido o Dinamarca, que rechazaron adoptar la moneda común, los 10 países (entre ellos Hungría) tuvieron que firmar una cláusula que les obligaba, tarde o temprano, a ser miembros de la eurozona. De ellos, Eslovenia fue el primero en 2007, seguido de Chipre y Malta en 2008, la vecina Eslovaquia en 2009, Estonia en 2011 y Letonia en 2014. Lituania lo hará en 2015.
Por ello Hungría forma parte junto con Polonia, República Checa, Suecia, Rumanía, Bulgaria y Croacia de los países que en un futuro tiene que adoptar el euro, aunque al no haberse concretado ninguna fecha es bastante ambiguo el asunto.
En primer lugar hay varios criterios de convergencia que cumplir, los más famosos son la inflación, el déficit y la deuda pública. La inflación, que hasta ahora rondaba el 5% anual, es el primer objetivo fallido, si bien este año parece que la escalada de precios se ha moderado y podría cumplirse. La deuda, que ronda el 80% es el gran problema, ya que debería bajar al 60%, y para ello se necesitarán unos cuantos años, aunque sabedor de ello, la UE sería flexible con esto. Por último, el déficit es lo único que el gobierno parece tener bajo control gracias a su política de fuertes impuestos y contención del gasto.
El gobierno conservador, en el poder desde 2010, siempre se ha mostrado reacio al euro, al contrario que los socialistas. Debido a la enorme pérdida de control económico que supone ceder un elevado número de competencias al banco central europeo (entre ellas el control de muchos impuestos), Fidesz siempre ha mostrado bastante desinterés por el tema (en realidad, aunque estuviesen interesados tampoco podrían ingresar al no cumplir los criterios de convergencia, pero así pueden zanjar el debate).
Además, últimamente han decidido que debilitar el forint es la tecla clave para reactivar la economía húngara. Es por ello que llevamos ya bastante tiempo con el forint por los suelos (se ha depreciado en torno a un 15% desde que llegué a Hungría hace más de cinco años). En teoría, una moneda barata haría más atractivas las exportaciones. Pero claro, ya han advertido muchos expertos que esto es cierto cuando el país exporta materias primas, pero Hungría exporta manufacturas, lo que significa que de hecho debe importar materias primas para elaborarlas, y al salir estas más caras el resultado final es que las exportaciones no bajan de precio. Además todo aquello importado (como muchos alimentos) es mucho más caro con la moneda a la baja, lo que supone una carga extra para el ciudadano. Pero bueno, ya veremos qué termina ocurriendo.
¿Y la gente de la calle qué piensa? En general hay bastante optimismo con el euro, que recuerda a la dulce inocencia que había también en España antes de que llegase la moneda única, y las encuestas son bastante favorables.
Una gran pregunta que siempre escucho es si en Hungría aceptan euros, y si es así, si merece la pena pagar con ellos o cambiar a forint. Mi respuesta es clara: poderse, se puede pagar con euros en muchos sitios, pero es totalmente desaconsejable.
En Budapest, la mayor parte de los comercios permiten el pago con euros (eso sí, siempre con un cambio mucho peor que el oficial, que puede variar entre un 5 y un 15%). Esto significa que si pagamos en euros todo nos supondrá entre un 5 y un 15% más caro. Para poner un ejemplo, este verano el forint se ha movido en torno a unos 310-315 por euro. En los lugares que aceptaban euros el cambio estaba a 260, 280 ó 300. Siempre bien anunciado, para no engañar a nadie.
Al retirar efectivo de cuentas en euros de los cajeros automáticos, muchas veces se nos ofrece un cambio (que es en torno a unos 10-12 forint más bajo que el oficial), así que lo aconsejable es rechazarlo y pedir que nos carguen forint y no euros en la cuenta. Nuestro banco siempre nos va a hacer un cambio mucho mejor. Pero ellos lo intentan por si cuela. Cada vez que voy a un cajero y me aparecen estos cambios tan malos no puedo evitar una sonrisa cuanto menos.
En las casas de cambio que hay por las calles de Budapest suelen cargar una pequeña comisión, además de vender el forint algo más caro que el cambio oficial (pero se tienen que ganar la vida, claro).
En resumidas cuentas: si pagáis con euros, os saldrá todo más caro. Y entre sacar dinero de los cajeros o cambiarlo en las ventanillas, pues que cada uno compare la comisión que le cargará su banco y haga cuentas para ver qué le sale mejor. No diré nombres, pero algún banco español no cobra comisión alguna en ningún cajero del mundo.
Por otra parte, hay muchas aplicaciones para smartphone que nos dicen la cotización de las divisas a cada momento. Utilizarla cuando viajamos nos tendrá permanentemente informados de cual es el cambio oficial en cada momento, y así podremos comparar. Por último, siempre en el centro de las ciudades ofrecen el peor cambio. Cuanto más nos alejemos de allí, mejor cambio nos harán (hombre, tampoco hace falta irse a las afueras, solamente no cambiar en la calle principal).
Cada uno elige entre comodidad y dinero extra, pero mi recomendación es que incluso aunque vayáis con el bolsillo lleno, pensad que al final del viaje habréis ahorrado una cantidad suficiente como para darse una buena cena o incluso otro pequeño viaje o escapada, simplemente por seguir estos consejos.
Podéis leer otra entrada sobre el forint, más general, en este mismo blog haciendo click aquí.