Vuestro querido bloguero, amigos y amigas, hállase estos días bastante sobrecogido y sobrestresado por una asunto de sobres (que no de sobras, pardiez, ya quisiéramos todos que nos llegaran unas sobras así) que me tiene enojado, encocorado, molesto y sobreexcitado, así es que he decidido olvidarme del tema antes de que me reviente el trigémino de puritita excitación y hablaros de mis bibliotecas y los monstruos que contienen: son un cajón de sorpresas, un cofre lleno de tesoros ocultos en forma de libros que aparecen y desaparecen como la isla de San Borondón o las lagunas de Ruidera (¿o eran las Tablas de Daimiel?).
Como podéis ver en las fotos, el desorden en mis librerías es total, lo que les da el encanto de lo misterioso, de la aventura. ¿Qué libro desparecido se revelará hoy ante estos pecadores ojuelos?.
Y, héte aquí, queridos lectores que me soportáis (si no me soportárais no habríais llegado hasta aquí), que he desenterrado, hurgando y hurgando dos magníficos incunables (o casi) de dos monstruos sagrados: Los "cien años de soledad" de Gabo y "un día en la vida de Ivan Denísovitch" de Soltzenitsin. Ya sé que me vais a decir que no tienen nada que ver el uno con el otro y que dos escritores más dispares es imposible encontrar:
Es cierto que poco tienen que ver la luminosa aventura tropical del Gabo con el frío siberiano de Soltzenitsin, pero, la verdad es que se me han aparecido juntos en mi librería. Por algo será. Tenía ambos ejemplares desde tiempo inmemorial. Sus páginas están amarillas y sus cubiertas, que ahora, los "modelnos" llamarían "vintage", llevan la marca del tiempo que han pasado sin que unos ávidos ojos se fijen en ellos. Por una vez, además, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con los sabios suecos que les otorgaron un premio Nóbel a cada uno. ¿Veis?, ya tienen algo en común.
Os voy a decir la verdad, amigachos: esta es la tercera vez que leo "cien años de soledad". Lo leí por primera vez hace años, y se me olvidó totalmente. Tanto que, en los noventa decidí leerlo otra vez. Me gustó casi más que la primera vez, creo recordar, pero.. ¡ay! se me olvidó todo otra vez, así es que cuando mi viejo libro se me ofreció así, desnudo, mirándome desde uno de los rincones de una de mis librerías, me dije: ¡sus y a ello, Sorokincillo! a ver si esta vez consigues que no se te olvide. Y, tras leerlo esta vez, he comprendido por qué es tan difícil de retener toda la historia: es que no es una historia, son ciento. Cada diez o doce páginas aparecen aventuras nuevas, que darían cada una de ellas para hacer una novela independiente. Es como un castillo de fuegos artificiales, cada cohete se rompe en varios que a su vez se rompen en varios. No hay una melodía única, como en la música barroca. El único lazo de unión, es la historia de los Buendía y de su pueblo, de Macondo. Para ayudar un poco a seguir la trama, he encontrado este árbol genealógico en la Wikipedia:
Me he quedado fascinado una vez más, sin poder levantar los ojos del libro. He subido al cielo con la bella Remedios, he adorado a Pilar Ternera y he detestado a Fernanda del Carpio, la más pura esencia de la beatería y de la intrensigencia. Amigotes: leedlo otra vez, de verdad. Vale la pena.
La historia del libro de Soltzenitsin es diferente:
Lo tenía en mi biblioteca desde siempre, desde que lo compré hace años, pero nunca me decidí a leerlo. Lo miraba incluso con prevención. El bueno de Alexander fue muy criticado en ciertos medios, acusándolo de reaccionario y de servir la causa del imperialismo gringo, etc, etc. Me parece totalmente injusto, pero bueno, ese era el "Zeitgeist" de la época. Un servidor, oh amigos, desembarazado de clichés de ese tipo desde hace ya un tiempo, se decidió a abrir el incunable. Y ¡Oh sorpresa! me maravilló. Es cierto, es la historia de Denísovich en un campo del Gulag, pero no hay sitio ni para un lugar común, ni para una reflexión amarga y dolorida sobre su situación. Es la historia de cómo se vive un día en el Gulag, llena de sentido del humor y contando con sencillez las aventuras diarias para que no te quiten la reción de pan, o como te pones en la cola los primeros para llegar al comedor. Eso es lo terrible: el protagonista lo acepta todo sin rechistar, sin amargarse, como, a pesar de todo, quiere acabar correctamente el trabajo que está haciendo... todo con un amargo sentido del humor, pero sin tragedias. De verdad, si no lo habéis leído, leedlo.
Ya sé que ninguno de los dos libros que han aparecido en mi biblioteca están de moda. Ya lo sé, pero yo desconfío de las modas. No digo que no haya que prestarles atención, pero no hay que seguirlas a ojos ciegos, porque puedes acabar tragándote unos bodrios de aquí te espero (y no voy a mencionar las cincuenta sombras de Grey, no, Dios me libre, que ya lo hice el tro día)
Besotes a todos.