Se descargó mi mochila,
apenas tiene un par de pantalones,
pero está llena de sueños,
me acompañan y se van cumpliendo,
entonces, se vuelve a descargar.
En la mano derecha llevo a mi colega,
es quien mejor acompaña la soledad,
vamos viviendo emociones,
poniéndoles un par de acordes,
y plaf, otra melodía callejera.
Y me fui no más, imaginando como sería la isla, sin nada preparado, llegué improvisando con una sonrisa.
Me quedé en la casa de mi couchsurfing, Emilio, un tipo extraño y agradable.
Compartí dos días con Alexandra y Jakoda, dos chicas de Polonia a las que pronto iré a visitar.
Después me instalé por un mes en el “Lua-Lua hostel”. Sigue mi atracción por vivir en hosteles.
A la semana ya tenía trabajo arreglando la casa de Emilio y tocando el la calle ganaba mejor que en la península. Sin duda Canarias me estaba esperando hace tiempo.
El clima era cálido, 30° grados casi todos los días, a la sombra estaba frío, las nubes constantes en Las Palmas y el vientito del Atlántico.
Alquilar un coche sale 20 euros por día, si se comparten los gastos entre varias personas pueden recorrer la isla a buen precio. Los hosteles cuestan entre 10 y 25 euros por noche. En las noches de Las Palmas, puedes salir al 3×1 donde la bebida es bastante barata. Los miércoles hay fiesta de hosteles en un local que se llama Limbo. Existen también algunos coffe shop en la isla donde puedes comprar Marihuana, aunque tienes que consumirla en el local, la policía es muy estricta con el tema de los petas, si te encuentran con alguno la multa es de 500 euros.
Hacer amigos fue bastante fácil, solo bastaba con tomar la guitarra y tocar en la playa unos minutos.
Iba con la idea de hacer bastante deporte y limpiarme un poco emocionalmente. Cuando estaba hablando de esto con los chicos del hostel, me invitaron a hacer surf al día siguiente.
Gonzalo me dijo: “Bien, tienes que nadar y cuando viene la ola te das vuelta y te pones de pie”. Muy específico ¿no?
La verdad no fue tan fácil, tragué mucha agua y las olas se creían que yo era verdura y ellas una batidora.
Al cabo de 30 minutos de golpes, agua en la nariz y frustración Fabián me enseño cómo atravesar las olas nadando. Todo empezó a tener sentido. Después de unos días me hice socia de un club de surf y tras varios días practicando me pude parar. ¡Que satisfacción aprender cosas nuevas!
Al cabo de dos semanas ya estaba adaptada al lugar y con muchos amigos nuevos de incontables culturas diferentes. Aprender en la práctica es mucho más fácil e incluso tiene mayor calidad.
En el hostel la buena onda era permanente, todos los miércoles cenábamos y salíamos todos juntos. Cada día había actividades para hacer, desde dormir en la playa hasta jugar a las palas en la terraza.
Una noche de despedida, fuimos a la playa después de cenar. Allí nos encontramos con chicos de otros hosteles, empecé a hablar con unos alemanes -qué raro yo y mi imán alemánico (¿)- intercambié número con uno de ellos y a la semana nos juntamos, lo mágico de todo esto es que él es de mi ciudad favorita en Alemania, Wiesbaden. Y ahora, después de un mes y medio estoy viviendo aquí, él es prácticamente un hermano.
Me gustó mucho esta isla, y volveré para escapar del invierno la siguiente temporada.
Si tenés ganas de ir y necesitas algún contacto de couchsurfing o buenos hosteles, mandame un mail desde la página.