I Corre por ellos Decathlon Guadalmar

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante

Como adelanté hace unos días, este sábado se iba a llevar a cabo una iniciativa preciosa en el Decathlon de Guadalmar, en el que nuestros kilómetros recorridos en cintas de correr se convertirían en kilos de pienso para la protectora de animales de Málaga.

De inmediato contacté con ellos y me puse a su disposición para echar el mayor número de horas posible, e intentar, por qué no, alcanzar los 100 kilómetros en las 12 horas que duraría la iniciativa.


Inicialmente se iban a colocar dos cintas de correr, pero tras estudiar la propuesta, decidieron colocar una tercera, que tendría el grandísimo honor de tener a mi disposición durante todas las horas que lo requiriese.

A las 8 y media ya estaba en el exterior del Decathlon, con una mochila cargada con botellines de isotónica, agua, barritas y geles.

Tras la apertura al público, las presentaciones debidas y prepararlo todo, subí a una de las cintas; en las otras dos ya había dos muchachas corriendo; se estaban reservando para la carrera de hoy en Cártama, pero llevaban buen ritmo.

Yo por mi parte me puse a un ritmo de 5:45 minutos el kilómetro y comencé a trotar.

Chemi y Mariola se encargaban de que no nos faltase de nada, ofreciéndonos agua, alguna barrita o gel, y papel para ir quitándonos el sudor.

Sobre media después de comenzar a trotar, las chicas dieron por terminado su turno y dieron un relevo, pero como ya había gente esperando, decidieron poner una nueva cinta.

En la de mi izquierda se colocaron, turnándose, Javier Romo, compañero en la XXXII Subida Internacional Granada - Pico Veleta y su hijo Guillermo, que con tan solo 6 añitos completó 3 kilómetros con una facilidad inusitada, y a mi derecha, Francis, que me reconoció de la pasada III Media Maratón Ciudad de Cártama.


De izquierda a derecha, Francis, servidor y Javier

Cuando había completado la primera media maratón me dio por darle al botón de inclinación... ¡y comprobé asombrado como llevaba casi 2 horas corriendo con una inclinación del 3%...!

Javier me comentó que ya se había fijado en que mi cinta tenía pendiente, pero pensaba que así me motivaba más.

La puse al 0% y de inmediato noté como la cantidad de esfuerzo que tenía que hacer para avanzar disminuía drásticamente.

Sin darle más importancia seguimos corriendo, animados por el equipo musical que había traído un compañero (aunque yo tenía una lista de reproducción de 10 horas preparada, que podéis consultar aquí).

De repente, se fue la luz, justo cuando mi cinta marcaba 24,2 kilómetros.

No tardó en volver, y aunque costó un poco arrancar de nuevo, volvimos a ponernos en marcha... hasta el segundo corte, poco más de 5 minutos después (acababa de pasar el kilómetro doscientos...).

Aproveché esta segunda parada para ir al baño, siendo toda una batalla el mantener una línea recta al andar tras haber pasado tanto rato en la cinta.

Cuando volví a la cinta, acumulando 25,4 kilómetros, ya había vuelto la luz, y seguimos corriendo sin incidencias, bajo los atentos cuidados de Mariola, ahora con la camiseta de la Maratón de Málaga, y Chemi.

Cada vez había más personas esperando para sumar sus kilómetros, mayores y jóvenes, hombres y mujeres, atletas, como un muchacho del Triatlón Bahía Málaga, que estuvo corriendo a unos ritmos muy fuertes o Mariví, una mujer que no había corrido nunca pero quiso sumar sus buenos kilómetros andando; cada paso, contaba.

Aun así, los relevos se iban produciendo con bastante fluidez, lo que personalmente me ayudaba mucho.

Tenía que ir buscando algo que hacer, e iba alternando ojear como iban mis compañeros con escuchar música de la lista de reproducción o quitarme los cascos, beber agua o isotónica... y cuando no sabía qué hacer, miraba un par de zapatillas Domyos del 41 que tenía en la estantería de enfrente, a la altura de los ojos.

Al llegar al kilómetro 40 decidí volver a parar para ir al baño, con un mareo mucho mayor que el de la primera parada; tanto, que en el servicio, al cerrar los ojos, comenzó a darme un punzada en la cabeza que me acompañó de vuelta a la cinta.

Ya comenzaba a notar las piernas cansadas, así que fui avanzando lentamente, comenzando a 4 km/h y caminando con soltura, tomándome un gel, siguiendo por 6 km/h, caminando ya a ritmo, y acabando a 10 km/h.

Tuve que acabar subiendo el ritmo por encima de los 6 minutos el kilómetro ya que notaba las piernas aun pesadas, y el impacto en la velocidad del contador de kilómetros me hizo eterna la siguiente hora... acostumbrado a haber estado casi 4 horas corriendo a 5:45, al correr a 6:15 parecía que no avanzaba.

Aun así, muchos curiosos y clientes se acercaban a animarnos, y algunos, como Zulito 01 y otros me conocían de Strava o de esta web; sus ánimos fueron cruciales en esa hora clave.

La punzada de la cabeza no remitía, aunque gracias al ibuprofeno que me trajo Chemi se alivió muchísimo.

Cuando llevaba 48 kilómetros volví a parar para ir al baño, y al volver, tras casi 5 horas en la cinta, tardé bastante más de lo previsto en volver a arrancar.

Me tomé una barrita y una gominola que Mariola me había traído (a todos los voluntarios se les ofrecía igualmente agua y barritas o geles) y poco a poco fui subiendo el ritmo, aunque acabé fijándolo a 6:30 minutos el kilómetro, y me costaba encontrar una candencia cómoda.


Tras algo más de 6 horas sobre la cinta; 160 km acumulados de los que aportaba ya 55

Poco después Chemi y Mariola se despidieron de mi y me presentaron a Curro y Montse, quienes serían sus sustitutos en el turno de tarde.

Me entretuve bastante hablando con una familia rusa que estaba impresionada por haber alcanzado ya los 60 kilómetros y por correr con las Terra, que acumulan ya más de 1.000 millas.

La verdad es que la conversación me vino genial para apartar la mirada del contador, que ahora, avanzando a 7 minutos el kilómetro, y con dificultad, costaba una eternidad ascender.

Escribí a Mayte, aun en el trabajo, y le dejé un mensaje comentándole que tenía un mareo increíble (con náuseas de tanto en cuando), y le decía que si en una hora no mejoraba la cosa, lo dejaba; sabía que vendría directamente del trabajo a verme, seguramente hasta sin comer, y estando así no iba a hacerle venir para verme sufrir y hacerle sufrir a ella.

Tras avisar a Montse del Kilometraje que llevaba volví a parar para ir al baño, me tomé mi tiempo en esta parada y volví caminando tranquilo a la cinta.

Me puse a caminar un buen rato, hidratándome bien y tomándome un par de barritas, y me puse a correr de nuevo, pero me costaba mantenerme en el centro de la cinta (tenía que ir tomando la referencia con las manos para no irme de un lado a otro) y había veces que al pestañear se me nublaba un poco la visión.

Ya estaba llegando a los 65 kilómetros, así que decidí que al llegar a esa cifra lo iba a dejar.

Me daba mucha lástima porque quería hacer los 100, y el ver pasar a curiosos con sus perritos me daba fuerzas, pero la verdad es que cuando la cabeza no funciona, no importa lo que quieran las piernas.

Así, entre trote y marcha llegué a los 65 kilómetros, y aunque me encontraba ya algo mejor, no quería forzar el cuerpo, y con Mayte a punto de salir del trabajo sabía que si seguía, ya iba a llegar a los 100 aunque fuese a costa de mi propia salud.

Quedaban 4 horas para que cerrase el Decathlon, y simplemente caminando a un ritmo constante podía hacer 24 kilómetros, pero ya he pagado en el pasado las consecuencias de forzar la máquina por encima del límite.

Contento por haber alcanzado los 65 kilos de alimentos pero triste por no haber cumplido el objetivo de los 100 informé a Montse, que me echó una foto y me dio la enhorabuena.


65 kilómetros en 7:20:57, sin parar el crono desde que pisé la cinta hasta que decidí bajarme

Todos los compañeros me felicitaron, y además me hicieron entrega de una bolsa de Decathlon con un montón de productos Aptonia que me van a venir fenomenal para futuros retos, ya que de la caja de Powerbar que me mandaron a medidos de años los de Campz apenas me quedan una decena de barritas.

Fue un detalle realmente bonito, al igual que la iniciativa, me llevo un recuerdo inmejorable de esta aventura sobre cinta.

Quiero mandarle un saludo a todo el equipo de Decathlon Guadalmar, por su iniciativa, su trabajo y su compañerismo (en las horas valle ellos mismos, tras acabar su turno o antes de empezarlo, corrían en las cintas para no dejarlas paradas en ningún momento); desde luego tiene que ser una grandísima experiencia trabajar rodeado de ese nivel de calidad humana.

Por último, me despido con un análisis "técnico" de la experiencia, que sin duda repetiría, ahora con mucha más experiencia.

Para alguien que nunca había pasado más de 30 minutos corriendo en una cinta, y que puede contar con los dedos de una mano la cantidad de veces que ha vivido la experiencia, pensándolo fríamente, proponerse alcanzar 100 kilómetros roza la línea entre la audacia y la temeridad.

Físicamente trabajas todo el rato la misma musculatura, ya que en ruta siempre tienes alguna subida para subir andando y recuperar y alguna bajada para intercalar grupos musculares, pero en cinta el movimiento es muy monótono, y hay que prestar atención a la pisada para no apoyar mal y sobrecargar las piernas; sin duda es algo que para un reto de este calibre habría que entrenar, ya que correr en cinta es mucho más duro que correr en la calle.

Pero lo más duro de este reto es la dimensión mental, y aunque el tránsito continuo de la gente ayuda mucho a evadir la atención de la cinta y el contador de kilómetros, tienes que estar continuamente buscando algo que te "saque" de la situación, trabajo de imaginería mental, conversaciones, pequeñas rutinas como beber cada x metros...

Tengo ya bastante experiencia en pruebas con distancias de 3 dígitos y en carreras en formato de 24 horas, pero no recuerdo ninguna situación en la que tuviese que luchar contra la monotonía con tanta fuerza.

Me quedo con muy buen sabor de boca, con haber pasado más de 7 horas corriendo sobre la cinta y con esos 65 kilos de alimento que pude aportar a la causa.

¡Muchas gracias a todos por la iniciativa, los ánimos y los kilómetros aportados!


430 kilómetros, 190 euros donados y numerosos enseres... ¡todo un éxito!