I Guerra Mundial Terrorista

Publicado el 21 marzo 2015 por Cronicasbarbaras

Permítame que yo, como autor de esta crónica, me atribuya le autoría y definición de la guerra que nos ha declarado el yihadismo como I Guerra Mundial Terrorista (IGMT), aunque acepte sin creer que es un buen título el de III Guerra Mundial que le dio el rey Abdalá II de Jordania.

En la UE, la OTAN y en cada país que se siente amenazado por la yihad del Daesh, el Estado islámico que asesina cada vez más cerca de nosotros, las autoridades hablan discretamente de responder a los yihadistas como Harry el Sucio, el policía de San Francisco interpretado por Clint Eastwood que hacía justicia sin respetar la ley, pero que conseguía acabar con los asesinos en serie. 

Rafael Vera, secretario de Estado para la Seguridad con Felipe González entre 1986 y 1994, condenado en 1998 por secuestro y malversación de caudales públicos en relación con la "guerra sucia contra ETA" de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), acaba de justificar en TVE aquellos actos porque, aunque llegaron a matar a algún inocente, iniciaron la decadencia de ETA, según afirmó. 

Gran parte de la opinión pública española rechazó los 27 asesinatos del GAL –ETA ya había matado a varios cientos de personas—, casi únicamente porque fueron dirigidos por policías corruptos e incompetentes. 

Ante el yihadismo debemos exigirle a los políticos que le adviertan a los yihadistas que una vez capturados o muertos sufrirán contacto con lo que más les horroriza en prisión o antes de morir: productos de cerdo y sangre menstrual femenina: eso no es guerra sucia, sino otra forma de muerte, aunque el castigo espiritual sea eterno. 

Además de responderse con armas de fuego a quienes nos han declarado la IGMT, y al contrario de lo que se hizo con Bin Laden, arrojado al mar según el rito islámico, debe seguirse el ejemplo del general Pershing en Filipinas con los moros levantiscos a principios del siglo pasado, enterrando a los yihadistas entre productos porcinos. 

Y exigirle a los imanes y musulmanes supuestamente moderados, y esto es lo más importante y prueba de su sintonía con las democracias, que demuestren su respeto hacia esta medida, que deben predicar como un castigo de Alá.

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SALAS