Como muchos de los que me conocen saben, mi verdadero nombre es Mandela. Tal cual como el ex Presidente de Sudáfrica Nelson Mandela. Mis padres medios hippies me dieron ese nombre inspirado en este gran hombre, que supo perdonar lo imperdonable y sacar de raíz el odio del corazón de muchos que sufrieron y vieron sus vidas destruidas por el temor y la ignorancia.
A pesar del honor que conlleva llevar el nombre de esta asombrosa persona, no me fue fácil aceptarlo como tal, mientras crecí como una niña y adolecente en Chile. Entre lo exótico y raro que es el apelativo, nunca faltó la persona, niños y adultos por igual, que lo confundían con otro como "Manuela", "Marcela" o "Magdalena", o simplemente sucumbían a burlarse de mí por llamarme tan alternativamente.
No obstante, este pequeño repaso por mi accidentada crianza a partir de mi nombre, llegó mi esperada adultez y con ella dejé de enfocarme en los aspectos negativos de llamarse Mandela y me abrí a aceptar la plenitud de significado y potencial valor que significa llamarme como me llamo. Todavía me voy por apodos, como Mandy, Mande o, como me dicen ahora en Luxemburgo, "Ella". Pero con cada año que pasa, especialmente desde que vivo fuera de Chile, y con tanta aventura patiperra en el cuerpo, me encuentro pensando cada vez más en lo acertados que fueron mis papás en darme un nombre con tanto significado.Porque ahora que vivo enamorada con un hombre blanco-blanco, con quien espero algún día tener un par de hijos preciosos, muchas veces me detengo a pensar en la mezcla maravillosa que saldrá de mi útero. En mis venas corre sangre chilena por parte de mi padre, o sea, sangre española e indígena. Y también corre sangre negra por parte de mi madre, que a la vez ella tiene un poco de mezcla con sangre escocesa, de pieles blancas y colorinas que viene de su abuela (mi bisabuela).Y me pongo también a pensar en lo increíblemente maravilloso que es que en mi propio universo como mujer llamada Mandela Muñoz existan tantas razas, tantas culturas que conviven en paz. Que a pesar de que vivieron tantas guerras y tanta discriminación por verse como eran, diferentes a la "gente normal" (mi padre exiliado por la dictadura chilena, mi bisabuela blanca que se casó con un negro allá en los años 20s y tuvieron que sortear tanta discriminación, mi abuela que huyó de Inglaterra durante la segunda guerra mundial, mi propia madre durante las revueltas en Londres durante los 70s) siguieron adelante, daltónicos ante el color del amor.
Además que las galletas mixtas saben mejor...
Es por eso que hoy, en honor al aniversario de medio siglo del afamado discurso de Martin Luther King, Jr., le dedico esta entrada a todos mis antepasados que se la jugaron por un mundo mejor y a quienes les prometo seguir cumpliendo tan hermoso legado entregándome al amor y al respeto, sin color, sin fronteras y sin idiomas.Para quienes quieran escuchar el tremendo discurso del Sr. King, lo pueden ver a continuación: