Pues bien, en 1955 se estrenó la película homónima dirigida por Daniel Mann y protagonizada por una inmensa Susan Hayward demostrando nuevamente (recordemos Una mujer destruida, por la que consiguió su primera nominación) que el papel de alcohólica le iba como anillo al dedo. Lillian es cantante porque su madre (Jo Van Fleet, la mamá de James Dean en Al Este del Edén) se ha empeñado en que así sea. La película arranca con una cita bastante premonitoria de la verdadera Lillian Roth que dice: "Mi vida nunca me perteneció, estaba trazada desde que nací." Y es que da bastante penita ver el descenso de Lillian a los infiernos, una caída libre que comienza cuando se queda viuda y una asistente le ofrece una copa como único antídoto para poder salir al escenario.
Además del drama, me han parecido muy interesantes los números musicales. Aunque Hayward está un pelín rígida, creo que resuelve con solvencia estas escenas.
En algunos momentos, a Susan Hayward tampoco le perteneció su vida. Integrante de la estirpe de las pelirrojas indómitas de Hollywood, todo en ella parece indicar que desde muy pronto tuvo claro cuál era su objetivo: el Oscar. Le llegó con la gran Quiero Vivir (Robert Wise, 1958), pero fue nominada otras 4 veces al premio. Mientras tanto, fue convirtiéndose en una de las grandes drama queens de Hollywood . Descubierta por Cukor en una revista cuando trabajaba de modelo, el director le sugirió que se presentara al casting de Lo que el viento se llevó. No consiguió el papel de Escarlata, pero sí un contrato primero con la Warner y después con la Paramount, bajo cuyo amparo llegó a ser una de las estrellas más importantes interpretando a mujeres bastante parecidas a ella. Y es que durante el rodaje de Mañana lloraré Susan Hayward intentó quitarse la vida con una dosis de somníferos acompañados de ginebra. Por suerte, una llamada de teléfono a su madre evitó la tragedia. A las preguntas de la prensa, Hayward respondió: " Ha sido algo entre Dios y yo. No voy a hablar sobre ello".
Los problemas de Hayward con la bebida habían comenzado a raíz de su primer matrimonio con el padre de sus gemelos, Jess Barker, a quien conociera en la Hollywood Canteen. En 1953, tras una fuerte discusión, Barker la arrojó vestida con un albornoz a la piscina. Estuvo a punto de ahogarse. Este fue el The End de su primer matrimonio.
El mismo verano de su divorcio, Susan Hayward participó en la radioctiva El conquistador de Mongolia (Dick Powell) junto a John Wayne o Agnes Moorehead. La producción fue rodada en un desierto en donde eran habituales las tormentas de arena. Al parecer, con el viento también llegaba polvo procedente de un campo de pruebas nucleares. De las 220 personas que integraron el film, a principios de los 80 casi cien habían desarrollado algún tipo de cáncer. Wayne, Moorehead y Susan Hayward también.
Tras su segunda boda en 1967 (con Floyd Eaton Chalkley, un político local), Hayward recupera cierta estabilidad marchándose a vivir a un pueblo de Georgia y dedicándose a ser madre y esposa. Fueron los años del Oscar, de la calma, de peliculitas como Adonde fue el amor (Edward Dmytryc, 1964) basada en aquel escándalo en casa de Lana Turner (aquí Susan Hayward sería Lana y su madre Bette Davis. Ahí es nada) o Horas Robadas (Daniel Petrie, 1963) remake de Amarga Victoria (Edmund Goulding, 1939). Después, ya viuda, llegarían esos papeles de gran estrella insufrible como El valle de las muñecas (Mark Robson, 1967) o Mujeres en Venecia (Mankiewicz, 1967) y también llegaría el primer dignóstico de cáncer, un tumor en el pulmón, y, poco después, el tumor cerebral. "Se equivocan. Váyanse al infierno", espetó a los médicos.
A comienzos de 1974, algún periódico aseguraba que Susan Hayward estaba moribunda. En este titular encontró la fuerza necesaria para organizar su reaparición. Habló con los productores de los Oscars y solicitó poder entregar un premio. El 2 de abril de 1974, Susan Hayward demostró en el Dorothy Chandler Pavillion que seguía viva. Con peluca, 35 kilos de peso e innumerables inyecciones en su cuerpo, apareció acompañada de Charlton Heston para entregar el Oscar a la mejor actriz. Fue su última aparición pública antes de su muerte, el 14 de marzo de 1975.