I ran

Por Francescbon @francescbon
La vi hace unos días: de hecho cuando escribí sobre el fenómeno de HispanTV debería haber enlazado rápidamente el tema, pero qué cabeza la mía. Sí: solían impactarme las películas que me gustaban. Solía hacer una cola de decenas de metros y solía buscar una fila cercana a la pantalla y solía buscar una postura cómoda cuando se acababan los anuncios. Todo eso ya es lejano: el cine, tras ver series, demasiadas series y prolongadas (11 de agosto; subrayado en mi agenda), ha dejado de ser lo que fue. Dos horas no suelen dar para mucho. Pero las dos horas de Argo valen la pena si hacemos esa consideración: un episodio aislado en medio de un conflicto de largo recorrido. Argo cuenta la historia del asalto de la embajada de USA, tomada por la turba iraní en medio de la revolución de los ayatollahs. Recrea los hechos y cómo una especie de héroe americano (cómo no) pertrecha un plan para salvar a una serie de diplomáticos de lo que parece ser un final más que incierto: si los iraníes los atrapan en su huída los acusarán de ser espías, de colaboracionismo con el régimen saliente (el del Shah Palevi, que, afortunadamente, es presentado de forma objetiva como otro extremo igualmente maligno). Ben Affleck, que suele parecerme un guaperas plano hasta la saciedad, lo hace bien. Los secundarios, todos ellos actores desconocidos, cumplen con su labor. Una película eficaz, aunque si he de optar por películas ambientadas en conflictos de Oriente optaría antes por Syriana, o por Munich, que tienen una cualidad, digamos, más profunda y reflexiva. Argo, sensacional cine de entretenimiento, es un episodio de buenos y malos, un episodio de dos horas con su carga de suspense y su dosificación del tiempo, seguro que memorable para los especialistas irredentos, para esa minoría atrincherada que defiende al cine frente a la banalidad de la producción televisiva, de las series de ocho temporadas, de las tramas que a veces ceden frente a las reacciones de las audiencias. Sí, es memorable, pero, puestos a esa reconocida capacidad de recreación, pensad en el primer capítulo de la primera temporada de Homeland.