A través del parabrisas la nieve sigue cayendo en una noche cerrada. Una suave música acompaña la ruta. Sólo se percibe un retrovisor, adornado con alas de ángel en cada uno de sus extremos, unas curvas suaves y la velocidad prudente del vehículo.
En una de las intersecciones está estacionado un coche blanco. En su interior una joven habla por teléfono con su marido. Bromean, se cuentan cómo han pasado la jornada y la chica le comenta que ha tenido un pinchazo y que espera la asistencia de un garaje, no muy alejado del lugar. Su marido, aunque está trabajando, se ausenta un momento en los servicios para cantarle su canción preferida y prometerle que no esta noche no llegará tarde.
La joven le comenta que una furgoneta ha parado junto a ella. Durante unos segundos nadie baja del vehículo. Su marido le pide que no abra la puerta. Un hombre se acerca y le pregunta amablemente si necesita ayuda. Ella le dice a su marido que espero un momento. Abre unos centímetros la ventana y tras la insistencia, agradeciendo la ayuda del extraño, le confirma que prefiere esperar a la grúa. El hombre se aleja y la joven le comenta a su marido que se trata de un autobús escolar. La nieve va cubriendo de un blanco inmaculado todo el arcén.
La pareja sigue conversando para matar el tiempo de espera. El autobús sigue sin moverse. La mujer sube la temperatura de la calefacción y mientras habla, intenta adivinar por qué sigue ahí. La respuesta no tarda en llegar. El hombre, martillo en mano, rompe la ventana y la comunicación telefónica se corta, al rodar el teléfono por el suelo.
Estos son los 2 primeros minutos de la escena inicial de esta intensa e impactante película de 2 horas y 22 minutos. Un magnífico film, que no deja respiro ni un solo segundo al espectador, de esta particular lucha sin fin entre dos hombres roídos por la venganza y la maldad.
Kim Jee-woon, el director, ha conseguido un reparto a la altura de las circunstancias: Lee Byung-Hun, en el papel de marido cegado por la furia, y Choi Min-sik, en el de asesino sin piedad. El protagonista decide vengar el asesinato de su mujer torturándole hasta que no pueda más. Le perseguirá, mutilará y le liberará, para aparecer cuando menos se lo espere, para volver a iniciar la tortura… hasta lo inevitable, pero con el mayor sufrimiento posible.
Con este argumento la visión de esta película no podía estar destinada para todos los públicos. Las almas sensibles no podrán resistir ciertos momentos de una violencia extrema sin cerrar los ojos. Pero estos excesos no deben ocultar un film de un ritmo endiablado, una narración trepidante, una excelente interpretación, unos brotes de ironía que son muy de agradecer, un universo visual hipnótico y una interesante reflexión sobre la venganza. A fuerza de frotarse contra la maldad puede que caigamos en ella (inicia el film una excelente cita de Nietzsche) y al final de esta excelente película, más de uno se preguntará, quién de los dos protagonistas es el diablo al que se refiere el título.