Director: Craig Gillespie
Esta no era una película que tuviera demasiado interés en ver, aunque dos cosas me empujaron a su visionado, o quizás tres, pero vayamos por partes, porque quizás acaben siendo cuatro: primero, por ahí leí que alguien decía que "I, Tonya" es como el "Goodfellas" del patinaje artístico o sobre hielo, lo cual puede ser una hipérbole aunque no deja de ser atractiva; segundo, después de la frase anterior me fui a ver un trailer y me pareció lo suficientemente atractivo como para decir "ok, veamos la película, después de todo para eso vivimos"; tercero, Margot Robbie está nominada al Oscar como mejor actriz por su rol (interpreta a la tristemente célebre Tonya Harding); y cuarto y más importante, ya sabía de Tonya Harding y su historia, aún sin conocerla con mucha profundidad, me pareció, en efecto, atractiva. ¿Y quién dice que el patinaje artístico no es atractivo?
Hay un programa que acá lo daban por el TruTV que se llama, en inglés, "World's Dumbest...", que recopila los videos más tontos y ridículos protagonizados por criminales, animales, deportistas, etc. (depende de la temática del episodio), los cuales son comentados por un excelso panel de famosillos de cuarta categoría que, adelante de una baratísima pantalla verde y con una ironía que no haría sangrar o reír ni a mis espinillas (que en paz descansen), le dan al conjunto su delicioso toque decadente e infame. Entre el panel encontramos a figuras tan inefables como Gary Busey, Daniel Baldwin, Leif Garrett, Chelsea Peretti, el hermano de Sylvester Stallone, Danny Bonaduce, entre otras figurillas que pudieron alcanzar el estrellato pero que ahora viven sometidos a una suerte de anti-celebridad lodosa, muy lodosa. En el mentado panel de expertos, desde luego, encontramos a Tonya Harding, que destaca del resto gracias a su dejo de inocencia y a su humor ciertamente ingenuo (o al menos eso recuerdo, pero siempre me dio la impresión que era la más adorable del panel, menos interesada en aparentar acidez que de hacer reír con la primera insensatez que se le metiera en la cabeza). Mientras comentan los videos más tontos del mundo, el panel suele tirarse palos, en ocasiones bastante duros (todo, claro, manteniendo el tono humorístico del programa: la televisión es sin llorar), y sí, a Tonya siempre le recordaban un episodio que arruinó su carrera como patinadora artística. A mí me sorprendía que esa comentadora tan ingenua hubiera estado tan cerca de la gloria, pero nunca me di el trabajo de investigar el episodio que cambió su vida por completo. Y cuando me entero que hay una película sobre su vida, nada menos que protagonizada por Margot Robbie, me sorprendo aún más y me pregunto "¿tendré el suficiente interés como para verla?". El asunto entero es demasiado atractivo como para ignorarlo, así que manos a la obra.
"I, Tonya" es una película entretenida y efectiva, no particularmente buena o memorable, pero que goza de dos potentes elementos que, finalizado el visionado, le confieren al conjunto esa calidad que la puesta en escena de Gillespie no logra construir desde sus funciones expresivas. El primer elemento es, indudablemente, la grandiosa e impresionante actuación de Margot Robbie, en un papel que le permite demostrar tanta fiereza como delicadeza interpretativa, construyendo un personaje tan rabioso como emocionalmente complejo. Desde ya, Margot Robbie, con permiso de Frances McDormand, es mi favorita para que gane la estatuilla: me rindo a sus pies. Qué Jennifer Lawrence, qué Emma Stone o Brie Larson (no digo que sean malas actrices, sí que son demasiado cómodas y, llegado el punto, aburridas): Margot Robbie es esa clase de actriz que puede estremecer hasta la última célula de tu cuerpo, y espero que un posible triunfo no la lleve por los mismos simplones derroteros de las otras mencionadas: creo en la valentía de la actriz australiana. El segundo elemento es, desde luego, la triste historia de una mujer tremendamente talentosa (no lo digo yo, impulsado por el retrato de la película: lo dicen los expertos, lo dicen sus logros) que fue víctima de unas circunstancias que parecieron ensañarse en contra suya: que si nació pobre, que si no era la imagen que el comité olímpico estadounidense quería proyectar al mundo ("para qué llevar a una sucia redneck si puedes llevar a alguna niña rica del barrio alto"), que si se relacionó con personas que indirectamente la metieron en una tormenta de mierda, que si los pecados de otros la convirtieron en el hazmerreír nacional y sirvieron de excusa para que ciertas personas le impidieran de por vida vivir de lo que hasta entonces era su vida... La verdad es que es una historia injusta, trágica, que muestra la mezquindad y la hipocresía de una sociedad adicta a las azucaradas historias de (auto)superación o las figuras de héroes perfectos pero que, sin embargo, no duda en humillar a las personas que no encajan en según qué categorías clasistas aunque demuestren todos los méritos. La puta sociedad del espectáculo, de las repugnantes apariencias. (El final no puede ser más revelador y crítico: justo cuando todo el circo que los medios y las masas construyeron en torno a Tonya Harding llega a su fin, comienza otro circo aún más ruidoso: el de O.J. Simpson y el asesinato de su esposa).
El resto de la historia carece de mayor profundidad (la madre deslenguada, medio excéntrica, dura, nominada al Oscar como toda madre deslenguada, medio excéntrica y dura; el novio imbécil, violento, golpeador, de vínculos criminales; el entuerto "criminal", el famoso incidente que derrumbó aún más a Harding), aunque cumple al momento de construir el perfil dramático y humano de un personaje elevado, insisto, esencialmente gracias a la sobrecogedora actuación de Margot Robbie. Y sí, la realización de Gillespie evoca a esa plasticidad eminentemente scorsesiana, lo cual no es para sorprendernos ni ponernos a babear, aunque no puedo negar que, dentro de todo, la película fluye y está bien rodada (en película de 35mm de dos perforaciones, material que de por sí ofrece un grano diferente a películas de tres o cuatro perforaciones, además de tener intrínsecamente una relación de aspecto de 2.40 -en películas de tres y cuatro perforaciones, para lograr una imagen panorámica, es necesario usar lentes anamórficos para rodar y, después, para exhibir. Y, para completar la información, las entrevistas estilo falso documental, que están en 1.33, fueron rodadas en digital).
En resumidas cuentas, ¿lo mejor?: Margot Robbie y las secuencias de patinaje artístico, que son también aquellas en donde palpamos con mayor crudeza la injusticia que vivió Harding, en un terreno en donde sólo debería ser considerado el talento, no cuestiones de clase. Dichas escenas son maravillosas gracias al desempeño de la protagonista, pero después te dejan rumiando la amargura y la rabia. Lo demás (el FBI, la investigación, los matones, la cuestionable madre) cumple, sí, especialmente porque se aleja de esa pomposa, impersonal y solemne formalidad con que muchos abordan los biopics, pero no logra equipararse a la calidad expresiva de las secuencias de patinaje ni aportar algo propio al estilo scorsesiano del que tan descaradamente se aprovecha. Al menos no es como "American Hustle". En cualquier caso, como les digo, "I, Tonya" no tiene desperdicio porque cuenta con una actriz en estado de gracia y un mensaje de fondo que no puede dejar indiferente. Qué puedo decir: me cae bien Tonya Harding.
Ja, ja, ja, ja... Perdón, es que me puse a ver uno de los episodios de "World's Dumbest" y, lo admito, es condenadamente amateur, pero me hace reír. Disfrútenlo ustedes mismos, vamos.
...uuuuuuhhhhhh ¡Barracuda!...