Cuando comienza el cuarto acto estamos en el patio de la prisión. Arrigo posee en documento firmado por su padre Monforte que le garantiza el acceso para ver a los rebeldes. Es el momento del aria del tenor, "Giorno di pianto", un lamento con una buena línea de canto pero carente de la inspiración de otras arias para esta cuerda escritas por Verdi, aunque como muchas de las piezas de esta ópera, si nos fijamos en los pequeños detalles, la factura es elegante y refinada, si queremos buscar alguna conexión de este momento con otra ópera podríamos encontrarlo en el inicio del segundo y último acto de Fidelio, no en estilo ni contenido, pero si en la estructura. Arrigo está apesadumbrado por el desprecio de Elena y el odio de sus compatriotas arrestados, aunque tuvo sus motivos fue un traidor a la causa de los sicilianos. Mientras espera que conduzcan a Elena hasta él la situación se le hace insoportable. Vamos a escuchar el aria de Arrigo y no me voy a calentar la cabeza a la hora de elegir, tratándose de un aria para tenor de Verdi es obligado escuchar a Carlo Bergonzi:
Cuando sale Elena conducida por el carcelero Arrigo se apresura a pedirle perdón, pero Elena se muestra impasible, jamás lo perdonará. En ese momento Arrigo le revela que se sacrificó para defender a su padre y ahora éste nada le debe pues la vida que le había dado el padre ha sido devuelta por el hijo, quien desprecia las riquezas de Monforte y es libre para retomar la causa siciliana. Elena le perdona y canta un aria que,, junto con el dúo que la precede, es una de las cumbres de la ópera, "Arrigo! Ah, parli a un core", una inspirada melodía que, sin perder el sello verdiano, se despliega en el estilo del mejor Bellini, con unas escalas cromáticas y un trino al final que asustan a cualquier soprano, al aria le sigue un pequeño dúo que es un auténtico himno, o incluso marcha, al amor. Escuchamos la escena completa con Anita Cerquetti y Mario Ortica:
Sale Prócida conducido por los guardias, se acerca a Elena y le entrega una carta que le ha llegado en secreto portadora de la noticia de que ha llegado un navío con oro y armas procedente de la Corona de Aragón, respecto al arrepentimiento de Arrigo lo considera una nueva traición. Entonces se aproxima Monforte que anuncia que los conspiradores están condenados a muerte, pide que se acerque un sacerdote y se prepare el cadalso, mientras tanto llegan noticias de que el pueblo está a punto de sublevarse, Arrigo suplica a su padre que indulte a Elena y Procida o que le deje morir con ellos, Procida, que sigue sin parecernos simpático, piensa que Arrigo no merece el honor de morir por una justa causa. Tiene lugar entonces un estupendo cuarteto entre Elena, Arrigo, Procida y Monforte, sólo se le puede poner como pega que dilata la acción innecesariamente en una ópera que no es precisamente corta, sigue la música que ya escuchamos en la obertura, el "De profundis" cantado por un coro de sacerdotes y hace acto de aparición el verdugo y el pueblo. Monforte está dispuesto a conceder el perdón de los condenados si su hijo le reconoce como padre. Arrigo acepta por amor a Elena, los prisioneros son por fin liberados y Monforte propone la boda de Arrigo y Elena como signo de reconciliación entre los dos bandos enfrentados y con un conjunto en el que Monforte cree haber encontrado, junto a la reconciliación con su hijo, la paz entre sicilianos y franceses; mientras tanto Procida se muestra insatisfecho y da a entender que trama alguna sorpresa (dal velo dell'amore vendetta scoppierà).