El Imperio Idiran; cuyos naturales son llamados idiranos, seres asexuados (los órganos reproductivos desaparecen en el interior de su cuerpo), hermafroditas duales, cada mitad de una pareja impregna a la otra. Son astutos pero también estrechos de mente, lógicos, poco imaginativos, incapaces de sentir compasión, implacables y fríos en sus decisiones, desprecian el dolor con orgullo. Defienden la anacrónica vida biológica. Odian el exceso de curiosidad y se contentan con llevar una existencia flemática. Para ellos una nave es un medio de transporte, cuyo uso se destina a viajar entre planetas o como dispositivo de protección; el nombre de cada nave debe reflejar la naturaleza de su proyecto, sus deberes y el uso que se va a hacer de la misma. La única creencia de los idiranos carente de pruebas es que la vida tiene un sentido y un propósito, que existe un algo superior a quien puede llamarse Dios, y ese Ser Supremo desea una realidad mejor para sus creaciones; el Imperio Idiran persigue ese mismo objetivo, es por ello que se considera el brazo ejecutor de Dios. Guiados por su fe, los idiranos justifican la conquista de todas las especies a las que juzga inferiores, pretenden incorporarlas a su imperio fuertemente anclado en la religión y el comercio. El alto mando idirano considera la guerra, desde mucho antes de ser declarada, como una continuación de los sacrificios permanentes exigidos por la colonización teológica; la guerra modela, es una parte de la vida y del proceso evolutivo, sus rigores fortalecen la disciplina. Basándose en estas premisas beligerantes la civilización de Idiran lleva a cabo todas las alteraciones sociales y económicas necesarias para la contienda bélica.
El Imperio Idiran; cuyos naturales son llamados idiranos, seres asexuados (los órganos reproductivos desaparecen en el interior de su cuerpo), hermafroditas duales, cada mitad de una pareja impregna a la otra. Son astutos pero también estrechos de mente, lógicos, poco imaginativos, incapaces de sentir compasión, implacables y fríos en sus decisiones, desprecian el dolor con orgullo. Defienden la anacrónica vida biológica. Odian el exceso de curiosidad y se contentan con llevar una existencia flemática. Para ellos una nave es un medio de transporte, cuyo uso se destina a viajar entre planetas o como dispositivo de protección; el nombre de cada nave debe reflejar la naturaleza de su proyecto, sus deberes y el uso que se va a hacer de la misma. La única creencia de los idiranos carente de pruebas es que la vida tiene un sentido y un propósito, que existe un algo superior a quien puede llamarse Dios, y ese Ser Supremo desea una realidad mejor para sus creaciones; el Imperio Idiran persigue ese mismo objetivo, es por ello que se considera el brazo ejecutor de Dios. Guiados por su fe, los idiranos justifican la conquista de todas las especies a las que juzga inferiores, pretenden incorporarlas a su imperio fuertemente anclado en la religión y el comercio. El alto mando idirano considera la guerra, desde mucho antes de ser declarada, como una continuación de los sacrificios permanentes exigidos por la colonización teológica; la guerra modela, es una parte de la vida y del proceso evolutivo, sus rigores fortalecen la disciplina. Basándose en estas premisas beligerantes la civilización de Idiran lleva a cabo todas las alteraciones sociales y económicas necesarias para la contienda bélica.