La insaciable fuente de inspiración que es la Divina Pastora cantillanera tiene otro ejemplo en esta pintura, del joven Manuel Jesús Naranjo Ortiz, que repite nuevamente la Virgen de frente sin el sombrero, perspectiva que desde aquella ya lejana fotografía de Albarrán, se ha repetido hasta la saciedad, pero en esta ocasión el artista ha resaltado la silueta de la Virgen sobre el cielo celeste, con ausencia del característico árbol.
La imagen de la Virgen, sin joyas de ningún tipo, incluso llama la atención la ausencia del cayado, solo unas pequeñas flores en su mano izquierda, destaca la Pastora sobre el verde del campo con abundancia de flores y el celeste del cielo que parece evocar el fondo que siempre tiene en su camarín la Reina de Cantillana.