La expresión Hispanidad apareció en la segunda década del siglo XX para denominar a las personas, países y comunidades que comparten la lengua española (o castellana) y poseen una cultura relacionada con España. En ella se incluyen 29 naciones y algo más de 472 millones de personas, en África, América, Asia, Europa y Oceanía.
El Día de la Hispanidad es el 12 de octubre de 1492, día del descubrimiento y llegada de los primeros españoles a América. Esta fecha marca el nacimiento de una nueva identidad producto del encuentro y fusión de los pueblos y culturas indígenas existentes en el continente americano y en España.
El concepto de la Hispanidad se fue desarrollando como un movimiento filosófico, histórico y cultural que integra a todas las naciones y etnias de habla hispana a ambos lados del Atlántico. No incluye ninguna nota racial que pueda señalar diferencias poco agradables entre los diversos elementos que integran a las naciones hispánicas. Todas ellas han heredado un patrimonio común, transmitido por antepasados comunes, aunque luego cada una haya aumentado su herencia con nuevos bienes y nuevas glorias, que constituyen el patrimonio intangible y soberano de cada una de las naciones hispánicas.
La Hispanidad reúne a todos los pueblos hispánicos este aspecto agradable y simpático de nuestra gran familia de naciones, aunque con distintos nombres y significaciones.
El primer antecedente de la Hispanidad fue ideado por Ramón de Basterra y Zabala, considerado la voz del futurismo, trabajó como vate oficial de la revista Hermes.
A través de su poesía fue manifestando Basterra su peculiar arte e ideología. Su deseo de renovación española tras el desastre del 98 y la liquidación de las últimas colonias del Imperio, su ideal de nuestra cultura vinculada a Roma, el concepto de la hispanidad, en suma, de todos los pueblos de la Península y de América, hermanos en lengua, fe y tradición: la SobreEspaña, antecedente de la Hispanidad que cincelarían años después Zacarías Vizcarra y Ramiro de Maeztu.
El ideal de vida representado en el siglo XVIII por los ideales Ilustrados y Liberales y que Basterra denomina carlotercismo, refiriéndose al reinado de Carlos III, es el símbolo de la renovación española que el poeta propuso, puesto que para él, el esplendor de la cultura europea se produjo en el siglo XVIII, es decir, en pleno racionalismo.
La hispanidad que Basterra relataba en sus obras en prosa, como La obra de Trajano escrita en Rumanía, y Los Navíos de la Ilustración escrita en Venezuela, hace referencia a los marinos ilustrados del siglo XVIII, hombres de ciencia y guerra, que llevaron en sus barcos los ideales liberales y progresistas con destino a las Américas. En estas obras, Basterra meditaba sobre la España imperial heredera de los valores de Roma.
En Los Navíos de la Ilustración Basterra empezó a transformar el panorama cultural. Basterra se encontró en Venezuela con los papeles de la Compañía Naviera Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1728, y vio que los barcos del conde Peña Florida y del marqués de Valmediano, de cuya propiedad fueron después partícipes las familias próceres de Venezuela, como los Bolívar, los Toro, Ibarra, La Madrid y Ascanio, llevaban y traían en sus camarotes y bodegas los libros de la Enciclopedia francesa y de la Ilustración española. Por eso atribuyó Basterra la independencia de América al hecho de haberse criado Bolívar en las ideas de las Sociedades Económicas Amigos del País de aquel tiempo. Su error fue suponer que acaeció solamente en Venezuela lo que ocurría al mismo tiempo en toda la América española y portuguesa, como consecuencia del cambio de ideas que el siglo XVIII trajo a España.
Juan Ramón Jiménez comentaba de Basterra que “Se viste su uniforme diplomático, se echa a la Plaza de San Pedro en Roma, húmedo bloque central, y se pasea allí, columnas y fuente bajo los nublados cárdenos, siempre nostálgico de la palabra mujer española, buscando en los crepúsculos el brazo de Goethe como romano universal”.
Eugenio d’Ors lo consideró imprescindible en la biblioteca de todo joven con ambiciones culturales, y Gerardo Diego lo incluyó en la edición de su antología canónica Poesía española contemporánea en 1934.
La decimoquinta edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua (1925) explicaba que la voz “hispanidad” era todavía un sinónimo de “hispanismo” o modo peculiar de hablar español que se aparta de las reglas comunes.
En la llamada Generación del 98, cuyo origen estuvo en la pérdida de los restos ultramarinos del antiguo Imperio español (1898), la pregunta sobre nuestra identidad fue casi obsesiva. En la definición y desarrollo del ideal de la Hispanidad toman parte varios intelectuales, literatos y filósofos pertenecientes a esta Generación: Ramiro de Maeztu, Zacarías Vizcarra, Ramón de Basterra, Miguel Unamuno, Manuel García Morente, Eloy Azorín, Pío Baroja, Antonio Machado, etc.
En enero de 1913 la Unión Ibero-Americana de Madrid, inspirada por su presidente Faustino Rodríguez San Pedro, propuso instaurar el Día de la Raza entendida como Fiesta de la Raza española y refiriéndose a los españoles de ambos mundos. Difundió unas hojas tituladas Fiesta de la Raza, en las que podía leers:
“Es aspiración fomentada por la Unión Ibero-Americana, y para cuya realización se propone efectuar activa propaganda en 1913, la de que se conmemore la fecha del descubrimiento de América, en forma que a la vez de homenaje a la memoria del inmortal Cristóbal Colón, sirva para exteriorizar la intimidad espiritual existente entre la Nación descubridora y civilizadora y las formadas en el suelo americano, hoy prósperos Estados. Ningún acontecimiento, en efecto, más digno de ser ensalzado y festejado en común por los españoles de ambos mundos, porque ninguno más ennoblecedor para España, ni más trascendental en la historia de las Repúblicas hispano-americanas. De no haber sido ineludible el amoldarse a la organización oficial de los agasajos que se celebraron en honor de los Delegados ibero-americanos en las fiestas del Centenario de Cádiz, se hubiera celebrado el té con que les obsequió la Unión el día 12 de octubre en vez del 13, pues tal era el propósito de nuestra Sociedad, el de hacer coincidir con esta fecha el honor de recibir en ella a los emisarios ibero-americanos.”
En 1917 la República de Argentina tomó la iniciativa y estableció durante la presidencia de Irigoyen la celebración del 12 de octubre como su Día Nacional “en homenaje a España, progenitora de naciones, a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y la armonía de su lengua, una herencia inmortal”. El Día de la Raza es el nombre que fueron recibiendo en un principio las respectivas fiestas nacionales de la mayoría de los países hispanoamericanos.
Al año siguiente, en 1918 el gobierno de Antonio Maura, durante el reinado de Alfonso XIII, hizo oficial el 12 de octubre el día nacional de España con el mismo término.
El primero en utilizar el término Hispanidad fue el sacerdote, radicado en Argentina, Zacarías de Vizcarra y Arana, quien en 1926 propuso en Buenos Aires que se utilizarse el término Hispanidad para sustituir al de Raza, en el sentido de Día de la Raza, por el de Día de la Hispanidad, y obtuvo amplia difusión en los ambientes hispanistas.
El argumento utilizado era que "si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?"
Para Vizcarra era importante definir las dos acepciones análogas de la palabra Hispanidad:
1-significa el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico diseminados por Europa, América, África y Oceanía. Era de índole geográfica.
2-expresa el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos católicos de estirpe y cultura hispánica. Tenía un carácter ético.
A Vizcarra se le atribuye la creación de la palabra Hispanidad, descrita en su publicación La hispanidad y su Verbo (1926) en Buenos Aires. Escribía en dicha publicación:
"de que no existe palabra que pueda sustituir a Hispanidad... para denominar con un solo vocablo a todos los pueblos de origen hispano y a las cualidades que los distinguen de los demás... significa, en primer, lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico diseminados por Europa, América, África y Oceanía; expresa, en segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica".
Por esta definición, la inclusión del imperio portugués en la hispanidad parece clara, hasta porque no hay presencia española relevante en Oceanía, pero no es bien así. En 1936, el monseñor concretó que: "...tenemos que España y su estirpe, es decir, toda la Hispanidad, debe cumplir todavía dos brillantes misiones en la Cristiandad, para salvar a la Humanidad en su más terrible crisis...".
No es extraño que sea un portugués, Antonio Sardinha, quien pase por ser otro pionero en el uso de la palabra Hispanidad. Portugal nunca renegó de su condición hispana... El concepto de Hispanidad acuñado por Sardinha tendría su influencia en poetas iberoamericanos como Rubén Darío, y en otros hombres de la cultura como Sánchez Chocano y Menéndez Pidal. El vocablo Hispanidad surgía a semejanza de la palabra Cristiandad, para referirse a una comunidad de pueblos extendidos por todo el orbe cuyo origen común está en la Península Ibérica.
Sin embargo, mientras que en unos textos Sardinha empleaba la palabra hispanidade en otros como en su obra Madre-Hispânia de 1924 habla de lusitanidade. Y en 1922, en su texto O Pan-Hispanismo escribía:
O pan-hispanismo nos surge daqui, como conclusão lógica, constituído por dois elementos estruturais: o espanholismo e o lusitanismo, “voz clamorosa de la sangre contra el pan-americanismo” - foi como definiu o pan-hispanismo no ano passado, por ocasião da Festa da Raça, no seu famoso discurso no Teatro Real de Madrid, o conde de la Montera, D. Gabriel Maura Camajo, acrescentando em seguida que ”los pueblos que no se agrupen en organizaciones más amplias que la sociedad nacional, sucumbirán bajo el imperialismo.” Sin fijar la palabra, supo definir muy bien el concepto.
Uno de los pioneros defensores de la Hispanidad fue el filósofo y escritor Miguel de Unamuno y Jugo. Fue catedrático y rector de la Universidad de Salamanca y afiliado al Partido Socialista.
En 1927, Unamuno publicó un comentario a la obra La restauración nacionalista, del argentino Ricardo Rojas, en el que con el término de Hispanidad definía la comunidad de pueblos de habla española y encerraba en él “aquellas cualidades espirituales, aquella fisonomía moral, mental, ética, estética y religiosa”.
Unamuno ya prefería referirse a la Hispanidad en lugar de Españolidad dejándolo escrito en un artículo, en él que afirmaba:
“Digo hispanidad y no españolidad para atenerme al viejo concepto histórico-geográfico de Hispania que abarca toda la Península Ibérica para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que han hecho el alma terrena y a la vez, celeste de Hispania”. Unamuno se sentía “doblemente español, por vasco y por español”.
Argumenta que Unamuno presentó la creación de una identidad hispana como un proyecto a largo plazo, basado en la relación de diferenciación e integración que existe entre España y las otras naciones del mundo hispánico, destaca el papel primordial que desempeñó la lengua castellana en la construcción de esta identidad.
Mientras que Miguel de Unamuno razonaba el concepto de la Hispanidad de origen puramente español, y concretamente vasco, otro español y vasco llamado Ramiro de Maeztu lo lanzaba en su obra Defensa de la Hispanidad. Mientras Unamuno razonaba su concepto de Hispanidad como exiliado en Hendaya, Maeztu lo defendía como embajador en Buenos Aires.
Ramiro de Maeztu fue un observador de la realidad española, que sufrió el hundimiento de los negocios de su familia en Cuba cuando la isla se emancipó de España en 1898. Vivió el Desastre del 98 en primera persona. Desde la relativa distancia de ser hijo de inglesa, estar casado con una inglesa y haber vivido quince años en Inglaterra, el gobierno del general Primo de Rivera le nombró en 1928 embajador de España en la Argentina.
Allí tuvo ocasión de tratar con Zacarías de Vizcarra, el introductor en 1926 de la idea de la Hispanidad, de quien recibió gran influencia de su filosofía y de este movimiento cultural emergente. Pero es al regresar a España cuando Maeztu comenzó a desarrollar su defensa de la Hispanidad, precisamente el mismo año en el que se proclamó la República.
El 15 de diciembre de 1931, Maeztu fundó en Madrid la revista católica y monárquica Acción Española. En su primer número publica un artículo titulado La Hispanidad que comienza:
“La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?”
“El 12 de octubre, (día del descubrimiento de América) mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad. El concepto Hispanidad debe comprender y caracterizar a la totalidad de los pueblos hispánicos.”
A lo largo de 1932 y 1933 Maeztu fue definiendo su idea de la Hispanidad, que quedó materializado en la primavera de 1934, cuando editó su libro Defensa de la Hispanidad. Se trataba de una recopilación de artículos editados en la revista Acción Española. Aquella defensa influyó de manera determinante en la consolidación de una alternativa política hispánica frente a las pretensiones globalizadoras del comunismo soviético.
Para él, la Hispanidad es el resultado del Imperio español, una Monarquía misionera a la que el mundo designaba propiamente con el título de Monarquía católica.
“La Patria es espíritu. Ello dice que el ser de la Patria se funda en un valor o en una acumulación de valores, con los que se enlaza a los hijos de un territorio en el suelo que habitan."
Maeztu adoptó las dos acepciones geográfica y ética, que había propuesto con anterioridad Vizcarra, en un texto conciso y riguroso:
“la Hispanidad aparece dividida en veinte Estados lo que no logra destruir lo que hay en ellos de común y que constituye lo que pudiera denominarse la hispanidad de la Hispanidad”.
Fernández de la Mora analizó el pensamiento hispanista de Maeztu, quien redujo el ideal hispánico a un pensamiento radical: “la igualdad esencial de todos los pueblos de la tierra”. Esta tesis antropológica tiene un corolario ético: “los hombres son iguales en punto a libertad metafísica”. Ambas aserciones laicas y racionales tienen una traducción religiosa y dogmática que, además, es católica: “todos los hombres si quieren pueden salvarse”. Según Maeztu, lo propio de los mejores hispanos del Siglo de Oro español fue entregarse a la defensa de esa alta concepción del hombre.
Para Maeztu, la Hispanidad se debe emplear para referir también al pueblo portugués y al mundo lusófono, como lo hace con el pueblo español y al mundo hispánico, porque este concepto abarca a dos realidades históricas y culturales distintas: la lusitanidad y la españolidad.
“No veo inconveniente en aceptar la distinción entre hispanidad, lusitanidad y castellanidad. Más aún, creo que será necesario complementarla con otra: la de hispanidad y españolidad, porque hay españoles, como los vascongados, que no nos sentimos incluidos en la castellanidad, pero sí en la españolidad y más aún en la hispanidad...”
Advierte, Ramiro de Maeztu para lo siguiente: “...estar siempre prevenidos de que hispanidad tiene dos sentidos: el más amplio, que abarca también los pueblos lusitanos, y el más restringido, que los excluye”.
El 12 de octubre de 1934, Zacarías de Vizcarra aprovechó el Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires en el teatro Colón para convencer de la consolidación necesaria en la idea de la Hispanidad, su origen, denominación y conceptos, tomando las ideas de Maeztu y que se concretaban en una declaración titulada Apología de la Hispanidad:
“América es la obra de España. Esta obra de España lo es esencialmente de catolicismo. Luego hay relación de igualdad entre hispanidad y catolicismo, y es locura todo intento de hispanización que lo repudie.”
A aquel congreso asistió el Arzobispo de Toledo y Primado de España Isidro Gomá Tomás e intervino en el mismo preguntándose qué era la raza hispana:
“Se ha llamado a este día, 12 de Octubre, el día de la raza. ¿De qué raza? ¿Qué es la raza? La raza, la hispanidad, es algo espiritual que trasciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de nación y patria.
Si la noción de catolicidad pudiese reducirse en su ámbito y aplicarse sin peligro a una institución histórica que no fuera el catolicismo, diríamos que la hispanidad importa cierta catolicidad dentro de los grandes límites de una agrupación de naciones y de razas. Es algo espiritual, de orden divino y humano a la vez, porque comprende el factor religioso, el catolicismo en nuestro caso, y los otros factores meramente humanos, la tradición, la cultura, el temperamento colectivo, la historia,… de donde resulta una civilización específica, con un origen, una forma histórica y unas tendencias que la clasifican dentro de la historia universal.
La hispanidad es la proyección de la fisonomía de España fuera de sí y sobre los pueblos que integran la hispanidad…, es el temperamento moral e histórico español, que se ha transfundido a otras razas y a otras naciones y a otras tierras y las ha marcado con el sello del alma española…”
Finalmente, el 12 de octubre de 1935 fue celebrado en Madrid como nuestra Fiesta Nacional con el nombre de Día de la Hispanidad. Ramiro de Maeztu pronunció un discurso en la Academia Española de la Lengua sobre el descubrimiento y la colonización de América. Y con el título El Día de la Hispanidad publicó un artículo en el número inaugural de Hispanidad, revista quincenal cuyo primer número está fechado precisamente el 12 de octubre de 1935. En el segundo número de esa revista puede leerse:
“La conmemoración de la fiesta de la Hispanidad. Con gran brillantez se ha celebrado este año el día de la Hispanidad. Toda España se ha sumado a su conmemoración. Y no solamente en España. En América, ni qué decir. En cuanto al extranjero, allí donde existe un núcleo de españoles se han reunido y han brindado por la cultura española.” (Hispanidad, nº 2, 1 noviembre 1935, pág. 26.)
Ese mismo día de la Hispanidad, en Sevilla, se inauguró el XXVI Congreso Internacional de Americanistas.
El día siguiente, 13 de octubre de 1935, se inauguró una estatua del Cid Campeador en el centro de Buenos Aires con la presencia del presidente de Argentina, del embajador de España y de otras representaciones. Pronunciaron los obligados discursos oficiales dos oradores que no llevaban apellidos de origen español pero que supieron sentir y proclamar el ideal de la Hispanidad.
El historiador argentino Ricardo Levene explicó el significado de la presencia del Cid en América:
“El concepto espiritual de la hispanidad es común a todos los hispánicos, aunque no hayan heredado sangre española. Es una actitud acerca de la fidelidad, acerca de la defensa del desvalido, la dignidad del caballero y el honor del hombre; no sólo el honor exterior, que nace obligadamente en las relaciones con los demás, sino el honor íntimo o profundo, que tiene por juez supremo a la conciencia individual.”
"Los héroes españoles e hispanoamericanos son de su noble linaje, que en América transvasó la desbordante vitalidad de la Edad Medía española, corriéndose impetuosamente por el tronco y las ramas la savia de la raíz histórica...”
“La hispanidad no fue nunca la concepción de la raza única e invariable, ni en la Península ni en América, sino, por el contrario, la mezcla de razas de los pueblos diversos que golpeaban en oleadas sobre el depósito subhistórico.”
“La hispanidad ha dejado de ser el mito del imperio geográfico, no es forma que cambia, ni materia que muere, sino espíritu que renace, y es valor de eternidad: mundo moral que aumenta de volumen y se extiende con las edades, sector del universo en que sus hombres se sienten unidos por el lado del idioma y de la historia, que es el pasado. Y aspiran a ser solidarios en los ideales comunes a realizar, que es el porvenir.”
Para la contemplación artística y enseñanza moral de los habitantes, la figura legendaria del Cid Campeador, hijo de nuestra directa España, duro, recio e indómito como las llanuras de Castilla que le vieron nacer, bravío guerrero de las gestas más mentadas al través de los siglos en los campos de batalla y docto en las Cortes ciudadanas, defensor del débil, paladín de la honra, libertador de pueblos, sostén del derecho y de la justicia, paradigma y síntesis, en fin, de las nobles, de las grandes, de las profundamente humanas virtudes españolas.
Un año después, en octubre de 1936, Ramiro de Maeztu fue asesinado en Aravaca (Madrid) por el bando republicano durante una saca de la cárcel de las Ventas tras el estallido de la Guerra Civil. La Defensa de la Hispanidad de Ramiro de Maeztu volvió a publicarse en 1938, durante la guerra civil, y su idea sentó una de las bases ideológicas de la España levantisca y alzada contra quieres pretendían convertir España en una república comunista y subordinada a la Unión Soviética.
Miguel de Unamuno fue desposeído del cargo como rector de la Universidad de Salamanca por el Gobierno de la República al dar su apoyo al bando franquista. El 12 de octubre de 1936 tuvo un grave enfrentamiento con el general Millán Astray, solucionado rápidamente por la intervención de doña Carmen Polo de Franco. El 31 de diciembre de 1936, falleció en Salamanca el polémico, original, desbordante, a veces contradictorio, tanto en su pensamiento como en su actividad política, Miguel de Unamuno.
Durante ese mismo año del estallido de la Guerra Civil, otro gran español llamado Manuel García Morente desarrolló la idea de la Hispanidad también en Buenos Aires. García Morente simboliza la “índole íntima del hombre hispánico” en la figura del “caballero cristiano”, y esa figura la toma de otro vasco que no es un vasco cualquiera: San Ignacio de Loyola. El caballero hispánico es simbolizado entre el caballero cristiano del vasco universal San Ignacio de Loyola y el hombre de acción que Baroja describe en Memorias.
También el escritor, catedrático de literatura española en el Instituto del Cardenal Cisneros de Madrid y académico de la Lengua, Ernesto Jiménez Caballero dio su personal versión del término:
“una palabra sacra y milenaria, de origen ibérico (Hispal o Hispan), la primordial Sevilla (desde donde se partiría para América recién descubierta). Hispal o Hispan, vocablo ibérico que garantizaría a Portugal y Brasil su iberismo y el resto del vocablo pura ‘latinidad’: el sufijo ‘latem’. Por consiguiente, sin necesidad de recurrir a la América ‘ibérica’ ni a la ‘latina’, esta última inventada por los celtizados franceses. La palabra Hispanidad es, por tanto, milenaria y sagrada. La empleó ya en el siglo I antes de Cristo -Hispanitatem- el cónsul Polion aplicada al español Quintiliano, y restaurada por los humanistas del renacimiento, como Filelfo y hasta el místico español Alejo de Venegas.
El designar ‘Hispanidad’ como constelación espiritual superadora de la ‘Región’ y de la ‘Nación’, a base de lengua y literatura fue afirmado en 1909 por Miguel de Unamuno, seguido por el P. Zacarías de Vizcarra en 1926; defendido por Ramiro de Maeztu en 1934. Y consolidado por los Institutos de Cultura Hispánica en todo el mundo”.
Tras el final de la guerra, el 12 de octubre de 1939 tuvo lugar en Zaragoza la celebración oficial del día de la Raza con una especial devoción a la Virgen en el día del Pilar, pero sobre todo como Día de la Hispanidad, símbolo de la nueva política interior y exterior. En esta celebración participaron representantes de algunas naciones hermanas.
Germán Vergara, encargado de Negocios de Chile encabezó el discurso:
“Las fiestas de la Hispanidad han tenido en Zaragoza un escenario incomparable. El significado profundo de las fiestas fue la compenetración íntima del homenaje a la Raza y la devoción de Nuestra Señora del Pilar, es decir, el símbolo de la unión cada vez más estrecha de América y España. Chile participa con fervor en el homenaje que se rinde a la Hispanidad y se enorgullece de su origen y de sus firmes tradiciones hispánicas.”
Continuó Juan F. Marcos Aguirre, ministro plenipotenciario del Ecuador:
“En los albores de la España Nueva, de la España Fuerte, de la España Grande, ha tenido lugar con más significación y solemnidad que nunca la Fiesta de la Raza. El Ecuador, ante la significativa solemnidad de este día, no puede menos de sentirse íntima, profundamente unido a España en la ruta hacia el futuro enorme. Hacia la meta grandiosa y clara que expresa: Hispanidad.”
En 1943 la celebración oficial en España del Día de la Hispanidad fue objeto de especial atención, por cuanto se vinculó a la reinauguración de la Ciudad Universitaria, destruida durante la guerra:
“Hoy, Día de la Hispanidad. Con la solemne inauguración de la Ciudad Universitaria y el curso académico 1943-44, se celebra el Día de la Hispanidad.”
Aunque, legalmente, el Día de la Hispanidad no alcanzó reconocimiento en la España del franquismo hasta 1958, cuando un decreto de la Presidencia del Gobierno de 9 de enero de 1958 estableció:
“Dada la enorme trascendencia que el 12 de Octubre significa para España y todos los pueblos de América Hispana, el 12 de Octubre será fiesta nacional, bajo el nombre de Día de la Hispanidad.”
En 1981, tras la instauración borbónica y en vigor la Constitución española de 1978, el Real Decreto 3217/1981, publicado en el primer Boletín Oficial del Estado del año 1982, refrendó el 12 de octubre como Fiesta Nacional de España y Día de la Hispanidad.
Pero en 1987 la Ley 18/1987 (BOE 241/1897), aunque ratifica (frente a quienes pretendían elevar de categoría la conmemoración del 6 de diciembre, Día de la Constitución de 1978) como festividad nacional de España el día asociado al Descubrimiento, y establece el Día de la Fiesta Nacional de España en el 12 de octubre, prescinde de la denominación Día de la Hispanidad, término desprestigiado entre una progresía resentida y revanchista que, en el mejor de los casos, estaba preparando las celebraciones del V Centenario sometida al yugo ideológico del Encuentro.