Con esto, una Copa América de increíble poder de atracción y que, como tantas veces ocurre cuando las expectativas son altas, ha costado encontrar partidos que reúnan todos los condicionantes positivos para que la tensión competitiva sea parte del camino como estimulante y no patrón de juego que marque la cohibición del talento. Hubo que esperar a una altura importante de la competición para que los llamados a 'romperla' en el torneo dieran motivos de su condición, aunque mientras tanto, actores secundarios dejaron el pabellón alto como teloneros de lo que debía venir. En este apartado de individualidades Neymar y Alexis empezaron francamente bien, pero el brasileño pagó cara su falta de serenidad y el chileno acabó totalmente incrustado en el sistema de su equipo sacrificando su brillo como solista en pos de ser una solución como finalizado (llamativo viendo que fue usado como referencia en el ataque). Valdivia, Guerrero, Ospina, Tévez, Rondón... jugadores de alto nivel que tuvieron su momento a la espera de que Messi cumpliera el pronóstico de condicionar la victoria del equipo que lo alinea.
Y quizás con cierto aroma a la etapa de Sabella, Martino tenía trazado un plan no malo del todo pero donde la activación de espacios y la generación de situaciones en ventaja para Messi era donde se debía marcar la diferencia en un torneo tan igualado. Como le pasó a su antecesor y como muchos aficionados del Barcelona recordaron, Martino volvió a quedarse corto a la hora de sacar lo mejor de Messi. La ambición del diez rosarino se encargó de dar fluidez al ataque de su equipo pero cuando uno escribe de un goleador de inagotables recursos, sabe a poco verle 'sólo' asistir a sus compañeros. Como hace un año en el Mundial, Messi fue muy bueno, pero no llegó a su nivel de determinación 'habitual' (qué duro que se hace exigir la divinidad cada partido).
Chile, por su parte, tuvo un camino más cómodo. Tanto fue que se hacía como extraño no imaginarlos como finalistas. Y quizás tenía tanta fuerza esa idea que el propio equipo se encargó de complicarse el camino de los modos más raros posibles: el accidente de tráfico de Vidal, el dedo examinador de Jara, la facilidad para superar la línea del juego físico por momentos... Parecía que nos quería hacer hablar de La Roja por cualquier otro motivo que por su fútbol. Sampaoli no sólo ha sabido dar continuidad a la forma de jugar con la que Bielsa llevó a Chile de nuevo a la primera línea del fútbol sudamericano, sino que también ha sabido dar soluciones a los problemas con los que se fue encontrando: metió centrocampistas en la defensa para dar la vuelta a la carencia de centrales de primer nivel por una posesión más extrema desde la base, exprimió al máximo a sus hombres de banda dándoles todo el carril y sin killers al uso, apostó por atacantes móviles y con facilidad tanto para generar espacios como para atacarlos. Bien este torneo ha costado ver la mejor versión de Chile, pero ha sido campeón merecido por regularidad, propuesta y eficacia. No rompió la maldición en sus duelos directos contra Argentina en esta gran final, pero por fin logró levantar un título.