Ghost World, el Cómic
Daniel Clowes ha conseguido con este esplendido Cómic plasmar las inquietudes asociadas al proceso de madurez de sus dos protagonistas: Enid y Rebecca. Ambas, jovenes adolescentes, amigas desde la infancia, se encuentran en esa época (final del bachillerato) en la cual un mundo de responsabilidades se abre ante ellas de forma apremiante.
Clowes indica en el prefacio que, en un inicio, Enid y Rebecca¡Pues claro que lo quito yo! Y si no ¿Quién te crees que va a ser el pringao que va quitarlo este año? ¡¡YOOOO!!”
Esa simple frase había dado el pistoletazo de salida a una de las confrontaciones más duras que han ocurrido en esta casa. Había quedado claro que el encargado de desmontar el árbol ese año sería el Niño. Corroborado y vuelto a corroborar el hecho, la cosa se quedó así.
Él se largó al parque con sus amigos hasta la hora de comer y nosotros nos quedamos relajados inaugurando la navidad; pero si hay algo inexorable en este mundo, amigo mío es el tiempo y el tiempo pasó, llegó enero y el momento de que mi querido árbol fuese despojado de todos sus abalorios y reposase en la oscuridad del garaje hasta el año siguiente…y ahí es cuando la marrana tuerce el rabo ó lo que es lo mismo, no hay manera humana de que el jodido Niño desmonte el árbol.
Primero era que queríamos que lo hiciera ¡YA! Y lo haría en fin de semana. Luego era que tenía exámenes luego era…
Poco a poco se fue formando la madre de todas las batallas. Quien saliese victorioso, habría ganado media guerra Madre/Adolescente. Así que las partes no daban su brazo a torcer por nada del mundo.
Las negociaciones para subir su hora de llegada a casa de 10:30 a 10:45 de la noche, quedaron rotas sin agenda para su reanudación hasta que el árbol no desapareciera del salón. Se creó un corralito económico en torno a su paga mientras la otra parte no diera muestras fehacientes de desmontar el árbol, pero las semanas pasaban y él ponía a prueba mi aguante. El Consorte estaba amenazado de divorcio si movía un pelo del árbol.
Tengo que confesarte que yo había ido quitando mis adornos más queridos. Una cosa era darnos de bofetadas con el árbol lleno de angelitos de trapo y otra con mis más preciados adornos, para qué voy a mentir. La confrontación cada vez iba a más y las posiciones más irreconciliables. Él decía que hasta que no le restablecieran sus prebendas no desmontaba el arbolito y yo decía que ¡Y una mierrrrdaaa!
De esta forma los días fueron pasando y pasaron las semanas y pasaron los meses. Enero, febrero, marzo, abril, mayo… a estas alturas del año El Consorte empezó a decir que dentro de poco el que se iba a negar a permitir que se bajara el árbol iba a ser é intentaban representar dos partes de él mismo. Después, como suele pasar, los personajes fueron tomando vida propia. Tal como avanza el relato y vas conociendo mejor a sus chicas, sí que captas diferentes rasgos de dos personalidades sustancialmente diferentes pero, sin duda, compatibles en una misma carne.
Un mundo fantasmal
Ese extraño mundo que Enid y Rebecca divisan en sus horizontes es uno que, tal como intuyen, va a cambiar su forma de vivir y de relacionarse (también entre ellas) de forma dramática. Ese mundo irreconocible está ya demasiado cerca y tiene un cierto aspecto fantasmal: los fantasmas siempre aterran, sobre todo si sabes que ya no puedes evitar enfrentarte con ellos.
Ambas comparten el esperado hedonismo irrespetuoso e irreverente propio de todo/a adolescente. También comparten un cierto desconcierto respecto a los valores que en esa época de sus vidas han de comenzar a edificar.
La adolescencia, tal como sabréis aquellos/as que la hayáis pasado, consiste en algo así como probar de construir una sólida y sensata nueva etapa de tu vida sin que nadie te haya entregado un buen manual de instrucciones.
Empezaba junio, el calorcito y un domingo a media mañana oigo al Consorte que viene de su caminata y le está diciendo a alguien “Pasad, pasad y sentaos que vengo ahora mismo…” mientras él va a colgar su gorra al porche de la cocina. Voy al salón y me encuentro a una pareja jovencita que él había coincidido con el Consorte en su anterior trabajo, pero con los que apenas habíamos tenido trato.
Están ahí sentados en el filo del sofá, intentando mantener la boca cerrada y mirándose para asegurarse de que los dos veían los mismo.
Yo comprendo perfectamente la reacción, es más, yo voy a una casa en el mes de junio y tienen puesto semejante árbol de navidad ¡y no me siento! Y si lo hago es mirando hacia la puerta, para estar segura de que no se cierra con llave y nos dejan allí para siempre porque la lógica dice que esa gente tiene un serio problema…una psicopatía grave, no se medican adecuadamente, pertenecen a una secta…¡Algo!
Considero la posibilidad de empezar a dar explicaciones y decido que no, que lo mejor es actuar con naturalidad ¿¡!? Pregunto si quieren algo de beber y por supuesto me contestan con un ¡NO! Cercano a la histeria…¡normal!
Me voy a la cocina y saco unas coca colas y unas cervezas, cerradas por supuesto, unos vasos y algo de picar.
Ellos siguen ahí sin poder quitar el ojo del árbol pero sin atreverse a preguntar nada al respecto. Los hombres hablan de sus cosas y la pobre chica bebe con fruición la lata de refresco con las dos manos. No ha querido vaso… y sigue hipnotizada por las velas rojas.
De pronto veo la decisión en su mirada…
Balbucea “Precioso árbol”. Lo dice con precaución, yo diría que incluso con algo de miedo. Pienso que si yo fuera una mala persona la miraría con una tierna sonrisa y le contestaría “¿Qué árbol?” y ya los pobres empezaban a correr y no paraban hasta el centro de Madrid, pero le pregunto ¿Tienes hijos? Y ella solo mueve la cabeza negativamente. Pues entonces no lo entenderás, es una larga historia, le digo.
Y ahora te pregunto, querido Triste ¿Tú crees que esos te dirían que somos como nos has pintado? Pues yo te digo que no. Dirán cualquier cosa menos eso, así que date una vuelta relajada por el blog y cuando te hayas leído unas cuantas entradas me vuelves a escribir y me dices si tengo ó no tengo razón.
Besazo
PD: ¿Qué cómo acaba la historia? Pues como acaban todas las historias de tíos sean ó no adolescentes. A los pocos días llegó con una amiga de la pandilla que hoy se llama “La Santa que lo aguanta” y cuando entró en el salón dijo: ¿Todavía tenéis el árbol puesto? A lo que yo contesté: ¡NO! El Niño tiene el árbol puesto. Prometió desmontarlo él las navidades pasadas, pero no ha cumplido su palabra.