Ideas para un manifiesto liberal

Publicado el 06 noviembre 2013 por Vigilis @vigilis
La propuesta de debate que lanza Luis desde Desde el exilio, es un caramelo demasiado sabroso como para dejarlo pasar. Si lo entiendo bien, la idea es llegar a unos mínimos en los que cualquier liberal pueda sentirse cómodo, construir un texto y que todos los liberales podamos decir "ahí está, míralo, no tiene cuernos ni rabo".

La primera idea que se me vino a la cabeza es recordar qué manifiestos liberales ya están hechos y comprobar si han perdido o no vigencia. El más célebre de estos probablemente sea el Manifiesto de Oxford de 1947, actualizado 50 años después con Una agenda liberal para el siglo XXI. Primer problema que veo a bote pronto: son manifiestos hijos de su tiempo. El segundo problema es de otra naturaleza: hay cuestiones como la del papel del estado que crean una división total, dogmática entre dos familias de lo que entendemos por liberalismo. Es esta división el nudo gordiano del asunto.

¿Liberales o anarquistas? Liberales

Nicolás Salmerón

Por resumirlo mucho y para quien no esté al tanto del asunto, digamos que unos liberales heredan una tradición del pensamiento político occidental que tiene doscientos años (a su vez con unas raíces mucho más antiguas) y que ven en el estado una herramienta, necesaria pero no suficiente, para garantizar la libertad. Otros, sin embargo, ven en el estado la tentación de la tiranía. Las dos ideas tienen buenos argumentos, sin embargo forman conjuntos disjuntos. El enfrentamiento entre estos conjuntos levanta barreras para el que viene de fuera. Es más, el estado forma parte del día a día de la gente de tal manera que simplemente ponerlo en cuestión es situarse en la marginalidad política. Y supongo que no queremos eso.

El liberalismo funciona (y todo el mundo lo sabe)
Si el liberalismo es un pensamiento político hay que llevarlo al ágora o al foro y conseguir que sea la base de la organización de la convivencia entre las personas y también, cómo no, que nos sirva de herramienta útil para explicar la realidad presente y pasada. Dicho de otro modo, aquí se trata de política, no de debate académico, y la política es tratar de convencer y sumar fuerzas. En política se trata de ganar, yo quiero ganar, no quiero levantar la estatua más bonita del templo. Destiérrese por tanto la idea de partir de una situación de marginalidad o debilidad política. Los sistemas políticos y económicos de mayor éxito (éxito medido con cualquier variable, desde esperanza de vida y consumo de calorías, hasta tiempo de ocio y viabilidad de nacimientos prematuros) son deudores de principios que asumimos los liberales como propios. Estos principios que llevan a la humanidad a vivir mejor que nunca, como pueden ser la igualdad ante la ley, la dignidad de la persona o la libertad de cátedra, son el regalo que el liberalismo hace a la humanidad. Si somos liberales y recogemos esta tradición de pensamiento para actualizarla y que continúe siendo el muro de contención frente a la tentación de la tiranía (la tiranía no descansa, se adapta y acecha) no podemos limitarnos a la pelea en el barro sobre la financiación pública o privada de una carretera (no dejando de ser esa pelea en el barro algo necesario en un centro de toma de decisiones, como liberal no dejo de desear que se rompa el consenso servil de decir "esto siempre se hizo así").
El liberalismo no puede ser presentado como una opción marginal

David Lloyd George

Bien, la primera idea creo que va quedando clara: los liberales no somos marginalidad política. Los principios políticos del liberalismo no sólo no son un extremo político o algo excéntrico en la política sino que forman parte del pilar esencial de la organización de la sociedad. No es casualidad que hablemos de "estado liberal" o "democracia liberal". Todos los partidos o asociaciones democráticas están obligados a asumir y hacer suyos ciertos principios liberales. Ya ni hablo del Código Civil o de la Constitución. Lo que ocurre es que la tentación de la tiranía sigue ahí. Por eso los liberales somos necesarios. No sólo somos necesarios porque tenemos razón o porque hablando de liberalismo te has ligado a una rubia, somos necesarios porque hoy hay una serie de retos que ponen en cuestión el papel del individuo como parte del cuerpo de la sociedad política.
Ya venga de acuerdos internacionales que erosionan la soberanía nacional, ya venga de aquellos que se inventan nuevos derechos que agreden derechos de terceros, ya venga de la motivada apatía general; la tentación por la tiranía está ahí. No nos podemos dar por satisfechos y dejarlo todo en manos de quienes no hacen suya la causa de la libertad.
Libertad

Emilio Castelar

Si los liberales somos partidarios de la libertad, habrá que saber qué es libertad. Hay correosas interpretaciones para un término que todas las escuelas filosóficas han tratado de definir y sobre el que ni siquiera sé si está todo dicho. La forma de enfocar la definición de libertad, será práctica en este caso. Tomemos por definición lo que cualquiera puede responder por la calle: la libertad es hacer lo que uno quiere. Es evidente que esta definición es inútil. Todos los niños que no llegan a ser astronautas, serían esclavos toda su vida. También es inútil porque la libertad así entendida sería aplicable al náufrago solitario de una isla o a los monos titi. El liberalismo no tiene nada que ver con los monos titi. Esta es una etiqueta que nos cuelgan por la torticera interpretación de algo llamado individualismo metodológico, pero la libertad para los liberales no es ese mecanismo filosófico de análisis, sino algo que sólo se encuentra en sociedad. En una sociedad que tiene una tradición y un contexto.
La libertad de la que creo que hay que hablar es aquella referida a las relaciones que tenemos con los demás (libertad política). Así, podemos hablar de libertad para organizarte con otros compañeros de trabajo y formar un grupo que presione por mejoras en las condiciones laborales. Podemos hablar de la libertad de matricular a tus hijos en un colegio y no en otro. Podemos hablar de la libertad de publicar tus locas ideas en libros y prensa, etc. Incluso podemos hablar de la libertad de comprarte un Ferrari. Problema: la libertad tiene límites. A veces no eres libre de enviar a tus hijos a otro colegio porque no hay más colegios y en ocasiones no eres libre de publicar lo que quieras en un libro porque dañas el honor de otra persona. Para resolver los conflictos que suscitan los límites de la libertad tenemos por un lado al mercado como vieja institución de provisión de servicios y bienes y por otro lado a los tribunales para arbitrar disputas entre derechos en conflicto. Pero ni el mercado ni los tribunales son mónadas flotando en un éter desconectado de la historia y de la gente.

Mercado

Salamanca

Como en los años 20 del siglo XX los bolcheviques ganaron la guerra civil rusa, toca hablar del mercado. Los liberales no hablaríamos del mercado si no estuviera en funcionamiento la moderna y anómala idea de que el estado puede sustituir al mercado. Es más, antes de que las ideas socialistas tuvieran fama, lo normal era ver al mercado como una institución natural más, como puede ser la familia. Ciertamente los llamados fallos del mercado ya estaban siendo identificados y los gobiernos liberales aprobaban leyes antimonopolio y leyes laborales según se iban sofisticando las relaciones de poder y los conflictos entre quienes tienen más y quienes tienen menos. Hoy en día ya resulta obvio para cualquiera que existen externalidades, información asimétrica y situaciones de falta de competencia que son consustanciales a los mercados. Sin embargo, el mercado como institución de producción y distribución de bienes y servicios sigue siendo, en general, más eficiente que la alternativa estatal y, sobre todo, la opción moral preferible para quienes tenemos presente que la actividad del estado se financia detrayendo riqueza de la gente (comúnmente detrayendo mucha más riqueza de la clase media que de la clase alta).
Cuando el estado trata de corregir un fallo del mercado corremos el riesgo de que el coste sea más lesivo que el error a corregir. Es por ello que el estado debe actuar representando los intereses generales, plurales, de todo el cuerpo de la sociedad política. Para ello necesitará controles y equilibrio de poderes.
República

Berlín, 1955. "De aquí no pasáis". Y no pasaron.

Si todos los ciudadanos somos iguales ante la ley y disponemos de los mismos derechos y deberes políticos, todos debemos poder participar en las instituciones de gobierno (bueno, no todos: quienes quieren destruir el sistema representativo de gobierno o atentar contra la soberanía nacional, no pueden aprovecharse del sistema). Estas instituciones de gobierno deben estar dirigidas por una representación de la gente. Para evitar la tentación de crear oligarquías, la representación debe ser renovada con frecuencia y además, tiene que haber varias representaciones que entren en conflicto para que ningún cuerpo legislativo tenga el control total sobre el estado. Es decir, controles y equilibrio de poder. Entiendo que esto ya entre dentro de un campo especializado pero las líneas generales han de ser esas: legislaturas con funciones delimitadas, compuestas por legisladores que realmente sean representativos de su circunscripción, instituciones independientes que auditen su actividad, transparencia de hasta el último céntimo público (excepto lo relacionado con los servicios secretos) y sobre todo que haya una Constitución que diga claramente lo que compete a cada cámara y a cada gobierno.
Hacia un primer borrador
Si soy pesado hablando de todas estas ideas previas, es porque existe una filosofía anterior a la política. Si alguien me dice "la libertad es buena", salgo corriendo. Para evitar caer en metafísicas es necesario estar de acuerdo previamente en definiciones. Dicho esto, una aproximación a un manifiesto podría contar con ideas sobre el hombre, la sociedad, la nación y el fin de la acción política liberal. Esta enumeración es sucesiva. Creo que el manifiesto debe empezar por ideas básicas y acabar explicando por qué la nuestra es la opción óptima.
  1. Ninguna diferencia entre los hombres constituye razón para ser discriminados ante el poder público.
  2. Todo hombre nace con una dignidad consustancial a su persona. Esta dignidad significa que nadie puede ser privado de libertad de movimiento, de su propiedad o ser agredido sin que medien poderosas razones reflejadas en leyes reconocidas por la comunidad en la que vive.
  3. Cada persona es responsable de llevar su vida como le plazca, siempre y cuando no inicie la agresión contra otros si no es en respuesta a una agresión previa.
  4. El hombre vive en una sociedad depositaria de una tradición y una costumbre susceptible de modificación con el refrendo de una mayoría tras un debate informado.
  5. El ciudadano tiene derecho a ser informado y a participar en el proceso político.
  6. El poder político es reflejo de la voluntad mayoritaria de los individuos. 
  7. Debe haber una Constitución que limite de forma clara la acción de gobierno, que establezca contrapesos a su acción y que disponga los equilibrios de poder necesarios para prevenir la tiranía que puede surgir de la sociedad o del propio estado. La opción mayoritaria no siempre tiene razón. La representatividad política constituye un método, no un fin.
  8. El mercado es una institución natural construida sobre la base del intercambio voluntario. La participación del estado en el mercado debe ser limitada y específica.
  9. Sin detrimento de la iniciativa de las personas, el estado ha de cumplir una función de ayuda subsidiaria ante circunstancias sobrevenidas, no anticipadas y que exijan movilizar recursos complejos.
  10. Para el buen hacer de las instituciones políticas el ciudadano y sus representantes deben observar un pulcro sentido de la responsabilidad sobre los bienes públicos y una cauta distancia sobre los bienes privados ajenos. El diseño institucional debe hacerse teniendo en cuenta esta responsabilidad y esta distancia.
  11. El liberalismo es el sistema de pensamiento filosófico y político que promueve la limitación del poder público, la dignidad de la persona y los derechos civiles que han logrado la época de mayor libertad y prosperidad de la historia. 
  12. Ninguna alternativa al liberalismo ya sean las bienintencionadas tentaciones socialistas o las nostálgicas involuciones reaccionarias son capaces de ofrecer formas de convivencia y de acción política acordes con la dignidad humana, los derechos de las minorías, el respeto a la propiedad ajena y el principio de no agresión.
  13. El liberalismo político está ligado a la existencia de la nación. Las mismas razones que llevaron a los primeros liberales en Cádiz a proclamar que la soberanía reside en la nación, son hoy aplicables contra quienes desde dentro y desde fuera quieren quebrar esa soberanía.
  14. Defender la soberanía nacional que propugna el liberalismo político, no entra en conflicto con formas de gobierno que supongan la existencia de varios centros de poder siempre y cuando exista una Constitución común y al menos una cámara en la que ésta soberanía quede reflejada y pueda garantizar las previsiones constitucionales.
Hay algunas ideas mágicas, pero en general el principio de límite constitucional y de sacralidad de la esfera privada quedan reflejados. Es importante hacer hincapié en que no se puede tener igualdad ante la ley sin leyes que reflejen voluntades mayoritarias (en el debate liberalismo vs. democracia, yo me sitúo en la república liberal, es decir, soy de los que piensan que no son incompatibles). Como no hay peor tiranía que la de la turba, se hace necesaria una Constitución que diga que en ocasiones la mayoría no tiene razón. Para esto es necesario limitar la acción del estado y además que haya varias instituciones políticas que puedan vetarse.
Sospecho que todo esto es parte de una conversación más larga.