Decía Cela en una entrevista que en este país cada escritor quería oler más fuerte que otro pero todos olían igual: él se proponía oler distinto. En el ámbito político ha sucedido algo parecido, hasta que aparecieron los nuevos partidos el bipartidismo despedía un olor sospechoso viniera de las siglas que viniera. Ciudadanos y Podemos han aportado a la pituitaria de los votantes nuevas gradaciones con viejos ingredientes. Ahora bien, esta resurrección de las viejas ideologías ha hecho mella en la izquierda mucho más que en la derecha, porque el PSOE se ha sentido amenazado desde la irrupción de Podemos, cosa que no ha sucedido en los populares con la amenaza Naranja. No creo que el PSOE tenga un problema de liderazgo, su problema es de identidad.
El PSOE lleva muchos años reivindicando una identidad que remite a una historia que no le pertenece, sucedió en el 79, cuando Felipe González como secretario general propuso renunciar al marxismo como piedra angular del partido en favor de la socialdemocracia, y se repite hoy. Se empeña el PSOE en ser lo que no es y se empeña luego en apoderarse del liderazgo de la izquierda. Cuando uno está constantemente explicándose corre el riesgo de que no le crean: obras son amores. Pero si Felipe González transformó el PSOE, Pedro Sánchez parece constantemente querer transformarse a sí mismo, su pecado capital es el orgullo; presentarse dos veces al mismo puesto en la vieja estructura socialista puede salirle muy bien o muy mal, no habrá término medio, pero gane o pierda el ridículo está asegurado. ¿Cómo explicar el no a Podemos en su primer intento de investidura? Felipe González también renunció a la secretaría general en el 79 y luego ganó todos los referéndums. ¿Es Pero Sánchez un síntoma más de un partido que carece de identidad?
Que Mariano Rajoy pueda salir en los medios de comunicación y soltar una frase a todas luces irrelevante como si estuviera explicando los secretos del talmud no es fruto de la casualidad, detrás de sus palabras hay una identidad fortísima en la que se ven reflejadas millones de personas. Rajoy no es un gran líder pero sabe explotar a la perfección la masa que le empuja, el electorado que le apoya. Frente al manejo de estas herramientas, ¿qué hace el PSOE sino ir a rebufo de los morados?
Un partido político es una maquinaria con un único fin, ganar elecciones, o sea, poner de acuerdo a millones de personas para que todas cojan la misma papeleta. El fracaso del PSOE desde esta perspectiva es inapelable, porque uno no sabe qué está votando cuando vota por el PSOE, la duda es un reflejo de la dolencia freudiana del partido de la rosa y el puño, que ya no sabe lo que es; en su paso por el diván se juega la personalidad y la interpretación del mundo, porque uno es lo que es en base a la lectura que hace de lo que le rodea.
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