IDFA - Parte 1: Voces hispanas

Publicado el 24 noviembre 2020 por Enprimerafila

Una de las citas más destacadas del panorama de festivales internacionales es IDFA. Festival Internacional de Documentales de Amsterdam, que es la muestra más importante de este género en Europa, una especie de festival de categoría A de documentales que ofrece las películas que marcarán el ritmo en los próximos meses. Las cifras son bastante claras: más de 250 películas, 150 de ellas estrenos absolutos, forman parte de su amplia e inabarcable programación. Aunque en principio la organización de IDFA decidió llevar toda esta programación al formato online, debido al cierre de cines y teatros decretado por el gobierno holandés motivado por la segunda ola de la pandemia del coronavirus, finalmente el 19 de noviembre se tomó la decisión de volver a abrir estos espacios, de forma que el festival finalmente se está celebrando en formato híbrido. Por supuesto, la celebración, que se desarrolla hasta el 6 de diciembre, se apoya principalmente en el formato online cuando se trata de invitados, ya que los viajantes que llegan a Holanda desde países considerados de riesgo, deben realizar una cuarentena de 10 días antes de participar en el festival, lo que hace prácticamente imposible contar con invitados. 

La presencia de producciones de habla hispana, latinoamericanas y españolas, suele ser notable en la programación del IDFA, y este año destaca especialmente, con una treintena de títulos que provienen de países como Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y España. En esta crónica vamos a hacer un primer acercamiento a algunos de estos títulos de habla hispana. 

Competición Largometrajes

IDFA se inauguró precisamente con la producción suizo-paraguaya Apenas el sol (Arami Ullón, 2020) que denuncia la situación del pueblo ayoreo, una comunidad indígena que habita zonas de Paraguay, Bolivia y Argentina, y que ha vivido casi siempre tratando de aislarse. Pero la especulación de la selva ha provocado la invasión literal de su territorio, de forma que cada vez quedan menos habitantes. El documental acompaña a Mateo Sabode, un miembro de esta tribu que viaja por distintos asentamientos grabando en una vieja cassette conversaciones y canciones tradicionales, tratando de mantener vivos los relatos de otros ayoreo que nacieron libres y nómadas. Un intento de preservar la memoria de un pueblo que tiende a desaparecer. 

La directora muestra este proceso de impresión de los recuerdos como si se tratara realmente de un réquiem por los ayoreo, especialmente en la zona del Chaco paraguayo, donde la antigua subsistencia basada en la naturaleza se ha convertido en una paupérrima dependencia del gobierno que les ofrece una cantidad mínima de dinero cada dos meses, ahogados por la necesidad de tener que comprar lo que antes tomaban libremente de la selva. Es un documental que tiene una mirada pesimista (las tierras baldías que dejan tras de sí las excavadoras), y que mantiene la distancia sin intervenir en estas conversaciones que graba el protagonista. Es la constatación de la masacre silenciosa de un pueblo. 

La directora argentina María Álvarez realizó hace unos años el documental Las cinéphilas (2017), en el que retrataba a un grupo de mujeres mayores que tenían como afición el cine. Era un acercamiento al mundo de la vejez y a la escapatoria del tiempo, que logró un gran reconocimiento en festivales internacionales. Ahora presenta El tiempo perdido (María Álvarez, 2020), que también forma parte de la Sección Oficial Tierres en Trance del Festival Internacional de Cine de Gijón. Algunas de estas mujeres formaban parte también de un grupo que se reúne en un bar para leer los siete tomos de la obra de Marcel Proust En busca del tiempo perdido (1913-1927), que el escritor francés tardó catorce años en completar (de hecho, los tres últimos tomos se publicaron de forma póstuma). 

Rodado en blanco y negro, la directora se acerca (y no abandona en casi ningún momento) a este grupo que se ha ido reuniendo de forma intermitente durante diecisiete años, para leer en voz alta y analizar las líneas de esta novela. Es un documental de interior, pero no solo en cuanto a espacio, sino también en cuanto a la reflexión que hace nuevamente sobre la vejez y el paso del tiempo. "Todo lo que le pasa al protagonista de la novela me ha pasado a mí", dice una de las tertulianas. El desarrollo de la película va hilvanando el texto con las relaciones que se establecen entre los miembros del grupo, delimitando con precisión un paralelismo que a veces es más sólido y otras más liviano. Falta quizás, como había en Las cinéphilas, una concreción mayor en las vidas de algunos de sus protagonistas, porque esa mesa redonda a veces se hace repetitiva, excesivamente imbuida de su propia filosofía. Y eso resta eficacia al conjunto. 

Competición Debut

Una de las producciones españolas presentes en la programación de IDFA es La primera mujer (Miguel Eek, 2020), largometraje centrado en la personalidad de Eva, quien tras seis años en un hospital psiquiátrico, tiene que enfrentar la difícil tarea de volver a la sociedad y reiniciar su vida. "Solo quiero ser una persona normal, con familia, con amigos", comenta a uno de los psiquiatras. Es una mujer que desborda optimismo, que mantiene la expresión sonriente en todo momento, quizás como recurso de defensa hacia la depresión. Atrapada en el mundo de las drogas, el hijo que tuvo le fue arrebatado debido a su incapacidad para hacerse cargo de él, y en este reinicio de su vida, también trata de recuperar, al menos, la posibilidad de verlo. 

El director ha acompañado a Eva durante los últimos dos años, en este difícil proceso de regreso, y en general mantiene una mirada que se distancia, porque no solo pretende reflejar la propia situación de la protagonista, sino que también ofrece una reflexión general en torno a la forma en que las personas con enfermedades mentales son vistas, y también sobre cómo se ven ellos mismos. Porque Eva, aunque se siente curada, tiene siempre sobre ella el riesgo de una posible recaída en el futuro. Es un retrato que resulta emotivo (en los encuentros con su madre) y que habla de esperanza, de recuperación de una vida plena y de la definición que hacemos de la normalidad. 

En El cielo está rojo (Francina Carbonell, 2020), la directora aborda las grabaciones y documentos que fueron presentados en el juicio para delimitar las responsabilidades en una tragedia ocurrida en una cárcel chilena. En 2010, en la prisión de Santiago se desató un gran incendio, provocado por altercados entre bandas rivales, que acabó con la muerte de 81 personas en el módulo de presos peligrosos. El documental revela una administración de prisiones ineficaz, con cárceles masificadas, pero sobre todo una pasividad de los funcionarios, que prácticamente dejaron que el incendio se extendiera sin hacer nada. El documental deja a un lado las formas tradicionales para ir construyendo la historia a través de recortes de informes, de grabaciones de la investigación y del juicio posterior. Lo hace con eficacia, con una capacidad para mantener la atención a través de revelaciones que resultan cada vez más sorprendentes. 

En cierta manera, se trata de un documental muy físico, utiliza las imágenes de las cámaras de seguridad que de pronto se pixelan porque algún funcionario ha pulsado el zoom (posiblemente para ocultar algo), vemos humo y rostros borrosos, hay una sensación claustrofóbica que consigue que no solo sea una película que narra de forma teórica los hechos, sino que transmite esa sensación de asfixia. Cuando vemos los cuerpos de los presos fallecidos, la directora se centra en sus tatuajes, más que en sus rostros, como las verdaderas huellas de su identidad. 

Competición Cortometrajes

Otro de los títulos españoles que se estrenan en IDFA es Os corpos (Eloy Domínguez Serán, 2020), un emocionante trabajo que habla del coronavirus sin mencionarlo. Las imágenes muestran la celebración del Carnaval de Galicia en el mes de febrero pasado, diez días antes de que se confirmara el primer caso de coronavirus en la región. De alguna manera, esta bacanal de cuerpos pegados, de empujones, de aglomeración de personas, suena como algo utópico visto desde la perspectiva de estos meses de distanciamiento social. Se muestra, en su juego de sombras, de imágenes borrosas y de estallidos de luz, como una especie de ensueño de una realidad que se añora de alguna manera. La estética nos recuerda al documental Brimstone & Glory (Viktor Jakovleski, 2017), que se adentraba en las celebraciones de la mexicana Feria de Pirotecnia Tultepec de una forma también muy sensitiva, llena de colores y de fisicidad. Pero aquí hay una carga de profundidad emocional mayor a través de esta lectura de la pandemia, del confinamiento que impide el acercamiento de las personas. 

Ayer se celebró el Queer Day, un día que IDFA dedica a realizar un programa que incluye específicamente las producciones de temática gay que forman parte de su programación. Entre ellas encontramos Imperdonable (Marlén Viñayo, 2020), que consiguió el Premio al Mejor Documental Internacional en Hot Docs 2020. La directora española, nacida en León, pero residente desde 2013 en El Salvador, donde fundó su propia productora de documentales, nos acerca a una realidad de la que se no se habla demasiado. El protagonista es un joven que se incorporó a la Mara Barrio 18 cuando tenía 12 años, y que describe auténticas atrocidades cometidas en esa banda. Condenado a prisión por diversos delitos hasta el año 2048, se encuentra en la prisión de San Francisco Gotera esperando que le trasladen a un módulo especial para homosexuales en otro recinto, aunque para ello tenga que separarse de su novio, que no acepta, a pesar de su relación, su orientación sexual. Es la doble represión de las personas gays, por un lado las represalias de la propia mara, y por otro lado la condena de la Iglesia Evangélica, que se extiende por toda la prisión. 

Esta segregación supone una lucha constante del protagonista por afianzar su identidad, mientras que su novio prefiere dedicarse a la religión. De hecho, los presos homosexuales están también aislados en una celda común para evitar represalias o actos de violencia contra ellos. Lo que se convierte también en una doble prisión. Hay una constante dicotomía en el cortometraje de Marlén Viñayo. Por ejemplo, en el retrato del protagonista, cuya personalidad parece casi infantil, pero que también ha sido responsable de decenas de asesinatos y está condenado incluso por violación. Lo más terrible, sin embargo, lo vemos en las instituciones. Cuando debe pasar por un examen psicológico para poder conseguir el permiso para el traslado, las preguntas que le hacen son terribles, dolorosas, ridículas, marcadas por el estigma: "¿Cree que es una persona más sensible que los demás?, ¿ha participado en prácticas sexuales poco comunes?, ¿le gusta a usted cultivar plantas y flores en su casa?". 

Luminous

En esta sección se presenta otra producción gallega, O arrais do mar (Elisa Celda, 2020), un documental que formó parte de la programación del festival Curtocircuito, y que tiene a la oscuridad como elemento principal. Mientras los pescadores practican en la playa la Xávega, un arte de pesca ancestral que ya está casi desaparecida, en la misma zona tienen lugar encuentros homosexuales amparados por esa oscuridad nocturna. La directora pretende evocar sensaciones diversas, contradictorias en ocasiones, pero pierde cierta consistencia a lo largo del metraje. Y acaba construyendo una lánguida mirada que apenas encuentra el equilibrio entre lo que quiere contar y lo que quiere mostrar.

Masters

El festival L'Alternativa, que se celebra en formato online en Filmin hasta el 28 de noviembre, se clausura con el documental Epicentro (Hubert Sauper, 2020), que pudimos ver en DokuFest y que se presenta en esta sección del IDFA. El director austríaco de documentales como La pesadilla de Darwin (2004) acompaña a un grupo de niños cubanos, a los que llama sus "pequeños profetas", mientras les pregunta sobre la historia de su país, sobre la revolución... y ellos dan respuestas obviamente influidas por un cierto adoctrinamiento. Al mismo tiempo, otros personajes afloran ante la cámara del director, mostrando una realidad difícil, pero al mismo tiempo alegre, un estado de ánimo positivo a pesar de las complejidades de una vida marcada por la pobreza. 

Hubert Sauper habla al comienzo de Utopía, un lugar soñado pero al mismo tiempo inexistente. Es una representación sutil de un país como Cuba, una especie de territorio que parece primitivo, pero al mismo tiempo está lleno de alegría. El documental también habla de la colonización, la histórica que llevaron a cabo los españoles en Cuba, pero también la presente, a través del turismo y de los medios de comunicación. El cine se propone como un instrumento de colonización, una especie de herramienta que conecta con los espectadores, pero que al mismo tiempo también los adoctrina. Las películas de Chaplin fascinan a los niños mientras las ven, y su nieta, la actriz española Oona Chaplin, aparece ante la cámara como una representación de ese cine antiguo, de ese entretenimiento que también tenía un planteamiento político. Epicentro es un documental que, dentro de su simplicidad, habla de muchos temas de interés, y conforma un retrato certero de las contradicciones y la belleza de Cuba.

Best of Fests

Dentro de esta sección encontramos una selección de más de cuarenta documentales que han destacado en su paso por festivales internacionales. Ya hemos hablado en nuestro blog de la producción chilena-española El agente topo (Maite Alberdi, 2020), que ha pasado por DokuFest, por el Festival de San Sebastián, por la Muestra de Cine Hecho por Mujeres y por Estocolmo, entre otros festivales. También hemos comentado el documental venezolano El Father plays himself (Mo Scarpelli, 2020), making of reconvertido en largometraje documental que vimos en el Krakow Film Festival, en torno a la película de ficción La fortaleza (Jorge Thielen Armand, 2020), que actualmente se puede ver en la programación del Festival de Cine de Gijón. Ambas son películas complementarias, y quizás podríamos decir que el documental consigue elaborar mejor el retrato de un hombre en constante lucha contra sí mismo.

Desde Venezuela también, representando a su país en la carrera por el Oscar, se encuentra el documental Once upon a time in Venezuela (Anabel Rodriguez Rios, 2020), en el que la directora se acerca a la desaparecida comunidad del Lago Maracaibo para ofrecer un relato muy certero de la sociedad venezolana, entre corruptelas, pobreza, desigualdad y desinterés de las administraciones, que solo dedican una cierta atención a estas zonas abandonadas cuando se acercan las elecciones. Es un documental de gran belleza plástica, una especie de representación de la pobreza con cierta estética preciosista, pero también ofrece imágenes simbólicas, como ese constante reflejo en el agua, una especie de representación de la doble mirada que se tiene en torno a Venezuela. 

Por último, el cortometraje Son of Sodom (Theo Montoya, 2020) está dedicado a un joven que hizo un casting para el director, para protagonizar un largometraje, pero falleció por sobredosis una semana después. Este joven, que utilizaba el nick @sonofsodom en twitter, se convierte en objeto de atención, casi diríamos que de fascinación por parte de Theo Montoya, que reflexiona, tomándolo como pretexto, sobre la fragilidad de la juventud en la ciudad de Medellín, siempre a un paso de la muerte por la violencia o por las drogas. "Se han muerto tantos amigos míos que mis redes sociales parecen un cementerio". Y también la fragilidad de ser gay en Colombia, aunque se lleve con absoluta transparencia, como en el caso del protagonista. El director asiste con asombro a una evolución terrible en la ciudad de Medellín, que ha intentado desprenderse de la etiqueta de ciudad violenta, pero que sigue eliminando a la nueva generación. Pero si antes morían de un balazo, ahora se matan ellos mismos con la heroína. 

El tiempo perdido se puede ver en el FICX en Filmin hasta el 27 de noviembre. La fortaleza se puede ver en el FICX en Filmin hasta el 28 de noviembre.
Epicentro clausura el festival L'Alternativa el 28 de noviembre en Filmin. El agente topo se estrena en cines el 29 de enero.