La capacidad del Antiatlas de sorprender a todo aquel que se acerca a él es tan amplia como la propia cadena.- Palmerales encorsetados entre cañones de paredes verticales que se elevan sin tregua varios centenares de metros; anchas ramblas pedregosas allá donde los barrancos se toman un respiro y permiten abrir brevemente el horizonte; graneros de piedra de concepción casi tolkeiniana colgados sobre peñascos; manatiales que surgen impetuosos entre roquedos escondidos, cuyas aguas se escabuyen poco después; pinturas y grabados rupestres que nos hablan de una tierra de cazadores seculares y de otros tiempos y otros ecosistemas bien distintos a los actuales; pueblos de colores encaramados a las laderas vigilando sus bien regados huertos... .- La diversidad de contrastes que nos brinda, unido a la peculiar y sugestiva belleza de estas montañas, hace que cualquier incursión en ellas sea siempre un ilusionante objetivo.
La ruta que, internándose en el alto valle del rio Tamanart -afluente de un ya subterráneo Draa-, nos lleva hasta la pequeña aldea de Igmir, es un comprimido compendio de los valores, tanto culturales como paisajísticos y naturales, que nos brinda el Antiatlas.- Como valor añadido, esta ruta nos permite atravesar íntegramente el sur de la cadena y acceder a la región de Tafraute, al norte, por lo que es una excelente opción para comunicar esta última con la zona de Akka -Foum el Hasan.
El valle del Tamanart atesora una de las mayores concentraciones de pinturas y grabados rupestres de todo Marruecos.- Tanto al sur como al norte de Foum El Hasan, existen diversos focos de arte prehistórico, que tanto por calidad como por cantidad justifican la importancia de estos yacimientos, que si bien han sido objetivos de ambiciosos programas de catalogación y conservación , todos ellos han acabado en papel mojado, pues la realidad es que no gozan de protección efectiva alguna.- Uno de los mayores focos está ubicado en las inmediaciones de las aldeas situadas al inicio de la ruta, principalmente Aguerd y Ait Herbil.- Los grabados se encuentran en el flanco del acantilado, a unos cuantos metros de altura, y nos muestran
Nada más adentrarnos en el valle, en todo momento delimitado por paredes rocosas que lo estrechan y ensanchan a capricho, las aldeas y las franjas de palmerales y huertos se suceden (foto superior: Aguerd), siempre a orillas del ancho río, de cuadal intermitente y ocasional, como todos los de la región, pero que de vez en cuando nos sorprende con alguna surgencia que acumula el agua en alguna poza.- Los pueblos combinan el núcleo tradicional de casas de adobe o piedra con las nuevas construcciones, casi todas pintadas de un color rosa pálido.- Las montañas que nos rodean son las típicas del Antiatlas, montañas viejas y pedregosas, de cumbres suaves y redondeadas -incluso mesetarias-, pero surcadas de múltiples cicatrices en forma de cañones y desfiladeros que muestran sus estratos desnudos y atormentados por la erosión. Estratos muchas veces aprovechados para ubicar graneros y antiguos pueblos fortificados, hoy en día en desuso y prácticamente destruídos, y de los que únicamente persisten algunos morabitos (foto drcha).-
El valle se ha estrechado considerablemente, y las paredes laterales van ganando en verticalidad y altura, mientras el camino sigue acompañando al lecho seco del rio en sus constantes meandros, para adentrarse de súbito en un espeso y largo palmeral, en el que encontramos varias aldeas, siendo Tamesoult la más importante de ellas. (foto drcha)- Tras atravesar estos pueblos, donde -y como tónica general- el hormigón está terminando por imponerse, el palmeral , cuajado también de huertos, olivos y frutales, comienza a clarearse, hasta que el paisaje árido y pedregoso termina por acaparar nuevamente nuestra vista.-
La cercanía de Igmir se hace patente cuando entramos en otro palmeral, mucho más estrecho que los anteriores, ya que el valle se ha ido convirtiendo paulatinamente en un cañón en toda regla.- La aldea está compuesta por un puñado de casas, la mayoría de nueva construcción y algunas de ellas de varios pisos, que se agolpan y aúpan entre sí en el minúsculo espacio que las murallas rocosas que la envuelven permiten. El angosto fondo del cañón, apenas deja lugar para el rectilineo cauce del río escoltado por unas pocas filas de palmeras a cada lado, a modo de uniformado desfile militar (foto inferior).- Ni tan siquiera los huertos tienen cabida.- El lugar es verdaderamente pintoresco, y la agresividad geológica del entorno contrasta con la placided que transmite su contemplación.-
A partir de Igmir, y sin posibilidad alguna de tomar aliento, comienza uno de los puertos más espectaculares de Marruecos, tanto por la ruta en sí misma -con un trazado atrevido y sinuoso, con desniveles que hacen retener el aliento y varias curvas en z al final que "ponen la carne de gallina"-, como por la grandeza y belleza abrumadora del entorno, atravesando parajes que te sobrecogen el alma, llegando a dominar todo el barranco del Assif n'Mouguene que se abre a nuestros pies. (foto inferior y foto del encabezado).-
Paradójicamente, este puerto de montaña, cuyo trazado aprovecha magníficamente los estratos de la pared para encontrar un ruta de salida (última foto), no sirve para atravesar una cadena o cambiar de vertiente, sino que la subida nos deposita en las amplias mesetas que dominan los cañones que hemos travesado y otros más que surgen como cicatrices allí donde los cursos de agua han horadado sin compasión los materiales mas blandos (foto izda.).- El paisaje hasta ahora salvaje y
Cuando he efectuado la ruta este año, estaban arreglando la pista, y preparándola para asfaltar, justo a partir de la cima del puerto, por lo que los últimos kilómetros, hasta llegar a la carretera entre Tafraoute y Tiznit, cerca de Izerbi, resultaban un tanto incómodos, tanto por el polvo como por las máquinas trabajando
CÓMO LLEGAR.-
La ruta comienza en el tramo oeste de la N12, entre Bou Izakarne y Foum El Hasan, a 85 km. de aquella y a 18 km. antes del cruce de esta última, frente a una vieja gasolinera -ya jubilada-, junto a la aldea de Aguerd.- En total, desde este cruce hasta Tafraoute hay 95 km., de los cuales unos 45 son actualmente de pista, y el resto está asfaltado (los 7 primeros y los 43 últimos). Hasta Igmir son 32 km. desde el cruce.-
Tenemos que calcular unas 4 horas para el trayecto completo, pero el recorrido bien merece -al menos- un día entero para disfrutarlo en condiciones.-
COMER Y DORMIR.-
En toda la ruta únicamente existe un albergue, en Igmir.
Si venimos desde el norte, podemos tomar Tafraoute como punto de partida.-
Si venimos por el Sur, una buena opción es visitar antes el maravilloso oasis de Amtoudi Id Aisa y sus increíbles graneros colectivos (sobre el que versará la próxima entrada), donde hay varias opciones de alojamiento, una de ellas, el Albergue On Dirait le Sud, muy recomendable.- Se accede a Amtoudi desde la N12, bien por el desvío de Taghjicht, a 40 km. al este de Bou Izakarne, bien por otra carretera que surje unos 12 km. más adelante.
Plantar la tienda en cualquier sitio -hay muchos rincones que lo merecen- también es una buena opción, siempre y cuando tengamos provisiones de agua y no necesitemos una ducha con carácter acuciante.