Se larga a llover. ¿Por qué correr de lo que la Naturaleza nos regala? Es agua que cae del cielo y se pronuncia sobre nosotros. “Se larga”, grita uno. Se toma, me sale pensar. Se recibe lo que pasa. No hay opinión, hay claridad para distinguir.
¿A quién le gusta ser nada? Son roles, por momentos toca, y vaya que si toca. Es la oportunidad de indagar en la perspectiva personal. Y todo sigue su curso.
El proceso creador requiere intuición, sabiduría y dejarse ser como uno distingue que es. No hay que copiar, ni hay que igualar. No hay que ir de la mano de nadie, ni tratar de llegar a un destino. El destino está con uno. Se revela a la intención forzada, opta por hacer que los hechos pasen y nos regalen su eternidad.
¿Para qué comer más si con lo que vino estoy satisfecho? ¿Qué habría de hacer que lo cósmico deje de pronunciarse? Nada. Ja, la nada. El todo. ¿Son algo? Son polos.
La vida pensada en forma extrema se pierde los matices que hagan que podamos circular fluida y amenamente. La mente se deja de lado, y dale que va.
Las personas sacan lo mejor de sí de a uno, en el cara a cara. Será por eso que se creó el concepto familia, formada por dos individuos que deciden reproducirse.
En sociedad saltan las miserias. Las situaciones que propician la tensión. La chance de descubrir lo que deseamos en el momento es vital para estar identificados con la consumación y no con la congoja de que no se dé lo que quisiéramos.
El punto es disfrutar uno de lo que está haciendo. No hay otro juicio posible, y toda la mala onda junta que nos quiera tirar alguien, directa o indirectamente, pasa de largo al no sentirnos reflejados en esa resonancia.
Nadie puede entrar en tu burbuja si no te genera reacción su ira despierta.
Me resbala, como quien dice. Me puede hacer volver a mis templos sagrados, que nunca son tal cual el del otro ser, o me puede hacer salir de mis casillas y hacer ver algo que no quería distinguir. Si no estás ni para uno ni para el otro, ¿para qué estamos charlando entonces?
(To be continued)