Marta Zafrilla explicó a los asistentes la génesis de tal generación, puesto que fue ella quien la bautizó con el nombre que ostenta, y que se debe nada menos que al asteroide que, en la Nochebuena de 1858, cayó sobre Molina de Segura. Ciento cincuenta años después, la ciudad empezó a mostrar una ferviente actividad literaria, autores autóctonos o desplazados a vivir allí cosechaban triunfos literarios por media España, y de repente publicaban en las grandes editoriales de nuestro país. Así quedó demostrado que las secuelas de la “radioescribidad” eran ciertas, por ejemplo en los casos innegables de Paco López Mengual y Pablo de Aguilar, uno de ellos no había escrito una línea hasta los cuarenta años, y el otro empezó a escribir a raíz de trasladarse a vivir a Molina.
Amén de los rasgos meteóricos, cada autor, como es lógico, está cortado por un paño diferente, y todos ellos hablaron de su concepción de la literatura, el plano fantástico de Manuel Moyano, alternando con el sociológico, o de los géneros que cultivan, como esa narrativa náutica de Elías Meana, de sus coincidencias como lectores, y de cómo el hecho de ser escritores ha modificado su actitud lectora, e incluso de sus planes de futuro, en los que hay alguna nueva sorpresa de dimensiones nacionales. Eso sí, ninguno de ellos obvia el vínculo principal que les une, que no es otro que la amistad, y el humor del que hacen gala siempre, dos razones que están muy por encima de cualesquiera otras coincidencias generacionales.