El II Festival Internacional de Música de Almansa inició sus actividades hace ya unos días. Por segundo año consecutivo, y gracias al tenaz empeño, al trabajo y a la sabiduría musical de Martín Baeza y al empuje de la Fundación engendrada para acompañarle en esta aventura, podemos afirmar que este extremo de la geografía manchega se transforma en el melodioso epicentro de un acontecimiento que, con programada insistencia, va a ir expandiendo sus ondas con el paso de los años, hasta llegar a convertirse en una cita obligada del panorama musical español. Y ello se logrará con la garantía que genera la presencia de nombres de indiscutible fama mundial que, a través de conciertos, óperas, recitales, conferencias y cursos, llenan los escenarios almanseños. Un augurio que cualquiera compartiría tras comprobar el programa en la web Festival Internacional de Música de Almansa.
Ayer, para los que, como yo, carecemos del conocimiento pero somos dueños del deseo con el que intentamos alimentar la sensibilidad y el oído, el concierto ofrecido en la Asunción fue un regalo espectacular. Martín Baeza y su trompeta, la misma que le ha elevado al reconocimiento planetario; Francisco Amaya y su órgano, con el que, magistralmente, transforma lo etéreo en armoniosos soplidos y Jacquelyn Wagner y su voz prodigiosa, mágica, increíblemente bella, contribuyeron a incrementar esa despensa espiritual con la que nutrimos la mejor de nuestras condiciones.
Ayer, la conjunción del arte y la profesionalidad dieron como fruto un día musicalmente especial, gracias a un almanseño universal. No me resisto a aprovechar la ocasión para decir -ya que las pasiones pueden recorrer muy diferentes caminos, y sé que Martín, además, compartiría este comentario-, que ayer, también, la conjunción del esfuerzo y la técnica hicieron que España se convirtiera en Campeona del Mundo de Fútbol gracias a un albaceteño universal. Gracias Martín. Gracias Andrés.