No soy gran aficionado al deporte rey, pero pese a mi ignorancia, me voy a permitir un breve comentario sobre el Sr. Casillas. No tengo el gusto de conocerle y la indiferencia es el término que mejor define el sentimiento que me inspira el popular personaje. Recuerdo, no obstante, los tiempos en que se le lamaba San Iker cuando salvó resultados tanto en el Real Madrid como en la selección Española, con palomitas imposibles y reflejos extraordinarios. Ahora, en el declive de su carrera profesional, siendo aún uno de los mejores porteros del mundo, el público se fija más en sus errores -o lo que la prensa deportiva y ciertos expertos afirman que lo son- que en el resto de las numerosas ocasiones en las que actúa como el gran deportista que es. Cristiano Ronaldo comete errores de bulto y no pasa nada, simplemente no subre un tanto al marcador, el fallo de Casillas supone un tanto el contra del equipo merengue; mientras nadie pita al primer, el segundo ha de soportar necesariamente los abucheos de noventa mil espectadores cabreados. No me parece justo; además, al fin y al cabo, Iker es un chico de Móstoles y el protugés no vivirá en nuestro país más tiempo del necesario para aumentar su ya considerable fortuna. Como siempre, gritamos el viva a las cadenas que nos sujetan al carro de la miseria