Hey, millenials, miradme, soy un tío enrollado. Estoy en la onda ¿no? Escucho Billie Eilish, con su historia de depresión-fashion. Tengo 43 años, ya, pero hey, os entiendo. Entiendo a Billie, sé de lo que habla, lo pillo.
Claro, yo también tuve 17 años, como ella ahora. Y sí, es verdad, el mundo era distinto entonces, no tiene nada que ver. En donde yo vivía, lo del hip-hop era una cosa marginal, de macarras, no como ahora que se ha apoderado del mainstream y os parece que el pop (de popular, no lo olvidemos) fue siempre así. Claro que lo de Billie Eilish tampoco es exactamente hip-hop: lo suyo es un pop anoréxico y envuelto en sombras que se regodea en la insana imagen que ofrece. Me hace pensar Billie Eilish en una artista que triunfó también siendo muy jovencita, llamada Lily Allen, y de cómo se convirtió en la primera gran estrella surgida de internet, pero supongo que ni el término “MySpace” os dice nada, ni creo que estas historias del cretácico superior sirvan para ilustrar nada, más aún cuando podría decirse que el sonido technicolor de Allen está en las antípodas de la estética enfermiza de Billie: que otro yonqui de la depresión como Thom Yorke diga que Eilish mola, dice mucho de las lúgubres coordenadas en las que se mueve esta jovencísima artista.
En “WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?” (lo del jaleo de las maýusculas y minúsculas que se trae esta chica mejor vamos a pasarlo por alto) encontraremos canciones tan fascinantes como “bad guy“, “you should see me in a crown“,”bury a friend” o esta exquisita (una canción de cuna sobre la pérdida, con la que las pesadillas parecen más que garantizadas) “ilomilo“. Todas ellas podrían perfectamente competir en la liga de canciones que definen el zeitgeist, el sonido del momento, pero es que no contenta con convertirse en la chica de moda con su exitoso debut, aún le ha dado tiempo de entregar una pista tan hipnótica como “WHEN I WAS OLDER” (su aportación al recopilatorio de canciones inspiradas en “Roma”, la película de Cuarón). Y como hicieron en su día The XX, podría decirse que pese a su juventud la estadounidense ha conseguido aquello tan difícil de presentarse en el mercado discográfico con una voz propia, apenas envuelta en beats (ella misma firma la producción junto a su hermano Finneas O’Connell) que suenan como cicatrices digitales, y dejando que los sonidos sampleados cubran las melodías (alguna de ellas suenan extrañamente cercanas a los standards jazz norteamericanos) de un muy particular óxido. Descomposición, demolición, desilusión: no deja de ser una adolescente (otra) descubriendo que está tan perdida como el resto de nosotros, pero hay que reconocer que al menos Billie Eilish lo hace con estilo.