Abrazada, regada y defendida por el río Jerte en su flanco meridional la ciudad que fuera construida "para agradar a Dios y a los hombres", se despedía Plasencia del medievo y Edad histórica que la vio nacer con tres puentes, hasta finales del siglo XX únicos en la localidad, que uniesen el centro urbano con el margen izquierdo de la urbe, constando supuestamente como más antiguo y bautizado como de Trujillo el que fuese sin embargo a lo largo de los siglos el más reformado, conservando sin embargo su sabor medieval los de San Lázaro y Nuevo, cuyas definitivas obras pétreas serían selladas bajo un estilo gótico que firmaría, en el segundo ejemplo, el polifacético artista centroeuropeo afincado en Castilla Rodrigo Alemán.Plasencia (Cáceres). Siglos XIV-XVI (erigido el de San Lázaro en el siglo XIV, reconstruido en 1.538 tras la riada sufrida por la ciudad en 1.498; edificado el Nuevo entre 1.500 y 1.512); estilo gótico.
Arriba y abajo: vista aguas arriba (arriba) y aguas abajo (abajo) de los dos primeros de los siete arcos, más aliviadero, de que consta el puente Nuevo placentino, viaducto en doble pendiente o perfil alomado, sustentado sobre bóvedas de naturaleza rebajada, bajo cuyo primer par a contar desde la orilla derecha corren las aguas del Jerte que discurren por el canal que da ser al espacio conocido como la Isla, terreno que pudo haber dado nombre primitivo a la obra, bautizada sin embargo por los vecinos como Nueva por ser de fábrica novedosa y distinta a la del monumento al que sustituyó, nombrado como de Pascual clérigo al ser éste su mecenas, arruinado y sobre el que se arreglaría un paso de madera derribado durante la riada que asoló el enclave en 1.498.
Arriba y abajo: tras superar el tercer arco (arriba), a contar desde la orilla derecha del río Jerte, alcanzamos el cuarto ojo y bóveda de mayor envergadura de la obra (abajo), punto de inflexión de la doble vertiente que marca la calzada del inmueble, sustentada su contigua mitad por tres arcos más al que habría que sumar en el estribo izquierdo una última cuarta bóveda cercana al punto de llegada de la plataforma a la orilla, a camino entre el ojo y el aliviadero (abajo, siguientes).
Abajo: consta el Puente Nuevo placentino de tajamares tanto aguas arriba como corriente abajo, diseñados sobre planta triangular rematados en sombrerete de índole piramidal, ubicados junto al primero de los arcos, en el estribo derecho, así como en los consiguientes pilares hasta la pilastra sita entre las bóvedas quinta y sexta, carente de tajamar el pilar contiguo y sustentante de los arcos sexto y séptimo, así como el estribo izquierdo en ninguna de sus caras, entendible ante el menor caudal de paso por los arcos más cercanos a la orilla oriental, reforzados contrariamente los tajamares de los pilares tercero, cuarto y quinto en su base, siendo éstos los que mayor corriente han de soportar.
Arriba y abajo: convertido en elemento identificativo del monumento placentino, corona el Puente Nuevo de Plasencia, erigido sobre la clave del arco central y petril septentrional del inmueble, un templete fabricado, como el resto de la construcción de sillería, en piedra granítica, diseñado entre sendos estribos rematados por pináculos de gusto gótico (arriba), encerrado entre ambas piezas verticales epígrafe, escudo y hornacina, blasón de los Reyes Católicos sostenido por el Águila de San Juan sobre el que se expone la talla pétrea y policromada de la Virgen de la Cabeza (abajo), esculpida al parecer por el mismo autor de la obra de ingeniería, Rodrigo Duque Alemán, escultor igualmente de la sillería del coro de la catedral, magna obra para la que al parecer, recomendado por Enrique Egas, fue llamado a la ciudad, donde se pierden los datos biográficos del maestro de presunto origen centroeuropeo.
Arriba: protegida por un artístico enrejado usado en la actualidad como sostén de los cerrojos de los enamorados placentinos, una menuda escultura de la Virgen de la Cabeza, honrada históricamente de continuo por la ciudadanía de Plasencia, en especial por sus vecinos de etnia gitana, se presenta como protectora de los viandantes desde una hornacina bordeada por arco gótico mixtilíneo, rematado por pináculo y cogollos vegetales, reubicada en 1.987 en su enclave original tras ser el templete del puente derribado por un camión cuando el mismo era utilizado como pasarela útil para el tráfico rodado, ya anteriormente restaurado en 1.89 y quedando constancia escrita de la rehabilitación en la misma construcción bajo doble escudo de la ciudad, costeada la restauración de tal elemento ornamental por el entonces chantre o maestro cantor de la catedral D. José Benavides Checa, primer hijo adoptivo de Plasencia por su contribución al estudio y cultura de la ciudad.
Arriba y abajo: ubicado en su enclave al parecer en 1.507, cuando las obras del puente superaban el cenit de su dilatada construcción, el templete del viaducto placentino terminó sirviendo no sólo como base tanto de blasón real como de hornacina mariana, sino inclusive como sostén de su misma lauda epigráfica (arriba), tallada en letras góticas que nos hablan brevemente de la historia de uno de los monumentos de edificación más polémica de la localidad, cuya controversia nacería cuando el concejo, ante su falta de solvencia económica, pensase en la erección de un nuevo viaducto de recia fábrica derrivado el paso de madera bajo un costeo conjunto entre el Ayuntamiento de Plasencia, apoyado por los de las localidades contiguas así como por el Cabildo de la ciudad, aceptando los primeros y pagando la cantidad en maravedíes asignada a los dieciséis pueblos de la tierra placentina, hasta alcanzar entre Tornavacas, Garganta la Olla, Valverde de la Vera, Pasarón, Jarandilla, Belvís, Almaraz, Serrejón, Deleitosa, Jaraicejo, Torrejón, Grimaldo, Talaván, Monroy, Corchuelas y Torremenga un millón de maravedíes, mientras que el Cabildo, aún con la aprobación episcopal, se negase a hacerlo, abriéndose un pleito entre concejos y clero que llevaría a intervenir a los propios monarcas, siendo los Reyes Católicos los que lograsen el pago eclesiástico y con él tanto el final del conflicto, a través de real cédula de 1.505 firmada por D. Fernando, fallecida un año antes la católica monarca, como el remate de la obra en 1.512, siendo el escudo real ubicado nuevamente sobre el petril meridional (abajo), frente al templete que ya acogiese el mismo, mirando esta vez no a los viandantes sino las aguas que del río van corriendo tras pasar por la obra sellada con la inscripción "Esta noble cibdad de Plasencia mando hacer esta puente de la Ysla reynando el rey don Hernando e la reyna doña Ysabel ntos señores y comensose en el año del Señor de mil e quinientos e acabose nel de quinientos e dose e fue maestro della Maestre Rodrigo Aleman".
Arriba: si bien se considera el Puente de Trujillo como el más antiguo de la ciudad, construido en madera supuestamente sobre restos de una primitiva fábrica romana, sería levantado en piedra ya en el siglo XVI por Hernando de Trejo bajo directrices del afamado arquitecto Juan de Álava, sustituido por la edificación que conocemos en la actualidad en el siglo XIX, constante transformación que ha permitido ser reconocido el Puente de San Lázaro como el viaducto placentino de fábrica más añeja, último de los que baña el río Jerte a su paso por la localidad, edificado al parecer en el siglo XIV, constatado en 1.428 y rehabilitado en 1.538 tras ser víctima de la riada que asoló la zona en 1.498.
Arriba y abajo: edificado sobre sillares graníticos, sillarejo cercano a la mampostería, y lajas de pizarra que se asemejan a cocidos ladrillos de diseño mudéjar, son estas últimas las utilizadas en la construcción de las seis bóvedas subsistentes de los siete ojos rebajados de que constaría la obra original, engullido el más cercano al margen derecho de la ribera (arriba), consolidada la pasarela en doble vertiente (abajo) a la que alcanzan los tajamares de planta triangular que protegen la obra aguas arribas unidos a los cinco pilares a la vista, reforzados del segundo al cuarto aguas abajo con tajamares semicirculares que no se multiplican sin embargo hasta alcanzar la orilla occidental, donde espera al viandante, reconstruido el petril sobre el arco último y estribo donde antes hubo pasarela metálica pensada para un mejor acceso al tráfico rodado al monumento, la Ermita de San Lázaro y la barriada a la que el templo, como al puente, da nombre, enclave depauperado y conflictivo de Plasencia cuya denigración alcanza el monumento medieval, impidiendo el pleno disfrute de esta centenaria obra histórico-artística.