Inscrita en 1.986 por la UNESCO en la Lista del Patrimonio de la Humanidad la ciudad antigua de Cáceres, miembra fundadora la capital cacereña en 1.993 de la asociación Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, el casco antiguo cacereño presenta entre su entramado urbano medieval una serie de palacios, edificios religiosos, murallas y defensas militares donde se reúnen infinidad de detalles artísticos correspondientes a todos los estilos que se han ejecutado a lo largo de la historia de la localidad, conformando auténticas colecciones de elementos como blasones o portadas, pero también de vanos y ventanas entre las que destacan las geminadas o ajimeces, características por su doble abertura, alcanzando en Cáceres la veintena de ejemplares, tapiadas algunas y reconstruidas otras, en su mayoría de estilo gótico sin que falten modelos de tintes renacentistas o mudéjares, en una amalgama cultural no siempre fácil de encontrar que permite al casco antiguo de la ciudad conseguir su característica personalidad.
Cáceres. Siglos XV-XVI; estilos gótico, plateresco y mudéjar.
Arriba y abajo: aunque la mayoría de los ejemplares de ajimeces cacereños se encuentran en la ciudad intramuros, es posible descubrir algunas ventanas geminadas en las también pertenecientes al casco histórico calles adyacentes, observándose tanto en fachadas de renombrados palacios como en rincones insospechados modelos diversos de vanos de doble abertura, siguiendo el diseño más presente en la ciudad, de inspiración gótica y doble arco de herradura enmarcado por alfiz, firmado con escudo donde se adivinan los blasones de los Becerra y Espaderos en un ejemplar tapiado y en desuso enmarcado en los muros de lo que fuese torreón medieval inmerso en la antigua Hospedería de Santo Domingo, visible desde la calle Ríos Verdes (abajo), o junto a la portada de acceso al palacio de los Monroy, originario del siglo XIV y ubicado junto a la iglesia de San Juan y plaza del Doctor Durán (abajo, siguiente), destacando la creación que combinando ajimez con ventana esquinera presenta la torre de los Galarza (arriba), enclavada en la calle del General Ezponda y lateral de la plaza de la Concepción, resultado de la reforma sufrida por el palacio en el siglo XVI en un estilo renacentista que sabe combinar el arco de medio punto con un parteluz marmóreo de capitel clásico, firmado con decoración propia del plateresco como el labrado a candelieri o relieves de dragones.
Abajo: asomada a la plazuela del Socorro, a escasos metros del enclave donde un día se alzó la hoy desaparecida Puerta de Coria, una ventana geminada mira desde la imponente torre conocida como de Espaderos, construida posiblemente en el siglo XV y perteneciente a los Cáceres-Andrada, por encima de los restos de la muralla tal y como antaño seguramente vigilase el horizonte extramuros desde su privilegiada situación, presentada en un diseño común entre los ajimeces cacereños simbiosis entre el espíritu gótico y el estilismo mudéjar, tomando de éste el uso del arco de herradura así como el alfiz dibujado en derredor del conjunto.
Abajo: la mañana del 23 de julio de 1.937 la ciudad de Cáceres, en zona nacional, sufría un bombardeo por parte de la aviación soviética afín a la República, resultando afectado y semidestruido el palacio ubicado en la Plaza de Santa María, conocido como de Mayoralgo, cuya portada principal se vería derribada, arruinándose dos ventanas geminadas reconvertidas en balcones que centraban la fachada, reconstruidas durante la restauración que la Dirección General de Bellas Artes efectuaría sobre el edificio en 1.942, recuperando sendos ajimeces de tintes góticos coronados con arcos de medio punto angrelados, descubriéndose en el muro lateral abierto a la calle del Arco de la Estrella los vestigios de otro posible ajimez de influencia mudéjar.
Abajo: si bien sendas ventanas geminadas abiertas en la fachada del Palacio de Mayoralgo se presentan como ejemplos de ajimeces cacereños recuperados, se dan dos vanos de doble abertura que a pesar de haber logrado mimetizarse con el entorno, responden a una restauración efectuada sobre el edificio en el siglo XX donde se ubicaron, enclavado en la plazuela de San Pablo y bautizado como Palacio de las Cigüeñas, conocido por el torreón de tintes florentinos respetado durante el desmoche dictado por los Reyes Católicos, tomando como inspiración estilística el característico ajimez cacereño de influencia mudéjar ejecutado en piedra granítica.
Abajo: posiblemente una de las ventanas geminadas más conocidas de las enclavadas en el casco histórico cacereño, el ajimez del Palacio de los Golfines de Abajo se presenta como pieza clave dentro del programa ornamental que decora la fachada del monumento, donde el gótico flamígero se fusiona con el plateresco, coronado el duplicado vano de arco de medio punto angrelado y parteluz marmóreo con el escudo de los Reyes Católicos, honor cedido por los monarcas a la familia que en este edificio les alojaría durante sus visitas a la otrora villa, emparentados con los Golfines que en la parte alta de la ciudad intramuros comenzasen a erigir en el siglo XIV el Palacio de los Golfines de Arriba (abajo, siguientes), conservándose de su etapa constructiva medieval dos ajimeces abiertos hacia el adarve occidental en su tramo denominado del Padre Rosalío, enlazados estilísticamente con los otros muchos ejemplos de ventanas geminadas simbiosis entre el gótico y el mudéjar.
Abajo: cercadas por la poblada hiedra que coloniza los muros externos del Palacio de los Sande y su contigua Torre homónima o de los Plata, anexionados a su vez desde el siglo XVIII a la Casa del Vizconde de Rodas, dos ventanas geminadas sorprenden entre la hojarasca en el flanco norte del monumento, separado hoy por un tapial de la calle de Orellana, abierto el primero de los ajimeces en la propia y recia atalaya, presentada su hermana en la pared contigua, posible portada original del inmueble cuyos comienzos arquitectónicos se remontan al último siglo del medievo.
Abajo: aunque reformada en el siglo XVI bajo un estilo renacentista cuyo clasicismo puede observarse en la portada del edificio, la Casa de los Paredes-Saavedra no oculta desde su posición como número 3 de la calle Ancha el pasado medieval de la misma, adivinándose los restos de un torreón a la derecha de la fachada del monumento, enclave de ubicación de uno de los dos ajimeces con que cuenta el palacio, repitiendo el mismo estilo a caballo entre lo gótico y lo mudéjar reiterado en múltiples rincones del casco histórico de Cáceres, denominado así por algunos autores como cacereño, difiriendo el segundo vano geminado artísticamente de él, al mostrar arcos de medio punto angrelados sobre parteluz pizarroso coronado por capitel compuesto de escudo, pequeño blasón de fajas jaqueladas correspondiente al segundo apellido que da nombre al lugar.
Abajo: dando nombre a la Cuesta de Aldana, se abre hacia tal calle desde un altozano que a mitad de la misma y a modo de mirador permite otear los tejados de la parte baja de la ciudad intramuros, lo que fuese Casa de los Aldana, erigida inicialmente en el siglo XIV en un estilo medieval semidesaparecido tras las diversas reformas efectuadas sobre el bien, conservándose de la fábrica primitiva los restos de un ajimez en el flanco norteño del inmueble elaborado en lo que algunos llaman estilo cacereño, repetido en el edificio ubicado al otro lado de la estrecha calle y misma altura de la vía (abajo, siguientes), elemento constructivo de una vivienda hoy deshabitada vinculada con los Figueroa donde un segundo vano geminado aparece antes de la desembocadura en la cuesta de la calle de Orellana, característico ejemplar al ofrecer un alfiz lobulado y no rectilíneo bordeando los arcos apuntados de que se compone la ventana.
Abajo: clasificado dentro de la rama toledana del arte mudéjar, se descubre en el tramo último y más encumbrado de la Cuesta de Aldana una sencilla vivienda característica por el estilo arquitectónico en que está constituida, único ejemplo de mudéjar puro conocido o conservado en la ciudad, vistoso y misterioso entre la sobriedad de las construcciones medievales y renacentistas que lo circundan, llamando la atención dentro de la fachada de la que fuese casa natal del compañero de Orellana en su aventura amazónica, frey Cristóbal Enríquez, el ajimez enclavado sobre su portada fabricado salvo su pétreo mainel íntegramente en ladrillo, en un resultado exótico que lo convierte en uno de los vanos geminados más conocidos de la urbe.
Abajo: siguiendo el trazado de la Cuesta de Aldana, pareciese querer prolongarse ya en la calle de Olmos la colección de ventanas geminadas dadas en la vía anterior, abriéndose en la portada de la que se ha denominado como Casa de los Ulloa, perteneciente al parecer a una rama de la famosa familia asentada en los rededores de la plaza de San Mateo, dos vanos de doble abertura donde la línea en relieve que une alfiz y arcos, existentes en otros modelos similares, ha sido borrada, dándose por el contrario la presencia de blasones en los capiteles que coronan cada mainel, escudo de los Paredes en el ejemplar ubicado en la esquina superior izquierda del conjunto, el de los Ulloa en su hermano derecho.