O bien, el mismo personaje de la serie más vista de nuestro contenedor: Doraemon. Mi jefe (o uno de mis jefes, para ser precisos) me cuenta que también puede dar fe de esta aseveración. Hay una sección donde preguntamos a los chavales cuestiones donde podrían darse a inventar, crear, imaginar. Me cuenta que, una vez oyen al primero de la lista idear algo, todos le imitan.
Invéntate una máquina. ¿Cómo sería tu ciudad si pudieras hacerla a tu manera? ¿Cómo decorarías tu casa, eligiendo lo que te apetezca?
No saben. No contestan.
¿Esto siempre fue así? No me gustaría derivar esto hacia la cantinela de que vivimos en tiempos poco poéticos. Quién sabe.
Pero lo cierto es que la imaginación no campa por ahí, libre, divertida, inspirando a adultos o niños. Vean las series españolas, que es lo que más llega. Por Dios. Menos mal que tenemos a Pixar. Dios salve a Pixar.
La originalidad es un concepto confuso. Y relativo. En España, escribir un film sobre naves extraterrestres es relativamente original. Como lo sería, hacer un western. Pero ya digo, es justo eso: relativo.
"Eligiendo lo que te apetezca". Vaya abismo. Qué miedo. Sabemos de lo que sabemos; de lo que leemos, oimos, vemos. Si sabemos de "thrillers" o comedias, si conocemos sus estructuras, el funcionamiento de los gags, los resortes del suspense, ¿para qué arriesgarnos?
Será que ya no jugamos. Será que lo hemos vuelto un trabajo, y, claro, eso le quita toda la diversión. ¿Se han atrevido alguna vez a convertir un sueño que recuerdan en una historia? ¿Han pensado en utilizar esas imágenes tan poderosas, tanto que están dentro de uno, y que, si las profundizamos bien, no vienen de ninguna ficción externa que hayamos contemplado?
Me hace gracia y veo comprensibles las burlas a Íker Jiménez. Este tipo ve misterios en cada rincón. Pero piénselo. ¿No es envidiable? No se trata de creer en ovnis o fenómenos paranormales. La cuestión es el discurso que se le opone. Los que defienden la realidad como piedra; la tocamos, la tocamos, y por tanto es válida.
Si vivimos sin imaginación, no sé qué nos espera. No sé cómo puede afrontarse la muerte, por ejemplo. No sé cómo, el envejecimiento, el desamor, el dolor. Supongo que los adalides de la realidad, serán grandes consumidores de fármacos.
Cuántos libros te hacen imaginar; cuántos te mueven la cabeza hacia otros mundos, universos, ciudades, sociedades, situaciones. Eso es creatividad; crear y hacer que otros creen. Y crean.
Visto así, me permitirán que haya días y ratos en que descarte mucho de lo que leo y veo. Puedo ver los matices y puedo vislumbrar los aciertos de relatos a ras de suelo, novelas en ese mundo "real", series y películas que, sí, bueno, quieren hacernos "reflexionar".
Imagino que los marxistas y los de la modernidad aún piensan que es la razón la que te hace libre. Ahora, piensen en los niños.
¿Qué es lo que de veras les hace a ellos ser tan libres?