Imaginación, lenguaje y escritura

Por Josep Pradas
OTRO INTERESANTE FRAGMENTO DE ALBERTO MANGUEL
Toda escritura es el arte de materializar el pensamiento. "Cuando se escribe una palabra _dijo San Agustín_, se hace un signo para los ojos a través del cual entra en la mente lo que pertenece a los oídos". La escritura pertenece a un grupo de artes mágicas relacionadas con la visualización y transmisión de ideas, emociones e intuiciones. Pintar, cantar y leer forman parte de esta peculiar actividad humana nacida de la capacidad de imaginar el mundo con el fin de experimentarlo. En una inconcebible tarde, mucho tiempo atrás, un remoto antepasado nuestro se dio cuenta por primera vez de que no necesitaba realizar una acción para conocerla; que la acción se llevaba a cabo en la mente y que podía observarla, exporarla, reflexionar sobre ella en un tiempo y un espacio de su propia creación. Imaginar algo llevó a nombrarlo, es decir, a traducir ese algo visualizado en un equivalente sonoro, de modo que la enunciación del sonido pudiera conjurar la imagen de la cosa, como por encanto. En algunas sociedades, al sonido se le asignó, a su vez, una representación material: marcas en un puñado de barro, muescas en un pedazo de madera, dibujos en una piedra pulida, garabatos en una página. A partir de ese momento la experiencia de la realidad podía codificarse por medio de la lengua o la mano y descodificarse a través de los oídos o los ojos. Como un ilusionista que muestra una flor en una caja y luego la hace desaparecer para volver a materializarla ante la mirada sorprendida del público, nuestro antepasado hizo posible que nosotros lleváramos a cabo un acto de magia.
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La escritura no reproduce el mundo hablado: lo vuelve visible, pero el código de esa visibilidad debe ser comartido en la sociedad en que el artista trabaja.


FUENTE: Alberto Manguel, Una historia natural de la curiosidad. Madrid, Alianza, 2015, págs. 108-109 y 120.