El rey Hiperión y su despiadado ejército avanzan por Grecia, destruyéndolo todo a su paso. Cada victoria le acerca un poco más a su objetivo: desatar la furia de los Titanes confinados en el monte Tártaro para vencer a los dioses del Olimpo. Nada parece capaz de detener su avance hasta que un joven llamado Teseo jura vengar a su madre, asesinada en uno de los ataques de Hiperión. Teseo con la ayuda de la oráculo Fedra, reúne a un pequeño grupo de hombres y asume su destino en una batalla desesperada por el futuro de la humanidad.
A poco que conozcaís mis gustos cinéfilos a la hora de degustar superproducciones y blockbusters varios, ya supondríais que hace tiempo que le tenía ganas a Immortals dada su temática: la épica y las posibilidades que brinda una época como la Antigua Grecia. Es un género en el que disfruto entrando de lleno en el juego de historias imposibles y criaturas fantásticas dejando de lado, en mayor o menor medida, un argumento que en la mayoría de ocasiones es sacrificado en pos del espectáculo visual.
Y eso es algo que ocurre en Immortals, una propuesta que ha sido, es y será comparada con 300 (Zack Snyder, 2006) no sólo por el hecho de que viene de la mano de los mismos productores, sino también por el personalísimo y marcado carácter visual que tanto Snyder como Singh disponen en pantalla en sus producciones y que es una característica que de alguna manera les une. El de Wisconsin ya ha dejado su sello inconfundible en propuestas como Amanecer de los Muertos (2004), la propia 300, Watchmen (2009) o Sucker Punch (2011), mientras que el director indio sembró con La Celda (2000) las originales y bizarras bases visuales y artísticas de su cine, que luego siguió explotando en The Fall - El Sueño de Alexandria (2006).
Al frente del reparto y como protagonista de la historia tenemos a Henry Cavill, el próximo Superman -que está dirigiendo Zack Snyder bajo la supervisión del gran Christopher Nolan, que participa en el guión y es productor del film-, que aporta presencia física e intensidad a la hora de construir a Teseo, héroe de turno y al que, sinceramente, creo que le faltan aún algo de tablas en esto de la interpretación. El que se come la pantalla y se apropia del protagonismo en todo momento es, como suele ocurrir, el villano de la función, que en este caso es el Rey Hiperión, interpretado por un buen Mickey Rourke que parece dispuesto a pasárselo en grande interpretando este tipo de papeles, como ya hiciera con Whiplash en Iron Man 2. La que pasa sin pena ni gloria es Freida Pinto, con una sosa actuación sin apenas trascendencia y relevancia. Del resto del reparto destacaría a un correcto Luke Evans poniéndose en la piel de Zeus y la presencia testimonial del prolífico actor británico John Hurt. La actuación de Stephen Dorff es demasiado superficial como para emitir cualquier tipo de opinión al respecto. Digamos que aparece, sin más.
A pesar de sus casi dos horas de metraje, he de decir que el film pareció transcurrir en un suspiro y me entretuvo, cosa que en los tiempos que corren no es moco de pavo. Insisto en que el hecho de acudir al cine sin más pretensiones que disfrutar de una historia simple pero con sus dosis adecuadas de acción, violencia y brutalidad se me antoja básico y fundamental para no salir decepcionado. Evidentemente, y si buscamos comparaciones, no es la mencionada 300, pero sí que es infinitamente superior a Furia de Titanes, de Louis Leterrier (2010), que se erigió por deméritos propios en una de las grandes decepciones del 2010.