Impares, imparables, impagables e impactantes: esos son Los Caramelos. Impávidos ante el desastre discográfico, impermeables a las modas imperantes que florecen (y luego mueren) con imperioso ímpetu, el grupo de Charlie Mysterio impresiona a los impacientes que daban por improbable un regreso, con un impensado debut: la impresionante colección que reunió Spicnic en 2002, tras el impulso impelido por Juan de Pablos desde su “Flor De Pasión,” no dejaba de ser un imponente recopilatorio de temas sueltos, impropiamente impopulares, y en cierto modo no fue hasta que -de improviso, hace unos meses- se publicó un imponderable EP, que pudimos dejar de implorar por su retorno. Y ahora, he aquí que Discos Walden, implicados desde hace tiempo en la edición de discos imperdibles, ve recompensandos sus ímprobos esfuerzos con la publicación -era ya algo improrogable- del primer álbum “oficial” de Los Caramelos, de impactante título: “Esconde Tus Alas En La Torre Fantasma”.
De acuerdo, reconozco que me resulta imposible ser imparcial con un artista tan imperdonablemente ignorado. A sabiendas de que resulta improcedente sin haber escuchado aún la totalidad del disco, algo me impele a afirmar que, si nada más importante lo impide, este vinilo coronará impepinablemente las listas de álbumes nacionales imperecederos que se imprimirán al final de este año: sencillamente me resulta impensable que alguien en este país pueda imponerse a tan impecable reformulación del pop de hechuras clásicas, impregnada de surf e implosiones de viejo rock, envuelta por una voz de timbre imperturbable en impenetrable misterio.
Seis son las canciones que pueden escucharse como adelanto:
“La Chica del 600 Blanco” nos convierte en impenitentes voyeurs, cuando no (“yo era quien robaba su ropa interior/ cuando estaba lavada y tendida al sol”) en cómplices de impuros actos más propios de la edad impúber; la breve “Pam Pam!” es, por su parte, una deliciosa invitación al crimen impune, a sabiendas quizás de que, por muy implacable que sea la asesina de nuestro corazón, nunca podrá ser imputada.
“Carmen” importa a nuestro idioma la belleza imperfecta de The Go Betweens (“Karen“); en “Visite a su Abuela” Los Caramelos imparten sabios consejos acerca de la imprudencia implícita en nuestra impremeditada e imperceptible predisposición a olvidar a nuestros mayores, mientras que los impolutos arpegios de “Comporta” (único instrumental del material avanzado) esbozan con aire impresionista un paisaje lleno de luz.
Dejo para el final “Impares Imparables“, porque lo de este tema es algo importante: el trémolo de sus guitarras (la impronta de su autor es más que evidente) se implantó en mi cortex cerebral desde la primera escucha, y ahora es sencillamente imprescindible: así de implacable es la perfección, así de imponderable la técnica con la que Charlie Mysterio y sus secuaces barren a letristas improvisados, impersonales -cuando no impresentables- composiciones y demás muestras de impericia musical. Que no se entienda como una imprecación impertinente, que este improductivo ejercicio de crítica resulta bastante impreciso, pero al lado de Los Caramelos, los demás (casi todos) me parecen unos impostores. Impares, imparables; en dos palabras: im-presionantes.
Publicado en: RevelacionesEtiquetado: Esconde Tus Alas En La Torre Fantasma, Los Caramelos, Pop, Surf, WaldenEnlace permanenteDeja un comentario