Suede siempre fueron a contracorriente del resto de los grupos de aquel horror llamado Britpop, del cual se salvan un par de discos de Oasis; unos cuantos más de Blur y alguno de algún otro grupo que tuvo una semana inspirada. Los londinenses tenían muy poco que ver con los dos grupos grandes de aquel movimiento – bueno, sí exceptuamos que Damon Albarn y Brett Anderson salieron con la misma chica – y su música estaba dirigida a otro tipo de público (no me imagino a un hooligan emocionado con las baladas de este disco) Ellos se iban hacia al lado más teatral de David Bowie, y el glam, y aunque su primer, y enorme disco, tenia pepinazos para aburrir, ni sus letras, ni su música estaban dirigidas al público adolescente británico. Lo demostraron muy bien en este segundo trabajo, que es la cosa menos comercial del mundo.
En Dog Man Star, Brett Anderson quiere ser El Duque Blanco, eso esta más que claro desde el comienzo de álbum con la fantástica We Are The Pigs (no cuento la introducción del principio). Si ya en su primer trabajo jugaban con la ambigüedad, tanto en las letras, como en el artwork, en este ya es algo descarado, y no se cortan un pelo a la hora de hablar de drogas o sexo. Mientras que en su homónimo Suede lo escondían siendo descarados, y desde una actitud más juvenil y desenfadada, en Dog Man Star se ponen serios, e impregnan todo el disco de melancolía y tristeza. Gracias a eso les salió uno de esos trabajos que perduran en la memoria de la gente, y uno de los mejores discos de la década de los noventa.
Aquí no hay singles tipo Animal Nitrate o Metal Mickey, lo que más se le parece en New Generation, y no demasiado. Estos son los Suede más oscuros y pesimistas a los que casi les tienes que rogar un estribillo facilón, y que son capaces de emocionar con un simple piano y una guitarra (Daddy’s Speeding) o con canciones de más de nueve minutos (The Asphalt World). Algo que les honra, ya que en aquellos días de 1994 en el que el resto de grupos se estaban preocupando por quien llegaría al nº1 en UK, Brett Anderson y Bernard Butler se preocuparon sacar todo lo que llevaban dentro. Así les paso, que el disco fue un pequeño fracaso comercial, y Butler dejaría el grupo un tiempo después. Por eso mismo canciones como The Wild Ones, Heroine o la preciosa The Power, hoy tienen tanto valor, y no dejan de emocionarnos. Pero la joya de la corona es esa Still Life que el cierra el disco ¿a quien no se le han puesto los pelos de punta con ese final tan orquestal? yo mismo creo que alguna vez se me ha saltado hasta una lagrima con esta canción.
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