NOVA ROMA
En uno de sus recurrentes caminos hacia su trabajo, Alejandro decidió hacer una parada en una acogedora cafetería que solía pasar por alto. Al entrar, fue recibido por el cálido aroma del café recién preparado, que se mezclaba con la dulzura del cacao proveniente de los tentadores postres que adornaban el mostrador. El interior del lugar emanaba una atmósfera acogedora y reconfortante, con paredes de tonos terrosos y muebles de madera desgastada que invitaban a relajarse.
Se acercó al mostrador y pidió una taza de café, mientras observaba a su alrededor la diversidad de clientes que charlaban animadamente o se sumergían en sus libros y dispositivos. Pero lo que capturó especialmente su atención un tumulto de gente alrededor de un artefacto que emanaba una luz suave y estaba rodeado de intrincados grabados. Su diseño era fascinante y parecía fusionar elementos antiguos y modernos en perfecta armonía, ubicado en una esquina. Sin duda, era una creación impulsada por el poder del alma, una tecnología que permitía transmitir imágenes y sonidos a través de la energía esencial.
Se aproximó a la pantalla y se perdió en la imagen que se desplegaba ante él. Estaba sintonizado en las noticias del otro continente, en Nova Roma. En la pantalla, la figura de un hombre imponente llenaba la escena. Vestía atuendos ricamente adornados que reflejaban su estatus y autoridad. Un manto oscuro y ornamentado caía sobre sus hombros, acentuando su presencia dominante. Su cabello oscuro estaba meticulosamente peinado y una expresión de seguridad y determinación se reflejaba en sus ojos. Era Magno, el nuevo emperador de Nova Roma.
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