Estoy lejos de ser un padre perfecto, pero ese momento sí fue perfecto. Pude vislumbrar en el rostro radiante de mi niña lo que es recibir amor incondicional: fue un retrato del deleite.¿Cuántos de nosotros sabemos en nuestro corazón que hay un Padre que nos ama de manera ilimitada? A veces, nos cuesta entender esta verdad. A los israelitas también les resultaba difícil. Se preguntaban si sus pruebas significaban que Dios ya no los amaba. Pero, en Jeremías 31:3, el profeta les recuerda lo que Dios había dicho en el pasado: «Con amor eterno te he amado». Nosotros también anhelamos un amor así de incondicional. Sin embargo, las heridas, las desilusiones y los errores que experimentamos pueden hacernos sentir que es imposible que nos quieran. No obstante, Dios abre sus brazos, los brazos de un Padre perfecto, y nos invita a experimentar su amor y descansar en él.
Señor, ayúdanos a recibir el regalo transformador de tu amor eterno.Nadie nos ama como nuestro Padre.Fuente Original