Respecto a lo que está pasando en Japón, poco o nada podemos hacer. Estaremos pendientes de la evolución de la crisis nuclear y de lo que pasa en los reactores de la central nuclear de Fukushima. Ahora bien, estamos obligados a reflexionar sobre estos sucesos y admitir, por ejemplo, que somos incapaces de prever todas las posibles contingencias que pueden afectar al funcionamiento de los reactores nucleares.
Creo que debemos pensar que muy cerca de aquí, en Cofrentes, tenemos una central nuclear similar a las japonesas. Estamos obligados a imaginar lo que podría estar pasando en Valencia, que está a 50 kms de Cofrentes, si allí hubiera un accidente nuclear de similares características (y no me vale que me digan que es imposible, pues seguramente los japoneses también decían eso hasta hace una semana). Y no se trata de ser alarmista, se trata de valorar el sufrimiento que ahora mismo está azotando al pueblo nipón, de quitarse el sombrero ante la tranquilidad y el civismo con el que los japoneses están afrontando la mayor crisis de su historia, y de solidarizarse con ellos.
Por terminar diré que lo más espeluznante es pensar en el trabajo, casi suicida, encomendado a esas brigadas de trabajadores que están ahora mismo luchando contra todos los elementos para intentar conseguir enfriar los núcleos de los reactores e impedir que se llegue a un escenario apocalíptico. La exposición a elevadas dosis de radiación dejará huella en la salud de esas personas y, posiblemente, algunos mueran antes de tiempo. Es realmente dantesco.
También del caso libio podemos obtener alguna enseñanza. Por ejemplo, hemos podido comprobar que las grandes potencias y la diplomacia internacional tampoco están preparadas para terremotos o tsunamis populares en forma de disturbios o revueltas. Entonces, cuando por sorpresa se inician alteraciones sustanciales del orden, nadie sabe como reaccionar.
Ningún mandatario, ni occidental ni oriental, ha sabido salir ante la opinión pública con una postura coherente ante la inestabilidad. Al contrario, todo ha sido improvisación y dejar que pase lo que tenga que pasar, mientras el entusiasmo de miles de personas se evaporará antes de que Europa o la ONU hayan adoptado alguna decisión. Algunos se aprestan a recoger su premio.