- ALBERTO ZEDDA DIRIGIÓ EL 'STABAT MATER' DE ROSSINI EN SANTANDER
Asegura que ahora, con 87 años, se siente "mucho más seguro" porque la edad le ha ayudado a profundizar y a hacerse más preguntas que cuando era joven y estaba "lleno de certidumbres".
"Las dudas ayudan a conquistar nuevas certidumbres, por eso me gusta tanto enseñar a los jóvenes, porque te hacen preguntas que te obligan a reflexionar desde otro ángulo, a mirar desde otro punto de vista. Al final, te obligan a ser joven", se ríe.
A diferencia de Rossini, al que, según un reciente estudio, atraía el dinero hasta el punto de que llegó a ejercer la usura, lo único que le interesa es la música, algo que nunca ha sido y nunca será un trabajo para él.
"Nunca me ha interesado ganar dinero, quizá por eso he ganado más del que jamás imaginé. La música es una profesión muy extraña, porque siempre sientes la misma emoción y pones el mismo entusiasmo y empeño en lograr el sonido perfecto, el que nace del diálogo con la trascendencia, el equilibrio entre la espiritualidad y los sentidos", añade.
Zedda, que "iba para filósofo" hasta que a los 19 años se enamoró de una pianista, es "muy conocido" en España porque vivió en Madrid durante siete años, ha dirigido en numerosas ocasiones en la Zarzuela y ha sido asesor artístico del Festival Mozart de A Coruña, una ciudad que "también", asegura, considera una de sus casas.
Gioachino Rossini compuso el Stabat Mater para los oficios de Viernes Santo de 1833. La composición tiene su origen en un encargo fechado dos años antes, en 1831, durante un viaje de Rossini a España, en el que dirigió una celebrada interpretación de El barbero de Sevilla en presencia del monarca Fernando VII. El archidiácono Manuel Fernández Varela acudió también a la representación y propuso a Rossini componer un Stabat Mater que rivalizase con el de Pergolesi. Reticente en un primer momento, por su estrecha vinculación con el género buffo, no convencido ante su capacidad para hacerse cargo de un tema litúrgico, Rossini rehusó el encargo aunque lo aceptó más tarde dada la amistad del prelado con su protector Alejandro Aguado. Rossini puso como condición que la obra no podía ser vendida ni publicada, recibiendo a cambio de su trabajo una tabaquera de oro encastrada de diamantes, donación del propio Varela. Sin embargo, a la muerte del prelado en 1837 el manuscrito fue vendido a un editor musical de París, contrariamente a lo estipulado por Rossini. La obra se había previsto para la pascua de 1832 pero hubo de retrastarse porque Rossini, falto de inspiración, tuvo que recurrir a su amigo Giovanni Tadolini para completar la partitura de cara a su estreno en 1833 en el Convento de San Felipe del Real de Madrid . De ahí que montase en cólera cuando tuvo conocimiento de la venta de su partitura, ante el escándalo que podía suponer para él si se descubría que no era por entero de su puño y letra. Fue entonces cuando revisó la partitura completando él mismo todo el manuscrito, estrenándose en esta versión definitiva en 1842, en la Sala Ventadour de parís.
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