Cuenta la leyenda que en las horas previas a la decisiva batalla cerca del Puente Milvio, sobre el río Tíber, el 28 de Octubre del 312, el emperador romano Flavio Valerio Aurelio Constantino, más conocido como Constantino I o Constantino El Grande-, mandó pintar el símbolo de la cruz en el escudo de todos sus soldados. La gran diferencia entre los ejércitos que aquel día se enfrentarían -ciento treinta mil hombres por parte de Constantino contra doscientos cuarenta mil del lado de Marco Aurelio Valerio Majencio, emperador romano de Occidente-, hacía presagiar una carnicería como pocas veces se había visto en las proximidades de Roma. La épica relata que esa misma noche, Constantino tuvo un sueño en el que, tras ver una gran cruz con la inscripción "In hoc signo vinces / con este signo vencerás", se le ordenaba poner un nuevo símbolo en su estandarte.
Denver Broncos 38, Oakland Raiders 24. Apócrifa o no, fuera por esta razón, por la imperícia de Majencia en las artes militares, por ambas cosas a la vez o por ninguna de ellas en particular, Constantino resultó vencedor en uno de los grandes momentos de la humanidad y lideró el Imperio Romano hasta su muerte en el 337. Y es que, a lo largo de la historia, la fe siempre ha sido uno de los motores más potentes del ser humano, capaz de impulsar más allá de sus límites a cualquier mortal. Para vuestras propias discusiones de cualquier jueves por la noche, en ese foro habitual de reunión y diálogo universitario al que acudís puntualmente, dejo el espinoso asunto de juzgar cuando una fe es aceptable o cuando es rechazable... seguro que os lleváis a todas las chicas a quinientos metros a la redonda!.
Cuando los Peregrinos arribaron al continente americano a lomos del Mayflower, lo hicieron -entre otros motivos-, buscando un lugar donde sus hijos crecieran sin sufrir los excesos de un estado íntimamente atado a los dogmas religiosos cristianos. Es cierto que los llamados Puritanos eran partidarios de una línea moral intolerante por la cual los gobiernos debían hacer cumplir "la moralidad" de Dios. Pero de igual forma, el colono Roger Williams se apartó de ellos fundando la colonia de Rhode Island bajo el principio vital de la separación entre Iglesia y Estado. Muchas décadas más tarde, ese sería uno de los pilares de la Constitución que las trece colonias subscribirían.
La exposición pública de su fe no constituye una herramienta mediatico-económica sino solo la expresión de una creencia. La gasolina que alimenta el motor de Tebow es la misma que la que lo hacía con Bebeto -exjugador del Deportivo de La Coruña-, de Silvinho -exjugador del Barça-, Kaká -actual jugador del Real Madrid- y de tantos otros que hallaron en sus convicciones religiosas una de las más potentes motivaciones.
Pero a la vista está que nunca necesitaron llevarla a una utilización tan descaradamente impúdica, ni jamás consiguieron tal impacto social. Es cierto que los europeos, a pesar de contar con raíces religiosas mucho más sólidas -o quizás precisamente por esa razón-, no somos dados a este tipo de "espectáculos".
Pero es igualmente un hecho que Tim se ha brindado a ese rol y, voluntaria o involuntariamente, para bien o para mal, lo explota hasta la saciedad. El Tebowing nace de este abuso y, con tanta mezcla añadida, es difícil saber cuando un aficionado imita el gesto por devoción a unos colores o a un Dios. Eso, al contrario de unir, lo que hace es separar a los seguidores de los Broncos -o a los cristianos-, de la globalidad de aficionados y define una frontera invisble entre partidarios y detractores que se sirven de esta imagen icónica para apoyar o rechazar la figura que representa. En un tótum revolutum cósmico, a estas alturas ya nadie puede diferenciar si la crítica se dirige al jugador, a su juego, a su equipo, a la religión que por modelo lo ha adoptado o a todo en conjunto.
Denver Broncos 38, Oakland Raiders 24. Como dije en un post anterior sobre el juego de Tebow, lo único que me ocupa y preocupa es lo que pueda ofrecernos en el emparrillado. Pero sería de necios no afirmar que, sinceramente, ni la NFL, ni ninguna competición deportiva necesita de estos aditivos.