A las siete y cinco de la tarde del 29 de mayo de 1991, la banda asesina ETA lanzaba un coche-bomba contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Vic (Barcelona), que quedó totalmente destruida. La explosión provocó la muerte directa de nueve personas. Dos guardias civiles: JUAN CHINCOA ALÉS y JUAN SALAS PÍRIZ; dos mujeres: NURIA RIBÓ PARERA, mujer del guardia civil Juan Chincoa, y MAUDILIA DUQUE DURÁN, suegra del guardia civil Juan Salas, también fallecido; y cinco menores de edad: FRANCISCO CIPRIANO DÍAZ SÁNCHEZ, de 17 años; MARÍA PILAR QUESADA ARAQUE, de 8 años; ANA CRISTINA PORRAS LÓPEZ, de 10 años; ROSA MARÍA ROSA MUÑOZ, de 14 años, y VANESSA RUIZ LARA, de 11 años. Además, el guardia civil en la reserva RAMÓN MAYO GARCÍA falleció al ser atropellado por una ambulancia que evacuaba a los heridos mientras prestaba auxilio a los afectados por la explosión.
Carod-Rovira escribió: “Nada de lo que voy a decir es nuevo para vosotros. Os lo dije ya, hace medio año, en algún lugar de Euskadi, cuando en nombre de mi partido os pedí, formalmente, que no actuaseis más en mi país. Habéis respetado la petición durante seis meses. Ahora, sólo me atrevo a pediros que, cuando queráis atentar contra España, os situéis previamente en el mapa“.
Ahora, cuando apenas faltan dos semanas para las elecciones generales, les pido a ustedes, mis queridos y escasos lectores, que se acuerden, en el vigesimoquinto aniversario del atentado a la casa cuartel de Vic, de qué lado estamos los demócratas, independientemente de su ideología.
El Sr. Pablo Iglesias manifestó que no justificaba los crímenes de ETA, pero que tenían una explicación política. Uno, desde la ignorancia, el desconocimiento, la tristeza y el desencanto, no puede entender que nadie, digo absolutamente nadie, pueda explicar que cinco niños mueran asesinados por una banda de asesinos por política. Y quien lo afirmó puede pasar a ser el representante de la segunda fuerza política de este país. Piensen antes de depositar su voto en las urnas. La sociedad se lo agradecerá.