El 10 de abril de 2023 en Castilfrío de la Sierra, Soria
fallece Fernándo Sánchez Dragó
«Todo está en los libros.»
“Para Merche, que tiene llave (y clave) de mi laberinto”.
Madrid, 28-1-94.
Vuelvo a la clave. Durante unos años fui una de sus colaboradoras más estrechas. Conocí al Dragó mediático, pero también conocí a Fernando. A veces era difícil discernir entre el uno y el otro y en otras ocasiones, estaba tan marcada la distancia que casi la podías masticar. Me dijo una vez que siempre era él mismo, yo le dije que no y quedamos en tablas.
Siempre digo que con él entré por la puerta grande del periodismo literario. Primero asistiendo desde la barrera y después, en uno de sus programas en Televisión Española, Negro sobre blanco.Cuando grabábamos, a Fernando no le gustaba hablar sobre el programa con el invitado o invitada de turno porque siempre decía que si le comentaba de qué iba a ir la entrevista se perdía naturalidad, así que en esos momentos previos, después de maquillaje y peluquería, había unos minutos para tomar un cafetín antes de entrar a plató y charlaban sobre todo y sobre nada, sobre su vida personal, sobre las entretelas de la tele o sobre el tiempo, si era menester. (Y por entretelas me refiero a curiosidades técnicas o similares, nada más; sobre el propio programa en sí). Y era en esos momentos donde podías ver a ese autor, a esa autora con millones de lectores o sólo cientos, despojarse de su piel de sapiencia y asomaba la persona. No llevaba guion, como mucho un par de folios (y eso era tirar por lo alto) con anotaciones que parecían un árbol genealógico y a partir de ahí, se marcaba una hora de entrevista. Obviamente, el resto estaba en su cabeza, en su conocimiento previo, incluso en las experiencias vividas con esa persona y en los informes que le hacíamos unido a una lectura, por su parte, ultramegarápida.
Fernando era mucho Fernando. También muy Fernando. Ejercía todo el tiempo. De Fernando, de Sánchez y de Dragó. Era una manera de vivir.Y en esa intensidad nos encontramos más de una vez con desencuentros, alguno fuerte. El más gordo lo saldamos quedamente: él supo que yo había dejado de estar enfadada después de que, a su manera, se disculpara y no contento con eso, en una entrevista en prime time soltó una frase muy concreta con la que dijo algo que me reconcilió con él. Y a partir de ahí, nos convertimos en una suerte de amigos en la distancia. De eso hace muchos años, muchos. Compartimos muchos momentos, tanto en la tele como fuera de ella. Tuvimos muchas conversaciones, muchas de ellas breves porque las prisas del día imponían su tiranía y siempre admiré en él algo, además de su inteligencia y su cultura, su capacidad para no preocuparse de aquello de lo que no pudiera ocuparse. Sólo una vez, una única vez, le descubrí vulnerable. Supongo que fue la única en la que sintió la soledad. Pasó y volvió de ese lugar oscuro con más fuerza. Y digo supongo porque tuve su clave durante unos años, después evolucionó. Y con eso me refiero a que se embarcó en nuevos proyectos y por tanto, nuevas ocupaciones. Pero yo ya no estaba. Con Fernando te perdías cinco minutos y su mundo había cambiado. Pero esa llave sí me dejó claves para leerle entre líneas y así ha sido en la distancia, con algunas llamadas esporádicas por cosas concretas en las que nos pusimos al día de nuestras respectivas vidas rápidamente. Cuando he sabido de su muerte, me estaba acordando de él. Seguía una entrevista que le hacían a Pilar Urbano y recordaba las veces que había estado en el programa. Una fuerza poderosa en un cuerpo menudo capaz de entablar una conversación potente con otro titán como ella. Porque Fernando era un entrevistador inmenso. Dicen de él que fue un gran divulgador de la literatura, y yo pienso: “si os oyera… ¡divulgador!” La compartía desde una plataforma muy, muy elevada y quien pudiera o quisiera seguirle ahí estaba él, aunque fuera a la una de la madrugada después de un programa sobre fútbol. Lo que sí sé, y he tenido la suerte de participar, es que algunas de las mejores entrevistas a autores, tanto españoles como internacionales, están ahí. En Negro sobre blanco. Y, después, están las polémicas. En uno de los cortes que han pasado sobre él declaraba algo como que él no era polémico, sus ideas sí podían serlo, pero no él. Poco más que añadir. No entraré en ciertos temas, básicamente porque los hablé con él. Personalmente. No coincidía con él en infinidad de temas y muchos, los más comentados, se los expuse. Me respondía, argumentaba y seguíamos con lo que tocara, si es que tocaba algo. Y si no, hasta la próxima vez que nos encontráramos. O no. Trabajé con él durante doce años y de una u otra forma, está en mi vida como yo en la suya. Con sus luces y sus sombras. La diferencia es que en la suya había hueco para un universo entero y quedaba sitio para otro más. Era el solitario más rodeado de humanidad que he conocido. Y en ese mundo tan vasto uno de los huecos más especiales lo han tenido los gatos. Y así se ha despedido, con un gato sobre sus ideas enmarcados ambos entre libros. Donde está todo. Y creo que es la mejor manera de irse. Un corazón que para mientras un gato ronronea con un fondo de letras.
DEP Por Merche Rodríguez Calzado.