El escritor valenciano Rafael Chirbes falleció el sábado 15 de agosto a los 66 años de edad, víctima de un cáncer de pulmón. Chirbes, Premio Nacional de Narrativa y Premio de la Crítica por «En la orilla» (2013), deja huérfana a una novela empeñada en dar testimonio de su tiempo y en denunciar sus perversiones. El autor de «Mimoun» (1988), «La buena letra» (1992), «La caída de Madrid» (2000) o «Crematorio» (2007) cuenta con una de las trayectorias más honestas y afortunadas de la España democrática. Fiel creador de libros “antipáticos, ariscos y esdrújulos“, fue el maestro de todos los novelistas antipáticos con la cruda realidad.
«El novelista tiene que intentar contar lo que ve para encontrarle sentido. Yo no puedo sermonear, a lo más puedo transmitirte mi desazón para que veas lo que yo veo. Si gracias a eso cambia tu percepción, es buena señal. Mi misión no es engañarte prometiéndote un mundo mejor, que es lo que hacen los políticos; tampoco venderte un paraíso que es lo que hacen los curas; ni consolarte como hacen los psiquiatras. Lo que yo quiero es transmitirte mi desazón, lo otro sería engañarte. No puedo darte una esperanza que yo no tengo, eso es ser tramposo».
«Me gusta más si tengo pocos lectores que lean bien, que muchos que lean cosas que no he querido poner. He sobrevivido, me he buscado la vida como he podido. Además, escribir es lo más barato del mundo. El que diga que no puede escribir porque económicamente no puede es mentira. Mis primeras novelas las hacía después de trabajar, hasta las tantas de la noche, y los domingos y sábados. Ahora tengo mucho tiempo libre y llevo un año que no escribo nada. La escritura es un problema de pulsión y de voluntad».
«Mal le irá a un escritor que no escriba solo. La única manera de mantener una mirada personal es estar un poco al margen, porque si no no te contaminan los mismos temas y preocupaciones y acabas teniendo los mismos tics que el grupo. A mí la soledad me resulta cómoda porque me permite hacer lo que me da la gana».
«El mero hecho de entender y ser pesimista es un paso necesario. No creo en el falso optimismo ni en la beatería. Ni en el todos juntos podemos».
«Yo ya estoy más para allá que para acá, con un pie en el abismo. Tengo 65 años en los que he disfrutado, son años bien fumados y bien bebidos, pero no creo que me quede mucha tierra por pisar».
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