En estos últimos años hemos estado escuchando términos como “catalanofobia” o “vascofobia” e incluso “galegofobia”. También se han escuchado muchísimos discursos de diversos políticos defendiendo que es necesario superponer el catalán, vasco o gallego al castellano ya que pertenece a una “identidad nacional”. Esto nos supone dos errores: el primero es que un idioma o lengua no es ni un símbolo nacional ni una identidad nacionalista, ya que las lenguas no entienden de banderas, patrias o Estados. A aquellos que quieren usar la excusa de menospreciar el español porque es un símbolo de represión de un Estado no sólo está haciendo alusión a su incultura (tanto lingüística como general) sino que también está mintiendo, ya que una persona puede ser catalana hablando castellano o ser española hablando catalán, las lenguas no entienden de banderas o nacionalidades.
El segundo problema que se nos plantea es que estas personas que se ponen el broche de “el más nacionalista de todos” negando el castellano, están negando la segunda lengua más hablada del mundo como lengua nativa y la tercera en total de hablantes. Es decir, que con la broma del nacionalismo lingüístico (repito, esto es una falacia) estas personas se niegan a hablar con 500.000.000 personas de todo el mundo.
A parte de contraproducente, nos sale caro, ya que un minuto de intervención en una lengua que no sea el castellano en las Cortes generales nos sale del bolsillo público a unos 163 euros. Es decir: para que Montilla (procedente de Córdoba) hable con Cháves (nacido en Ceuta y criado en Cádiz) nos cuesta 163€/min, simplificando, para que uno de Córdoba hable con uno de Cádiz, tiene que haber alguien traduciendo.
Otro dilema que está en el punto de mira es el uso del género del sustantivo como arma de “igualdad”. En primer lugar, decir que la lengua registra los GÉNEROS de las palabras, no los SEXOS de las mismas. El que se hayan denominado “masculino”o “femenino” han sido cuestiones meramente históricas, y como toda unión entre significante y significado, arbitraria. Con todo esto quiero decir que decir “miembros y miembras de la cámara” o decir “profesores y profesoras del claustro” va en contra de la economía del lenguaje, ya que está en la própia raíz del castellano el que si adjunta a personas de ambos SEXOS se dice con el GÉNERO masculino. Es de tontos usar dos palabras podiendo usar una y decir exactamente lo mismo. También había quien optaba por el uso del @ ( en vez de decir “los niños de este colegio” decir “los/as niñ@s de este colegio”), pero eso está totalmente descartado ya que ni tiene un significado fónico (y por tanto no está en el alfabeto español) y ni tiene pies ni cabeza.
La conclusión final de estas líneas es que se está usando una lengua como instrumento político-social y se nos está olvidando su única función: comunicarse con el mínimo esfuerzo. Así que a todos que dicen que es mejor hablar inglés porque te lleva más lejos, yo te respondo: “in Spanish, please”.