Mientras las gentes hispanas escondían sus tesorillos bajo tierra asustados por los obispos, ¡que vienen los bárbaros! estos muestran en sus tumbas una opulencia sangrante. ¿Bárbaros? Veamos algo. Las reinas suevas me observan con su dulce mirada, ¿oro? venían con las alforjas bien cargadas, le soltaron una plata gansa a Roma, et Roma locuta causa finita.
¿Y luego?
http://www.intemporesueborum.es/es/la-exposicion/
A los godos les costó bastante más pues hasta Leovigildo no cambiaron la ley racial que les impedía emparentar con los hispanos, bajo pena de muerte in situ.
Menos mal que nos queda Portugal.
https://romanainsolentia.com/2015/03/04/la-huella-arqueologica-de-los-pueblos-germanicos/
El rey suevo Miro Arias murió en Sevilla, Hispalis, cuando se armó la de Dios es Cristo en las bodas de Hermenegildo y dejó tras de sí un niño que apenas caminaba; varios duques suevos intentaron mantener en pie el reino dorado, se firmó incluso un tratado de alianza con los francos que vendrían a ayudarles desembarcando en Asturias, pero Leovigildo se olió la tostada y atacó Gijón abrasando las tropas suevas, ástures y bretonas y la villa entera. Los francos llegaron, sí, pero días más tarde y desembarcaron cerca de la desembocadura del río Deva, en su recuerdo está el lugar de La Franca y su maravillosa playa. No sabían dónde quedaba Gigio y bajaron a preguntar, unas sidras y corriendo a hacerse a la mar, gallofos.
En próximas entradas continuaremos la visita a In Tempore Sueborum y conoceremos cómo fue la cristianización de la Gallaecia en aquellos siglos; ¿cristianos, y luego? Nunca hubo aquí de esos.Daniel Paniagua Díez