Los Alanos, unos pueblos procedentes del Cáucaso, tal vez los primeros en cruzar Los Pirineos, se dirigen directamente a saquear Toledo y después se dividen para saquear también Mérida y Cartagena. Alarmada Roma por el cariz que estaba tomando el asunto envió un cuerpo expedicionario reforzado con visigodos y mataron al rey Atax y destrozaron el ejército alano que tenía La Lusitania bajo dominio. Poco después tendrían que hacer lo mismo con el grupo que había tomado para sí Cartagonova. Se considera que los alanos se fundieron en el conglomerado vándalo y les acompañaron en la conquista del Norte de África. No eran ni fueron cristianos.
Se considera que los vándalos del sur, los Silingos, dirigidos por el rey Fridibaldo se aposentaron en Toledo y la provincia Bética, nombrando a su reino como Vandalucía. (Ya sabéis, amigos, de dónde proviene el nombre de Andalucía. Al Andalus es el nombre en árabe de la tierra de los Vándalos: Vandalucía)
Los vándalos del norte, los Asdingos, comandados por el rey Gunderico prefirieron quedarse con la meseta norte, Los Campos Góticos, y toda la cornisa cantábrica. Con el paso de las décadas se fueron asimilando a la población hispana, especialmente en Cantabria y la zona alavesa; serán el germen de los que siglos más tarde serán llamados: castellanos.
Pero vayamos con la exposición en Santa María Nai.
Un estudio de las parroquias católicas en Suevia a mediados del siglo VI nos sirve para hacernos a la idea de cómo el cristianismo se fue extendiendo paulatinamente por el territorio al norte del río Duero. Uno de los efectos más claros de la vida del santo dumiense fue la construcción de gran cantidad de templos por todo el territorio; incluso tuvo que regular la consagración de los templos pues los magnates se hacían su propio edificio e incluso cobraban por entrar a orar en ellos. Y lo de los cementerios es tela a parte. La idea principal es la alianza a muerte entre los aristócratas suevos y la jerarquía católica, cosa que los visigodos evitaban como a la sarna. Una de las primeras fuentes de financiación de la Iglesia Católica fue precisamente evitar que la gente fuera enterrada con su tesorillo, a cambio de enterrar en el templo en el "Campo Santo" los tesoros se los fueron quedando ellos; y eso hasta el día de hoy. Las cosas no suelen cambiar de un día para otro.
La mayor parte de los templos que se edificaron fue bajo la advocación de San Martín y de Santa Marina, aunque también se levantó alguno dedicado a San Vicente de Zaragoza y santas como Eugenia y Colomba. El destino de la iglesia católica hispana ya estaba marcado, toda la península se irá llenando de templos y más templos dedicados a Cristo y los santos cristianos. En el norte, Bretoña, los bretones levantarán la primera basílica dedicada a San Martín, Mondoñedo tendrá por nombre, y será el germen de la primera catedral en suelo hispano, siglos más tarde. Había que dar trabajo a los de la construcción, supongo yo.
En esos días aparece el obispo Prisciliano y la lía gorda; terminó perdiendo la cabeza, él y toda su capillita. Es lo que tienen las sectas: que como te salgas un pelín de lo dictado que te tienes que creer, como mees fuera del tiesto, ¡cabeza fuera del cuerpo!
Aún quedan muchas cosas que contar sobre aquellos siglos no tan oscuros como nos han hecho creer y la influencia tremenda que tuvieron en los por venir. Este Proyecto In Tempore Sueborum puede darnos jugosas sorpresas en las próximas fechas, pero me tengo que tomar una botella de agua de Mondariz, que me estoy secando escribiendo con el ordenador.
¿Y luego? ¿suevos dice usted? De esos nunca hubo por aquí.Daniel Paniagua Díez