Los aspectos constructivos de la nave 16 merecen comentario aparte. El proyecto no es tanto una obra de rehabilitación como de adecuación de los espacios a un nuevo uso. Por tanto requiere de toda una serie de elementos nuevos que posibiliten estos usos. La construcción húmeda se ha minimizado, usándose tan sólo para consolidar la obra húmeda existente (las fachadas) y para la construcción del pavimento de hormigón. Éste es, en realidad, un suelo técnico que contiene una serie de galerías de instalaciones realizadas con muy baja tecnología: apenas unas paredes de bloque de hormigón sobre unos cimientos precarios de hormigón pobre, que contienen las tierras en las que se han excavado, tan bajas que no es necesario ni armarlas, cubiertas por un solado cerámico realizado con unas piezas de tabique caladas. Encima de ellas, el pavimento, con las arquetas necesarias para registrar el conjunto. Y ya está.
Las paredes se han repicado y consolidado. Imagino que algún arreglo habrá allí donde el substrato no fuese el esperado, o donde los operarios repicasen con demasiado entusiasmo, pero, básicamente, se dejaron tal cual, sin más.
El resto de la construcción es seca, realizada casi enteramente en metal. La convivencia de los dos sistemas constructivos es una de las claves para la expresividad del proyecto. La obra húmeda tiene unas tolerancias bastante altas. Imagino que en las ventanas de las naves se encuentran descuadres de centímetros, incluso habiéndolas trabajado en ladrillo. Una pared de mampostería no es el colmo de la precisión, y la naturaleza de los edificios más la época en que éstos fueron construidos hacen pensar en que son deudores de la teoría del punto gordo: nada está rematado exactamente, los elementos constructivos se realizan por aproximación y el ojo armoniza el conjunto.
Adicionalmente, darse cuenta del reciclaje de estos elementos en el resto de elementos constructivos auxiliares de la nave: pequeños bancos, porticones y puertas secundarias. Una vez se ha creado sistema, rellenar y definir todos los elementos constructivos es fácil si se es consecuente con el mismo. Recalcar, por ejemplo, el diseño de los baños, que Iñaqui cuenta siempre con mucho cariño, como ejemplo de todo esto: Semiporticones recubiertos de espejo por su parte posterior que, al plegarse 180º, dejan una semiventana ante cada lavabo con un espejo enfrentado a quien se lava las manos. Exigencias del Matadero, que presupone que todos los que nos lavamos las manos allí somos unos narcisistas.
Los cristales que cubren los huecos de fachada sólo tienen carpintería perimetral, o ni eso: se recortan, estos sí, a medida del hueco y lo cubren entero, lo que cambia la cara, más que ninguna otra cosa, al exterior de la nave. Resulta emocionante analizar, de nuevo, una sutileza del porticón de entrada, el mismo que se ha descrito anteriormente, pivotante sobre su eje medio horizontal, que crea un pequeño palio de acceso recuerdo del altillo original. Cuando éste está abierto, su parte superior necesita un cristal, que sigue las mismas reglas que el anterior, excepto por su parte inferior, donde se deja completamente a sangre, sin carpintería de ningún tipo, tan sólo terminando cinco centímetros antes del eje del porticón, que, de este modo, no lo quiebra. Recordar, simplemente, que esto se puede hacer sólo si se dejan los cantos del cristal limados. Así el cristal no corta y, además, se evitan aristas vivas que pueden mellarse. Estas pequeñas mellas, sujetas a las variaciones de temperatura de una fachada sur (que, en Madrid, pueden llegar fácilmente a los treinta grados varias veces al año), provocan grietas que pueden rajar el cristal por pura fatiga del material en poco tiempo.
Iñaqui Carnicero ha asumido un diálogo (casi un choque) entre dos sistemas constructivos radicalmente opuestos. Rehabilitación y adecuación en dos tiempos claramente diferenciados, físicamente diferenciados, que sustituyen la memoria funcional del edificio (una de las bases del concurso) por la memoria constructiva del mismo como un material de construcción más. Esta operación tan sencilla permite que el edificio tenga, sin renunciar a lo que fue, una nueva vida que, esperemos, sus promotores sepan apreciar debidamente.