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Y justo al día siguiente se hacía pública la presencia de la Alcaldesa de Ibi en el Barrio Nueva York para presentar la pintura de las fachadas de esos edificios. No se trata de una "inauguración", pues no creo que a nadie se le pueda ocurrir inaugurar la pintura de una fachada (si se busca esa secuencia en Google apenas arroja un par de resultados), pero como si lo fuese, pues, como se aprecia en la foto, tuvo su protocolo, su cartel, su cortinilla, etc.
Estos actos tienen algo de postizo. Como decía hace unos meses un periodista madrileño: "Pero lo de las inauguraciones de obras públicas siempre mantiene esa bencina de impostura, de insinceridad, de fraude. Mande quien mande, que las inauguraciones no tienen color ni principios ideológicos que las amparen. A poco que se rebobine allí están las imágenes del penúltimo jefe de Estado español, al lado de una feroz caída de agua. “Queda inaugurado este pantano".
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La liturgia de las inauguraciones debería ser cosa del pasado. Lo de cortar la cinta, poner la primera piedra, y otros eventos similares, en la mayoría de los casos, sólo sirven para llamar idiotas a los ciudadanos que tienen que decidir en unos días quienes deben administrar sus bienes. Hoy, por pura lógica, un ciudadano debería saber si un político, al que le paga el sueldo, está administrando bien sus recursos o se los está gastando en gilipolleces, pesebreros y fanboys.