Rama: distópica, fantástica
Edición: Molino, 2010
Valoración: 4,5 sobre 5
En un mundo cuasimedieval, la joven Claudia Alexra debe casarse con el heredero al trono de su país, algo que no le agrada especialmente. Por otro lado, en una prisión conocida como Incarceron, un joven llamado Finn pelea y rapiña a diario para sobrevivir. Afirma haber nacido en el Exterior, pero nadie sale ni entra de la cárcel desde que fuera sellada hace más de cien años. Sólo el anciano Gildas sabe ver en él más allá de esta locura y le acompaña en su búsqueda de una salida. Cuando Claudia sustrae a su padre (Guardián de Incarceron) la llave de la prisión y contacta fortuitamente con Finn (aunque no cara a cara, él dentro y ella fuera), juntos compartirán la opresión en la que viven, pese a sus dispares procedencias. Ella pretende escapar del matrimonio y de las excesivas apariencias de un mundo tecnológicamente avanzado que decidió detenerse y retornar a la Edad Media para evitar los excesos, pero que resultó ser una jaula de cristal. En el caso de Finn, su único deseo radica en volver a encontrarse bajo el infinito manto de las estrellas para convencerse de que no está loco. ¿Se encontrarán algún día en persona?
En las poco más de 500 páginas de esta primera parte de la trilogía contemplamos las consecuencias de un mundo contradictorio que usa la tecnología para mantener un aparente atraso. Esta esquizofrenia se extiende también a sus habitantes, algo que Catherine Fisher refleja sin problemas. En la trama se alternan los dos planos, el de fuera y el de dentro, de forma un tanto abrupta pero efectiva. En cierto modo me recordó a la velocidad de lectura de Los Juegos del Hambre, con diálogos rápidos y sin excesivas descripciones. Gracias a esta novela se puede comprobar que no hacen falta artificios mágicos espectaculares para entretener y producir sensaciones de vértigo, tan sólo una historia bien construida que desvele sus secretos paso a paso, en el momento necesario y de la mano de unos personajes muy atractivos (interiormente, me refiero) e imprevisibles. Los diálogos se intercambian rápidamente y con inteligencia, y resultan especialmente divertidos cuando intervienen el conde Steen, prometido de Claudia, y Keiro, hermano de sangre de Finn.
El panorama y la idea sobre la que la autora construye la historia resultan profundamente originales, además es palpable que en la mente de Fisher hay un principio y un fin para esta historia, un camino que los protagonistas recorren sin retroceder en ningún momento. Sin embargo, a veces te zambulle directamente en la acción de forma brusca, lo que tiene como resultado que situaciones a priori predecibles te pillen un tanto desprevenido. Relacionado con lo anterior se encuentra el final, forzado para dar la sensación de capítulo finalizado, pero sin conseguirlo. Esto no quiere decir que no tenga ganas de leer el siguiente tomo, es más, potencia al máximo la intriga y la necesidad de saber qué será lo próximo que les sucederá a unos personajes a los que has acabado cogiendo cariño irremediablemente, sobre todo a Keiro.
Novelas como Incarceron te permiten atisbar vida más allá de vampiros y zombis (olvidad la paradoja) en la literatura juvenil, pues cuenta con una potente y original mitología propia. Si te atreves a sumergirte en un mundo donde una cárcel puede ser a la vez algo tan parecido y tan opuesto a lo que piensas, tan maravilloso y horrible como el Exterior, entonces Incarceron es lo que buscas. Yo seré uno de los que se morderán las uñas a la espera del segundo volumen, Sapphique.