Incendio en la calle de Alcalá. Madrid, 1930

Por Historia Urbana De Madrid Eduardo Valero García @edjaval

Recuerdos de papel en sepias y grises, acompañados de imágenes pasadas y presentes, de las que nacen historias de personas, lugares y costumbres. La historia de hoy habla de la gran labor de los Bomberos de Madrid, la solidaridad de los madrileños y el conflicto creado sobre las calles de propiedad particular.

Incendio en la calle de Alcalá
La mañana de un Viernes Santo de hace 85 años y un día-exactamente el 18 de abril de 1930-, se declaraba un incendio en el edificio de siete plantas ubicado en la calle Alcalá, número 169 (actual 165), entre las de Alcántara, Montesa y de las Naciones.

El edificio
El precioso edificio de la calle de Alcalá había sido construido por la Sociedad Hermanos Sacristán Fuentes en 1928. Posteriormente lo vendieron a la Sociedad Calpense de Edificación.
Constaba de siete pisos y cuatro viviendas por planta, con una escalera principal, otra interior y un ascensor. En bajo y entresuelos había locales comerciales.
La fotografía, de los archivos del diarioEl Sol, muestra la fachada del edificio cuando fue inaugurado. Aledaño a este, la parte trasera y entrada secundaria de un taller de mármoles situado en la calle de las Naciones.

Primeros momentos
Eran las doce y media de la mañana cuando doña Bibiana López, sirvienta de uno de los pisos de la calle Alcántara, número 4, se percató del siniestro y avisó a la " Dirección General de Incendios". La tal Bibiana, con absoluta sangre fría y arriesgando su vida, penetró en el edificio incendiado y dio la voz de alarma a los inquilinos de la primera planta.

Casi al mismo tiempo, don Miguel Mateos, vecino del entresuelo, vio arder algunos cajones en el patio interior, señalando como epicentro del incendio la parte trasera de la tienda que ocupaba los pisos bajos de la finca; se trataba del almacén y deposito de la Sociedad General de Hules.
Al verse en peligro, Mateos saltó por una ventana que daba a la calle de las Naciones, arteria de la que hablaremos más adelante.

La Sociedad General de Hules guardaba en los sótanos de la tienda una gran cantidad de gutaperchas, telas impermeables y otros materiales inflamables, lo que propició el incremento de las llamas y el espeso humo que hicieron más aparatoso el incendio.
Según el gerente de la Sociedad, Sr. Juan Moya, la tienda estaba asegurada y en ella no se permitía fumar; además, ese día permanecía cerrada por la festividad del Viernes Santo. Todo hacía suponer que el fuego había sido producido por un cortocircuito. Las pérdidas ascendieron a más de quinientas mil pesetas.
El Sr. Moya tenía domicilio en la plaza de Manuel Becerra, número 5; muy próxima al lugar del siniestro.

Además de la Sociedad General de Hules, en los bajos había otros locales comerciales; uno de ellos era la " Auto-Estación ROPERO" de la firma de automóviles Ford.

Se incrementa el incendio
A los pocos minutos la escalera del edificio había sido invadida por el denso humo y las llamas; los vecinos, al ver que no tenían escapatoria y enloquecidos por el pánico, comenzaron a tirar ropas y enseres por balcones y ventanas.
En las plantas tercera, cuarta y quinta podían verse a los inquilinos asomados a las ventanas que daban a la calle de las Naciones. Viéndose atrapados en sus casas, daban gritos y pedían auxilio de manera desgarradora.


Cuerpo de Bomberos y otras fuerzas
Poco tardaron en llegar los bomberos del Parque de aquella demarcación, comandados por el Jefe de Zona, Sr. Pingarrón.
Casi al mismo tiempo llegaba el servicio del Parque de la Dirección y los de los primero, segundo y tercero, con el jefe, señor Álvarez Naya, y el de zona de guardia, D. Luis Rodríguez. También acudieron muchos bomberos que, aunque estaban librando, ofrecieron espontáneamente su trabajo.
Entre las autoridades se encontraba el coronel de Seguridad, Sr. Dichoso, el comisario del distrito, Sr. Ripoll, y personal a sus órdenes.
Se personaron en el lugar el teniente de alcalde de Buenavista, D. Luis Onís; el alcalde interino, que por ausencia del marqués de Hoyos lo era el Sr. Sánchez Baytón; el jefe de la Guardia Municipal, Sr. González Bravo, y otras autoridades. Sólo faltó la Banda municipal.

La fotografía, de Cámara, muestra la fachada del edificio en llamas durante la actuación de los bomberos. La siguiente imagen corresponde al estado actual del edificio y el colindante de la derecha; los de la izquierda ya no existen.

En la fotografía hemos visto a los bomberos haciendo uso de la " escala Leitter" y las lonas de salvamento. Con estos elementos, y escalas tradicionales, lograron rescatar a todos los vecinos. Estos son aquellos modernos artilugios...

... y ésta la situación actual de la calle de Alcalá, comparada con la anterior imagen:

El diario La Voz del mismo día 18, en su edición de Madrid, ofrecía un detallado relato sobre la actuación del Cuerpo de bomberos madrileño:

"Por la fachada de la calle de Alcalá, valiéndose de la escala Leitter, fueron salvados D. Carlos Dal-Ré y su señora, que viven en el piso cuarto.
Una señora domiciliada en el piso quinto está gravemente enferma. Hubo que depositarla en la lona con toda precaución, y se la recogió sin haber sufrido daño alguno; pero hay el temor de que la agitación y el susto agraven su enfermedad. [...]La verdad es que los trabajos de salvamento, a pesar de la celeridad con que ha habido que hacerlos, se han llevado a cabo con excelente orden. Y téngase en cuenta que el fortísimo viento impedia la colocación de las lonas y obligaba, a sujetarlas abajo con grandes garantías. A pesar de todas las precauciones, el aire las sacudía y bamboleaba terriblemente, y había que echar a las personas salvadas atándolas por la cintura, ante el temor de que en un vaivén de la lona pudieran salir despedidas. [...] La parte más emocionante del salvamento fué por la fachada posterior de la finca, que da a un hotel contiguo a un taller de mármoles de la calle particular de las Naciones. Por allí, y cuando ya habían sido salvadas algunas personas, hubo necesidad de tender las lonas de salvamento para salvar a la inquilina de uno de los áticos, llamada doña María Garrote de Berné, y sus hijas María y Carmen. Por el mismo procedimiento fueron salvadas dos niñas, que, abrazadas y sujetas por un cinturón de seguridad, descendieron por la lona pendientes de una cuerda.
Se abrió de pronto una ventana de la finca, por la que salía gran cantidad de humo, y se asomaron una señora de edad y una joven, con el terror reflejado en el rostro. De nada servia que tanto las autoridades como el numeroso público trataran de calmarlas; ellas, juntando las manos, con ademán suplicante, pedían a grandes gritos que se les facilitara la forma de salir del cuarto. Por fin fueron colocadas las escalas trepadoras, por las que descendieron hasta el jardín de la finca de la calle de las Naciones. En este jardín venía a recaer también la lona de salvamento, y, para que éste pudiera hacerse en debida forma, fué preciso derribar una de las verjas. [...]"

En las siguientes fotografías, de Cámara y Alfonso, vemos la labor de los bomberos, quienes deslizan a un inquilino por la lona desde el quinto piso. Un árbol, en las imágenes actuales, nos impide ver detalles de ese balcón. La planta ya existía y allí se mantiene.

A la una y veinte de la tarde, gracias a las escafandras y caretas protectoras, los bomberos pudieron entrar a la escalera principal, donde el humo que se desprendía del linóleo quemado era asfixiante. Después de una intensa actividad, a poco menos de una hora del aviso de incendio, el fuego había sido dominado.


Solidaridad madrileña
A escasos tres minutos del aviso de incendio, un grupo de albañiles, que trabajaban en una obra del número 130 de Alcalá, se apresuraron en llegar al edificio siniestrado para prestar su colaboración mientras llegaban los Bomberos.
La labor realizada por estos obreros fue de vital importancia, ya que lograron rescatar a varias personas de los pisos altos interiores. Aún después de la llegada de los Bomberos, continuaron sacando personas y muebles, ropas y efectos, y colaborando en todo lo que se les pedía.

Es de destacar el arrojo de un albañil que trabajaba en la calle de Torrijos, del que sólo se supo que se llamaba "Manolo", quien con gran valentía subió a los balcones de la finca incendiada y fue pasando a varias personas hasta la casa contigua (hoy Alcalá 169), logrando salvarles de una muerte segura.

A este respecto, el diario La Voz pedía un justo homenaje para aquellos arriesgados albañiles:

"En los detalles de la precedente información quedan consignados reiteradamente el heroísmo de los bomberos madrileños, asi como la abnegación y entusiasmo de unas cuadrillas de obreros albañiles, que, con los mayores celo, diligencia y desprecio de sus vidas, acudieron en auxilio de tantas personas en peligro de perecer entre las llamas.
El cumplimiento del arriesgado deber por parte de los bomberos, hecho a que nos tienen acostumbrados y que paga Madrid con un cariño y una simpatía vivísimos, merece ser destacado; pero aún más, por su carácter espontáneo y generoso, el rasgo de esos grupos de anónimos obreros madrileños, cuya humana solidaridad nos conmueve, y para quienes pedimos un justo homenaje, que se les debe, por el Municipio madrileño, representante genuino del vecindario."

Por su parte, en pleno del Ayuntamiento del 23 de abril, el teniente de alcalde del distrito Buenavista, Sr. Luis de Onís, solicitó que constara en acta la gratitud del Ayuntamiento por la meritísima labor de aquellos obreros.


"Teddy", el perro de la familia Montagud
En el piso segundo de la finca incendiada vivía la familia Montagud. Todos los ocupantes de la casa-menos dos-, pudieron ponerse a salvo por la escalera; pero una vez abajo advirtieron que su perro, llamado "Teddy", se había quedado arriba, y con él Segundo Montesinos, marido de la cocinera que servía a la familia.
Un bombero subió por la escala hasta la ventana del piso de los Montagud, alertado por la familia, que echaba en falta a su perro... y la cocinera a su marido.
Al asomarse al interior no vio a nadie, hasta que entre el humo sofocante apareció Segundo con "Teddy" en los brazos.

"-Sería un crimen dejar aquí a este pobre animal, ¿no le parece a usted?-le dijo al bombero."

Entre el bombero y Segundo bajaron al perro por la escala, no sin esfuerzo, ya que el animal pesaba y lo sujetaban por las patas.

Tal fue la emoción de los madrileños que observaban la escena, que al llegar al suelo fueron ovacionados y hasta se le dedicó a los salvados un reportaje en Estampa.

Titulares
Recuerdos de papel de aquellos tiempos en que hasta el robo de un monedero se publicaba en la columna de sucesos de los periódicos de gran tirada. Con mayor motivo, por lo aparatoso del siniestro y las historias derivadas del mismo, el incendio de la calle de Alcalá ocupó las páginas de varios rotativos al menos durante una semana. En el caso de las revistasMundo Gráfico, La Esfera y La Unión Ilustrada, la noticia fue merecedora de una página completa.

Estos son algunos titulares:

Las calles particulares y la desidia del Ayuntamiento
Durante este relato hemos citado en varias ocasiones la calle de las Naciones, arteria que había sido cedida de forma gratuita por sus dueños al Ayuntamiento años atrás.
Esta calle no disponía de boca de incendio o riego, por lo que se hizo más dificultosa la tarea de los bomberos en el incendio de Alcalá, 169.
Como ocurre en muchas otras cuestiones, la dejadez del Ayuntamiento era evidente en el tema de las bocas, lo que propiciaba muchas denuncias de vecinos que nunca llegaban a resolverse. El consistorio se escudaba en que era obligación de los dueños de las calles particulares adaptarlas a las leyes urbanísticas. El problema radicaba en que esas calles ya no eran privadas sino cedidas al Ayuntamiento.

Un vecino de la zona comentaba en una carta enviada al director de La Voz:

"[...] pero tanto da, porque toda la barriada compuesta de las calles de Torrijos, Ayala, Alcántara, Hermosilla, etcétera, carecen de bocas de riego. Hará unos dos años hubo un fuego en los almacenes y talleres que el Cuerpo de Telégrafos tiene en la calle de Torrijos, esquina a la de Ayala, y como en aquel entonces no contaba aún la Dirección de Incendios con tanques, hubo que enchufar mangas de riego desde la calle de Alcalá, o sea medio kilómetro de distancia, y por consiguiente el agua llegaba sin presión."


Y esto es lo que han dado de sí los recuerdos de papel de un incendio de los años treinta. Sólo nos queda decir que por la tarde saltó una nueva alarma al notarse una columna de humo; los bomberos acudieron de inmediato y, después de un exhaustivo trabajo, comprobaron que no había rescoldos, sino el humo que emanaba del linóleo apagado.