Decía Festinger, psicólogo social y padre de la disonancia cognitiva, que el ser humano necesita mecanismos de defensa para justificar sus incoherencias. Esta búsqueda de argumentos para maquillar las heridas de la culpa genera en el tejido civil una mancha oculta de descontento interno entre la praxis y la teoría. En ocasiones, decía el maestro, somos incoherentes por necesidad. Dicho en otros términos, engañamos a nuestra conducta mediante una construcción artificial de la actitud. Ahora bien, nos preguntamos ¿qué consecuencias sociales lleva consigo la suma nefasta de las incoherencias mundanas?
La huelga general del próximo 29 corroborará sobre el asfalto las tesis de Festinger. Las incoherencias del pasado han ido lastrando las consecuencias del presente. Hoy en día, sin lugar a dudas, somos el producto decadente de una fantasía construida con los mimbres de la nada. La culpa colectiva disfrazada por el maquillaje diacrónico de la disonancia cognitiva ha aflorado al ideario colectivo como la lava ardiente de un volcán apagado durante siglos de templanza. Vivir por encima de nuestras posibilidades, o dicho de otro modo, comprometer el ahora con la ilusión del mañana ha sido la gota latente que durante años de vacas gordas ha ido llenando el vaso frágil de lo escaso.
A pocos días de la rebelión de las masas con los protocolos de su sistema es momento de mirar atrás y ser consecuentes de nuestras decisiones. La mentira política y las angustias existenciales de millones de parados ha sido el cóctel perfecto para no sorprendernos de lo que ahora tenemos. La teoría de Festinger se viste de largo al ilustrar una España roja gobernada por el cetro azul de la derecha. Parece mentira que un país con la juventud mejor formada de toda la esfera, cometa errores subsables por la vía de la coherencia.
Al átomo social solamente le queda reconquistar su pasado desde la pancarta y la unión como únicos mecanismos residuales para arrebar el cetro al poder legitimado. Desde la disonancia intelectual, que tando denunció el maestro, debemos canalizar nuestro enfado y recuperar con la razón lo que hemos perdido con las torpezas de la emoción. La coherencia civil después de muchos lustros ha ganado la batalla al discurso endémico de sus élties. Rajoy tenía razón, la reforma laboral le ha costado una huelga general.